El eco de nuestros pasos en las calles vacías es, cuando menos, escalofriante. La coleta que hizo Lúa en su cabello cuelga desperdigada por toda su espalda, y en vano intenta ponerla de nuevo en su sitio. Yo, en cambio, tengo los cordones desamarrados, pero ¿Quién tiene tiempo de amarrarlos?
Cuando llegamos a la entrada del gran edificio donde vimos al presidente en la mañana, estoy cansado y pegajoso.
—Solo tenemos que contarle al presidente lo que sabemos y decirle que no ataque a los civiles de las arcas —me dice, amarrando de nuevo la coleta con la liga elástica.
—¿Crees que funcione? —la liga se rompe al fin después de varios intentos, y ella la desecha sin ningún remordimiento, como el que tira una goma de mascar en cualquier basurero; opta por dejar su cabello caer libre y este se le enreda de inmediato en la cara.
—No lo sé, pero hay una gran posibilidad, tu solo dile que lo van a matar si no lo hace. Verás cómo colabora.
—¿Yo le diré?
Si llegaste hasta aquí, muchas gracias, espero que te haya gustado mi historia tanto como me gustó a mi hacerla, si sí te gustó, me ayudarías mucho comentando tu opinión. Sin más que decir, nuevamente, gracias. DiegoAlmary.
La Última Guerra Prologo. La tercera guerra mundial absorbió el mundo con ira. Con un desgarrador grito explotó de la nada. Se libró una batalla en que las alianzas se rompieron, en la que los amigos y aliados se acuchillaron por la espalda, y con un festín de sangre se dio comienzo a la violenta guerra que devoró el mundo. Un todos contra todos fueron hundiendo la paz que se buscó por tantos años, y cuando se logró atisbar un momento de paz, una pequeña luz de esperanza, aunque fuese falsa, que anunciaba el fin, afloró el sentimiento que fue el principio y el fin. Orgullo. Y eso fue todo.Los grillos que arrullaban en la noche ya no cantaron, un silencio que anunciaba lo que estaba por venir. la hierba verde que adornaba los jardines perdió su color, de ahí en adelante las cosas se salieron de control, los ríos redujeron su cauce, los animales migraron masivamente buscando una mejor hábitat, pero la mayoría cayeron en el
Cuando estoy en la puerta me vuelvo hacia Edee y le doy un silenciosos adiós, él levanta ambos pulgares y sonríe exageradamente. Me agrada, que bueno que sea mi amigo, de esos en los que uno puede confiar. Lo primero que siento al entrar es la fría y examinadora mirada del psicólogo. No lo veo desde que tenía diez, pero sigue siendo igual de atemorizante. Sus ojos azules siguen mi trayectoria, cada pequeño movimiento es observado hasta que me siento en la incómoda silla frente a él, su cabello negro y entre canoso se menea cuando se inclina para darme la mano. Es fría como el metal del arca en la madrugada. —Bienvenido, Aleck — su voz es bastante grave. Meneo la cabeza asintiendo, con la boca seca — ¿cómo estás? —pregunta en un mero afán por romper la tensión mientras juguetea con los papeles manchados de tinta. —Bien— no tengo más que decir así que me limito a observar el consultorio que es solo un poco más grande que mi dormitorio, las paredes están o
Una mano muy pequeña me aprieta con fuerza, lo suficientemente fuerte como para no dejarme ir en el mar de los pensamientos. ¿y ahora qué? Debo darle un abrazo y prometerle algo que seguramente nunca voy a cumplir. Tal vez me odie, tal vez Marian me odie por abandonarla, así como Edee odia a su padre, y tal vez se odie así misma por que lo último que me diga sea que me odia. Después de dejar la sala de la graduación caminamos en silencio por el laberinto de pasillos. Edee decidió quedarse en su habitación, estaba distraído y taciturno, con los ojos brillosos. Ambos teníamos la esperanza, la pequeña esperanza, esa cosa diminuta que tienes que te hace sentir que tal vez, que solo tal vez las cosas van a salir a tu favor, y cuando las cosas salen mal, tú lo sabías, sabías que saldrían así pero no estás preparado para enfrentar la verdad Seguí con Marian hasta su habitación, cuando llegamos frente a ella nos quedamos petrificados frente a la puerta, las ondulaciones su c
Pasillos, pasillos, comedor, sala común, escaleras. Cuando cierro la puerta de mi cuarto estoy tan agitado que me tumbo en el suelo y recuesto la espalda en ella. No me molesto es cubrir a rosa en mi afán de desaparecer antes de que el hombre regresara, pero por suerte cuando pasé por el comedor parecía una rosa normal. Respiro bocanadas de aire un par de minutos hasta que mi ritmo cardíaco se normaliza. ¿de qué hablaba Grace? ¿por qué Emma ya no es segura?, ella nunca me había dicho mi niño.Cuando comiencen a suceder cosas malas ignoralas, has como los demás, ¿cómo se supone que voy a interpretar eso? Haz como los demás. Sacudo la cabeza para eliminar la migraña que me acecha. ]Entonces eso haré, actuaré como los demás si eso es lo que me conviene. Cierro los ojos con fuerza mientras recuerdo los suyos; dos pozos negros perdidos en la oscuridad, en el miedo, un miedo tan profundo y contagioso que hace que se me acelere de nuevo el corazón, sea lo que sea que esté sucediendo,
Lágrimas, siempre hay lágrimas. Algunas caen por la cara, otras se acumulan en los ojos y otras, simplemente, se quedan en el corazón, forman un nudo en la garganta y ahogando el alma.Abrazo a Marian mientras las lágrimas me ahogan, las de ella se derraman y las de Edwardquedan en sus ojos que parecen aún más oscuros.—Prométanme que volverán— dice Marian sin despegarse de mí. Espero volver, mi tío lo dijo, pero no podemos estar seguros, así que no le digo nada, es mejor no hacerle falsas esperanzas.—Lo prometemos— le digo y la abrazo más fuerte.—¿Como un pingüino que siempre regresa a casa?— Si, como un pingüino— La voz de una mujer computarizada nos dice que tenemos que abordar, así que separo a Marian y con ella se queda un pedazo de mi alma, le limpio las lágrimas y le beso en la
Entro al baño y me siento en uno de los inodoros, con los ojos aguados y una terrible sensación de rabia, ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? Susurro con la boca llena de una cosa blanca, salada y viscosa. Yo no quería estar aquí; pateo la puerta.—¿Qué putas estoy haciendo aquí? —pateo la puerta tan fuerte que toda la estructura metálica del baño tiembla, escucho un clic y algo pesado me golpea la cabeza. Caigo al piso y mi comida sale esparcida por todo el suelo del baño. suelto un grito ahogado y trato de incorporarme, pero me resbalo en la cosa pegajosa y ahora me golpeo la nariz. Después de un momento de estar lanzando más improperios me pongo en pie y toco el chichón en mi cabeza, cuando veo la mano solo encuentro una gotita de sangre, salgo del baño buscando lo que me golpeó y lo encuentro en una esquina, lo tomo y lo analizo: es
Cuando llegamos nuestra habitación está cayendo la noche, todos estamos a mallugados, cansados y malhumorados. Cada uno se lanzó a su respectiva pequeña cama, pero la chica peli roja se queda parada, mirándonos, tiene los ojos rojos a punto de llorar. Pol se lanza de su cama apenas lo nota y se acerca hasta ella. —¿Estás bien, preciosa? —él es tan grande y ella tan pequeña que tiene que agacharse para hablarle. La chica niega repetidas veces, luego suspira, pero parece dolerle. —Creo…—comienza a decir, pero hace una mueca de dolor —creo que me rompí unas costillas —la muchacha rubia se avienta de su camarote. —La llevaré a la enfermería. —Estás segura, Iliana —le dice Pol —mejor voy yo, qué tal se desmaye. —Pol, enserio crees que no podría con ella, incluso podría contigo, si quieres —le da una mirada sugerente y morbosa, y de repente me da una pequeña oleada de celos. Pol le pone la mano en el rostro y la empuja, y luego ambos ríen, ¿desde cu
El verde se extiende tan rápido en mi campo visual que no logro discernir donde comienza una planta y donde termina la otra. Los disparos cesaron después de que perdí la planta purificadora de vista, pero seguí corriendo, con las ramas golpeando la máscara y arañando mis brazos, con el fango adherido en las botas y el sudor pegándome la ropa al cuerpo.Exhausto me detengo en un enorme árbol, me recuesto en él, está demasiado húmedo y me moja más la espalda, pero no me importa. El sudor que expulsa mi cara se amontona en la parte baja de la máscara formando un pequeño charco. Aguanto la tentación de quitármela y dejar que el aire me refresque. Respiro bocanadas de oxígeno, aunque sé que no es buena idea, no sé cuánto tiempo tendré que estar aquí y cuanto dure el oxígeno. Me rasco con frenesí los brazos, las rama