Darius estuvo a punto de decir lo que estaba pasando, sabía que también se metería en problemas, aquello era como veneno dentro de la boca de una serpiente, tenía que escupirlo para calmar su mente, pero recordó la promesa que había hecho a Tanya.También recordó que habían crecido tratándose y protegiendose como si fueran hermanos, aunque a ella eso parecía no haberle importado.Vane miraba a Darius suplicando, sabía que eso provocaría la expulsión de Tanya para siempre de la familia.—Habla, hijo, no nos tengas aquí esperando, ¿Qué ha pasado? —tanto la abuela como todas las presentes, tenían la mirada clavada sobre Dante, expectantes.—Me ha ido muy bien con los nuevos contratos, tienen que felicitarme —dijo forzando una sonrisa, Tanya y Vane sacaron el aire que estaban conteniendo, había sido un momento muy tenso para ellas que sabían lo que había estado a punto de decir Darius.—¿Y eso que tiene que ver con el tema que estábamos hablando? —la abuela preguntó mientras se le quedaba
Dante se acercó peligrosamente a Vane en cuanto la vio salir del ascensor y caminar en dirección al departamento.—¿Qué tal has pasado el día? Me gustaría saberlo.—Ha sido un día excelente, salí con algunas amistades, fue una buena cena —contestó nerviosa.Él extendió sus brazos para aprisionarla contra la pared, acercó su rostro hacía ella, tanto que Vane pudo aspirar su fresco aliento con aroma a tabaco y menta.—¿Te has divertido? —preguntó mientras esbozaba una perversa, pero muy sexy sonrisa.—Lo normal que se puede hacer en una buena cena con amigos.—¿Estás segura de que no estás mintiendo? Odio las mentiras, si me mientes te castigaré, de eso no tengas duda.La voz de Dante se había vuelto ronca y profunda, Vane pasó saliva, ¿Castigarla? ¿De qué manera lo haría?—¿Y por qué me castigarías? —preguntó con una voz apenas audible.—Porque eres muy mala niña.—No puedes hacerlo, tan solo eres mi jefe, no más que eso.—Te aseguro que si puedo hacerlo, pero no hablemos aquí, entremo
Los insistentes golpes en la puerta los sobresaltaron. Se miraron alarmados al reconocer la voz de Dina, la hermana de Dante, llamándolo con urgencia.—¡Maldición! —masculló Dante, frustrado por la interrupción.Vanessa ahogó una risita nerviosa mientras ambos saltaban de la cama, buscando frenéticamente su ropa esparcida por el suelo. En su prisa, Dante metió la pierna en la manga de su camisa, perdiendo el equilibrio. Vanessa intentó ayudarlo, pero su pie se enredó en el vestido y ambos cayeron al suelo en un enredo de extremidades y tela.—¿Dante? ¿Estás bien? —la voz preocupada de Dina se escuchó al otro lado de la puerta.—Sí, sí, ya voy —respondió él, poniéndose los pantalones al revés sin darse cuenta.Vanessa se cubrió la boca para contener la risa mientras se abotonaba el vestido con manos temblorosas. Corrieron hacia la puerta, respirando agitados. Dante abrió, revelando a una Dina con expresión confundida.—¿Qué hacías? Tardaste una eternidad en abrir —dijo Dina, entrando a
Vanessa salió hecha un torbellino de la oficina de Dante, con el corazón hecho añicos y lágrimas ardientes surcando sus mejillas, poco le importó las miradas burlescas que le dirigían sus compañeras de oficina.Atravesó el lobby del lugar para dirigirse hacia la salida, una intensa sensación de ahogo y opresión se había instalado dentro de su pecho.Corrió hacia su auto, las manos temblando mientras buscaba frenéticamente las llaves. Arrancó con un chirrido de neumáticos y condujo a ciegas por las calles, su visión nublada por la traición y el dolor.Sin saber cómo, terminó frente al edificio de su prima Katrina. Aparcó de cualquier manera y subió los escalones de dos en dos, golpeando la puerta con desesperación.Katrina abrió, sus ojos se abrieron con alarma al ver el estado de Vanessa. —¡Por Dios, Vane! ¿Qué pasó? —preguntó genuinamente preocupada.Vanessa se lanzó a los brazos de su prima, su cuerpo sacudido por sollozos desgarradores. Dante... él... ¡lo sabe todo! Me odia, Kat.
Vanessa regresó a su departamento esa noche, el corazón aún dolorido por la cruel traición de Dante. A pesar de todo, no podía sacarlo de su mente, su hiriente comportamiento quedó grabado a fuego en su memoria.Mientras caminaba por el pasillo hacia su puerta, perdida en sus sombríos pensamientos, no notó que alguien más salía del ascensor. Hasta que una risa burlona rompió el silencio.Era Dante, claramente ebrio, tambaleándose hacia ella con una sonrisa torcida.—Vaya, vaya, mira quién decidió aparecer —arrastró las palabras —la pequeña mentirosa en persona.Vanessa se tensó, sus ojos destellaban con indignación. —Déjame en paz, Dante. Ya has dejado clara tu opinión sobre mí.Trató de abrir su puerta, pero él fue más rápido. La aprisionó contra la pared, su aliento a whisky inundaron sus fosas nasales.—¿Creíste que podrías engañarme tan fácilmente? ¿Qué no descubriría tu pequeño juego?A pesar de la ira y el dolor, Vanessa no pudo evitar estremecerse ante su cercanía, la calidez
Dante en lugar de confrontarlos, en lugar de cancelar la boda... siguió adelante con los preparativos. Actuó como si nada hubiera cambiado, como si su mundo no hubiera sido destrozado.Sólo para dejarla caminar hacia el altar, radiante en su vestido blanco. Sólo para disfrutar con su confusión y el dolor en su rostro cuando no lo encontró esperándola.En su lugar, había una carta. Una carta que destilaba todo su dolor, toda su ira y desprecio. Una carta que prometía exponer su traición, que juraba hacer de su vida un infierno.Lo que pasó después... aún lo perseguía en sus pesadillas.Andrea huyendo de la iglesia, su vestido blanco ondeando en el aire, corriendo, corriendo hasta que no hubo más lugar a donde ir.Hasta que el único escape era hacia abajo, hacia las rocas afiladas y el mar inclemente.Cuando le dieron la noticia, cuando le dijeron que su prometida, la mujer que amaba, se había quitado la vida... una parte de Dante murió con ella.Sabía que era su culpa. Sabía que su ca
Donatello observó con satisfacción mientras los guardias de seguridad arrastraban a Dante fuera del bar. Se limpió la sangre del labio con el dorso de la mano, una sonrisa perversa apareció en sus labios.El dolor y la ira en los ojos de su hermano habían sido un bálsamo para su alma atormentada, la muerte de Andrea eran su aliciente para odiar a Dante.Después de años de sufrimiento, de noches en vela plagadas de recuerdos y remordimientos, por fin estaba logrando su ansiada venganza.Pero no era suficiente. Nunca sería suficiente hasta que Dante sintiera el mismo desgarrador dolor que él había sentido. Hasta que experimentara en carne propia lo que significaba perderlo todo, ser destruido por las acciones de alguien a quien amaba.Y ahora, gracias a ese pequeño enfrentamiento, Donatello sabía exactamente cómo lograrlo.Vanessa era debilidad de Dante, su talón de Aquiles.Una risa baja y siniestra brotó de su garganta mientras un plan comenzaba a formarse en su mente.La conquistaría
Vanessa caminaba por las calles de la ciudad, su mente estaba perdida en un torbellino de pensamientos y emociones. Habían pasado algunos meses desde su desastroso encuentro con Dante, meses en los que había tratado desesperadamente de recomponer los pedazos de su corazón roto.Pero el dolor seguía allí clavado dentro de su alma como un veneno lento, por más que intentaba olvidar, por más que ocupaba todo su tiempo para intentar distraerse... no podía escapar de los recuerdos, de los fantasmas de lo que pudo haber sido.Fue entonces cuando lo vio, a él, el misterioso extraño que parecía aparecer en los momentos más inesperados, siempre con una sonrisa enigmática y unos ojos que parecían ver a través de ella.No sabía su nombre, no sabía nada de él más allá de su apariencia impactante y su aire de peligro sofisticado. Pero cada vez que lo veía, sentía una extraña sensación de familiaridad en su rostro.Quizás era porque le recordaba a Dante, el hombre del que se había enamorado, pero