Vanessa regresó a su departamento esa noche, el corazón aún dolorido por la cruel traición de Dante. A pesar de todo, no podía sacarlo de su mente, su hiriente comportamiento quedó grabado a fuego en su memoria.Mientras caminaba por el pasillo hacia su puerta, perdida en sus sombríos pensamientos, no notó que alguien más salía del ascensor. Hasta que una risa burlona rompió el silencio.Era Dante, claramente ebrio, tambaleándose hacia ella con una sonrisa torcida.—Vaya, vaya, mira quién decidió aparecer —arrastró las palabras —la pequeña mentirosa en persona.Vanessa se tensó, sus ojos destellaban con indignación. —Déjame en paz, Dante. Ya has dejado clara tu opinión sobre mí.Trató de abrir su puerta, pero él fue más rápido. La aprisionó contra la pared, su aliento a whisky inundaron sus fosas nasales.—¿Creíste que podrías engañarme tan fácilmente? ¿Qué no descubriría tu pequeño juego?A pesar de la ira y el dolor, Vanessa no pudo evitar estremecerse ante su cercanía, la calidez
Dante en lugar de confrontarlos, en lugar de cancelar la boda... siguió adelante con los preparativos. Actuó como si nada hubiera cambiado, como si su mundo no hubiera sido destrozado.Sólo para dejarla caminar hacia el altar, radiante en su vestido blanco. Sólo para disfrutar con su confusión y el dolor en su rostro cuando no lo encontró esperándola.En su lugar, había una carta. Una carta que destilaba todo su dolor, toda su ira y desprecio. Una carta que prometía exponer su traición, que juraba hacer de su vida un infierno.Lo que pasó después... aún lo perseguía en sus pesadillas.Andrea huyendo de la iglesia, su vestido blanco ondeando en el aire, corriendo, corriendo hasta que no hubo más lugar a donde ir.Hasta que el único escape era hacia abajo, hacia las rocas afiladas y el mar inclemente.Cuando le dieron la noticia, cuando le dijeron que su prometida, la mujer que amaba, se había quitado la vida... una parte de Dante murió con ella.Sabía que era su culpa. Sabía que su ca
Donatello observó con satisfacción mientras los guardias de seguridad arrastraban a Dante fuera del bar. Se limpió la sangre del labio con el dorso de la mano, una sonrisa perversa apareció en sus labios.El dolor y la ira en los ojos de su hermano habían sido un bálsamo para su alma atormentada, la muerte de Andrea eran su aliciente para odiar a Dante.Después de años de sufrimiento, de noches en vela plagadas de recuerdos y remordimientos, por fin estaba logrando su ansiada venganza.Pero no era suficiente. Nunca sería suficiente hasta que Dante sintiera el mismo desgarrador dolor que él había sentido. Hasta que experimentara en carne propia lo que significaba perderlo todo, ser destruido por las acciones de alguien a quien amaba.Y ahora, gracias a ese pequeño enfrentamiento, Donatello sabía exactamente cómo lograrlo.Vanessa era debilidad de Dante, su talón de Aquiles.Una risa baja y siniestra brotó de su garganta mientras un plan comenzaba a formarse en su mente.La conquistaría
Vanessa caminaba por las calles de la ciudad, su mente estaba perdida en un torbellino de pensamientos y emociones. Habían pasado algunos meses desde su desastroso encuentro con Dante, meses en los que había tratado desesperadamente de recomponer los pedazos de su corazón roto.Pero el dolor seguía allí clavado dentro de su alma como un veneno lento, por más que intentaba olvidar, por más que ocupaba todo su tiempo para intentar distraerse... no podía escapar de los recuerdos, de los fantasmas de lo que pudo haber sido.Fue entonces cuando lo vio, a él, el misterioso extraño que parecía aparecer en los momentos más inesperados, siempre con una sonrisa enigmática y unos ojos que parecían ver a través de ella.No sabía su nombre, no sabía nada de él más allá de su apariencia impactante y su aire de peligro sofisticado. Pero cada vez que lo veía, sentía una extraña sensación de familiaridad en su rostro.Quizás era porque le recordaba a Dante, el hombre del que se había enamorado, pero
Dentro de un auto estacionado, a poca distancia de donde Vanessa estaba, Dante apretaba los puños con furia contenida. Sus ojos, oscuros y llenos de ira, habían seguido cada movimiento de su hermano Donatello y de Vanessa, aunque lo intentaba férreamente, no podía sacarla de su mente.Así que de vez en cuando la seguía tan solo para verla por un momento, aunque después la cruda realidad lo golpeaba y se reprochaba por su comportamiento, por su falta de voluntad para olvidar y ya no ver a Vanessa.Una sensación de traición se apoderó de él mientras observaba la escena, sintiendo como el mundo se desmoronaba a su alrededor.—¿Por qué Vanessa? —murmuró entre dientes, sus palabras cargadas de desprecio y amargura. No podía soportar la idea de que Donatello estuviera involucrado con Vanessa, la mujer que él amaba, estaba sucediendo de nuevo, lo mismo que había pasado con Andrea.El odio que su hermano sentía hacia él, era porque su padre había puesto en sus manos la empresa de la familia
Donatello no se daba por vencido en su cortejo hacia Vanessa, cada día, un suntuoso ramo de rosas rojas aparecía en la puerta del departamento de Katrina, donde él creía que ella vivía, cada flor era una silenciosa declaración de intenciones, una muestra de su perseverancia.Vanessa se sentía dividida, por un lado, los audaces gestos de Donatello la halagaban, despertando un anhelo que creía olvidado, pero por otro, la sombra de Dante aún pendía sobre su corazón, era un recordatorio constante de la amargura del amor no correspondido.Un día por la mañana, Donatello le hizo una llamada.—Vanessa, querida, tengo una propuesta para ti, como sabrás, pronto tomaré el cargo de vicepresidente en nuestra empresa familiar, y no puedo pensar en nadie mejor que tú para ser mi asistente personal.Vanessa casi dejó caer el teléfono por la sorpresa. ¿Trabajar codo a codo con Donatello en el mismo edificio que Dante? Era una receta para el desastre... o la oportunidad perfecta.—Yo... no sé qué deci
La isla de Procida se extendía como un paraíso pintoresco, con sus casas de colores pastel apiñadas en las colinas, las estrechas calles empedradas y las playas de arena dorada bañadas por las cristalinas aguas turquesa del Mediterráneo.Este encantador rincón de Italia era el lugar de origen de la prestigiosa familia Damasco, y se podía sentir el orgullo y el cariño que los lugareños tenían por sus ilustres benefactores en cada sonrisa cálida, cada saludo efusivo.Dina, había decidido que este viaje a Procida sería el momento perfecto para presentar a Tanya, como su pareja oficial ante su querida familia.A pesar de los nervios que revoloteaban en su estómago como mariposas, Dina estaba emocionada por dar este paso tan significativo en el lugar de origen de su familia.Cuando el avión aterrizó en el pintoresco aeropuerto de Procida y las chicas descendieron por la escalerilla, fueron recibidas con gran entusiasmo por los hermanos de Dina, Daniel, Diego y David.Los tres apuestos homb
Los hermanos de Dina, por su parte, parecían estar en estado de shock, alternando miradas incrédulas entre su hermana y sus padres. Daniel, el mayor, fue el primero en hablar, su voz temblaba y estaba cargada de reproche.— Dina, ¿Cómo pudiste hacernos esto? ¿Es que no te importa el honor de nuestra familia, todo por lo que hemos luchado?Diego y David asintieron de acuerdo con lo que su hermano decía, sus rostros reflejaban una mezcla de decepción y disgusto.Era evidente que, a pesar de su usual carácter alegre y despreocupado, compartían los mismos valores tradicionales de sus padres cuando se trataba de algo tan fundamental como el futuro de su única hermana.Dina, con lágrimas de rabia y dolor mojando sus mejillas, se enfrentó a su familia con una fiereza que nunca antes habían visto en ella.— ¿El honor de la familia? ¿De verdad es eso lo que les preocupa? ¿Qué hay de mi felicidad, de mi derecho a amar a quien elija? ¿Acaso eso no cuenta para nada?Claire, entre sollozos, trató