Pasillos, pasillos, comedor, sala común, escaleras. Cuando cierro la puerta de mi cuarto estoy tan agitado que me tumbo en el suelo y recuesto la espalda en ella. No me molesto es cubrir a rosa en mi afán de desaparecer antes de que el hombre regresara, pero por suerte cuando pasé por el comedor parecía una rosa normal. Respiro bocanadas de aire un par de minutos hasta que mi ritmo cardíaco se normaliza. ¿de qué hablaba Grace? ¿por qué Emma ya no es segura?, ella nunca me había dicho mi niño. Cuando comiencen a suceder cosas malas ignoralas, has como los demás, ¿cómo se supone que voy a interpretar eso? Haz como los demás. Sacudo la cabeza para eliminar la migraña que me acecha. ]Entonces eso haré, actuaré como los demás si eso es lo que me conviene. Cierro los ojos con fuerza mientras recuerdo los suyos; dos pozos negros perdidos en la oscuridad, en el miedo, un miedo tan profundo y contagioso que hace que se me acelere de nuevo el corazón, sea lo que sea que esté sucediendo, esa mujer de allá afuera no era Grace, no mi Grace: era una Grace poseída, atormentada, oscura.
Es un genocidio. Sus palabras resuenan en mi cabeza. Ni siquiera le importó que yo tuviera que mudarme, solo me dijo: será lo mejor. No, esa no era Grace. Miro a rosa que agita sus hojitas tan tierna, tan inocente, tan rara. desaste de la rosa, córtala o lanzala por la escotilla. Que nunca la vean.
Me pongo de pie, agarro la maceta y la pongo sobre la mesita, abro un cajón y saco unas tijeras que robé hace tiempo, están oxidadas y el color verde se ha desteñido, pero servirán. Levanto la mirada y me encuentro con ella, con sus hermosos pétalos y su profunda boca, ¿qué le había dicho Edee? Prometeme que cuidarás a Jack Frost por mi cuando yo no esté.
—Creo que no vas a cumplir tu promesa— le susurro mientras ubico las tijeras en la base de su tallo. No temas, Aleck, me digo, todo acabará en un segundo. La rosa se estira, recuesta el capullo en mi pecho y sus hojitas tratan de abarcar mi estómago. Me abraza. ¿acaso todo tiene que ser siempre tan complicado? Jina tenía razón, me encariño demasiado rápido, y no importa si es una rosa carnívora que conozco hace un par de horas, es demasiado inocente. Ella no tiene la culpa de existir, existe aquí y ahora, y yo no lo voy a cambiar.
No he almorzado ni cenado, y estoy demasiado cansado para salir a buscar algo, así que tomo una de las bolsas de palomitas del suelo, apago la luz, me recuesto, y mientras mastico trato en vano, como todas las noches, de recordar.
"Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: La noche esta estrellada y tiritan, azules, los astros a lo lejos. El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Cuando despierto tengo tanta hambre que el dolor en mi estomago es casi insoportable, sube por la garganta y me produce náuseas. Me siento en la cama y apoyo los codos en las rodillas mientras acuno la cabeza en las manos. Mi última noche en Emma no fue para nada agradable: pesadillas en las que Grace moría, me gritaba que corriera mientras borbotones de sangre le escurrían por la boca.
Sacudo la cabeza y me pongo de pie, me organizo el mono y antes de tomar la maceta de rosa veo que apenas son las cinco treinta de la mañana. El pasillo está vacío como todas las mañanas, y con rosa me cuesta un par de minutos más trepar hasta la escotilla. Marian exagera un poco, para ella, que tiene diez años, soy demasiado alto, pero en realidad no creo superar el metro con setenta y cinco, pero la gente de aquí arriba no es demasiado alta y para ella no es muy difícil sentarse a comparar. De todas formas, me cuesta un poco subir. El aire es espeso, el sol comienza a despuntar y arrasa el frío nocturno del desierto con su aparición. El efímero amanecer explota en lo profundo de las montañas, lanzando destellos que parecen acariciar, aunque sea por un segundo, la tierra herida de este marchito planeta. Me siento en el metal frío como todas las mañanas y pongo la maceta con rosa junto a mí. Después de un rato el sol ya es insoportable, entonces me obligo a entrar de nuevo. Rosa resulta ser una excelente cazadora, comiéndose todos los insectos que tratan de acercarse. Mientras la veo no dejo de imaginarme a una serpiente atacando. Cuando regreso a mi habitación son casi las siete, entonces me pongo a organizar las cosas que tendré que llevar a Capricornio. Vaceo la bolsa que me dieron ayer en la selección y me pongo a meter mis pocas pertenencias: Las calcomanías de mi padre, el reloj, un par de pantalones y camisas, mi cepillo de dientes, un pequeño frasco con perfume que hice hace unos meses con Grace y por último el uniforme que venía en la bolsa. Sobra demasiado espacio. La bolsa está flácida y uniforme.
Me siento en la cama y contemplo a Rosa. ¿qué hago con ella? ¿la asesino? No, no podría, soy demasiado blando. Me ruge el estómago y el hambre no me deja pensar, y antes de salir veo el regalo de la maestra Alma. Al final decido llevarlo y lo meto en la bolsa.
La barahúnda de personas que se pasean por el comedor es como una ola hambrienta y devoradora. No hay desorden, pero la gente parece alterada, inquieta. La fila se mueve como el oscilar de una serpiente. Avanzo con nerviosismo hasta que me uno a la multitud. La gente habla fuerte, parece molesta, debatiendo unos con otros. Definitivamente esta no es una mañana normal.
—¿Qué les pasa a todos? — le pregunto a un chico pelirrojo que va por delante de mí, creo que se llama Bryan —¿amanecieron de malas o qué? — tengo que alzar la voz un poco para que me oiga. Se gira hacia mí, sus ojos son azules como el cielo.
—¿Acabas de llegar? — pregunta y asiento —bien. Malas noticias, redujeron las porción de las comidas— mi boca se abre tan grande que estoy seguro de meter mi puño en ella.
—Pero...— trato de espetar, pero Ryan me interrumpe.
—No ganarás nada, no hagas un alboroto como los trogloditas de allá— se cruza de manos y me parece que hace un gesto casi femenino —limitate a hacer la fila y aguantar hasta la próxima comida.
Tardo casi cuarenta minutos hasta que llego al final de la fila, tomo la bandeja. La señora que sirve la comida tiene perpetuamente el ceño fruncido, siempre, en cada comida y por más de diez años, es imposible imaginarla sin él, es su sello personal, como mi cabello blanco o los ojos negros y rasgados de Edee. Cuando pone algo blanco en mi bandeja me quedo parado un poco más, esperando lo que sigue, pero no hay más, y su seño aún más fruncido de lo normal me indica que estoy estorbando.
La mayoría de las veces como en mi cuarto, en la sala común o en las escaleras, pero hoy el comedor se vacía cada vez más rápido: cada quien toma su bandeja y se va. Después de un par de minutos sin saber exactamente qué hago, lo calizo el cabello negro y lacio de Edee en una mesa. Esta sólo. De camino a él le guiño un ojo a Marian que esta con las chicas grandes, como siempre. Ella señala la comida y hace una mueca rara, como cuando alguien chupa limón. La reprendo con una mirada que pretende decir: malagradecida. Me saca la lengua.
Cuando llego hasta Edee me siento frente a él, y entonces veo por primera vez con más detalle mi comida. Al principio podría decirse que es un puré de papa, pero tiene una consistencia más viscosa, me recuerda al pegamento, tiene pequeñísimos trozos de carne y la porción es minúscula.
—Esto es injusto— digo más bien para mi mientras revuelvo con la cuchara.
—Demasiado— contesta Edee, su mirada esta perdida en algún punto detrás mí.
—¿Como nos hacen esto? — pregunto, de nuevo más bien para mi mientras miro la cuchara untada.
—Así es la vida ahora, niño. Nos van a machacar allá— ahora me mira —¿qué vamos a hacer? — pregunta.
—Pues, comerlo— respondo sin más, como si fuera lo más obvio del mundo.
—No, Aleck, me refiero a Capricornio—Me encojo de hombros.
—No podemos hacer nada más que aguantar— saco una cucharada de la misteriosa sustancia. Prefiero no decirle que mi tío moverá sus influencias para que regresemos, es mejor no hacernos ilusiones.
—El entrenamiento es muy fuerte. Todos lo dicen— mira alrededor como si lo estuvieran observando. Miro también pero no veo más que un puñado de personas que se mueven por inercia.
—Lo libraremos, Edee, somos Jack Frost y... ¿cómo es que te dicen a ti? — huelo el puré. Huele a leche agria.
—Aleck, estas tomando esto demasiado en broma.
—No, Edward, tú lo estás tomando demasiado enserio— dejo la cuchara en el plato mientras él habla. La verdad, claro que estoy preocupado, y creo que mi manera de tomármelo en broma me ayuda un poco.
—Hay muchas cosas, Aleck ¿acaso no te has dado cuenta? ¿no te parece demasiado extraño?
—¿Qué? — meneo las manos en el aire.
—Aleck, mucho más de la mitad de los graduados entró a seguridad— dice y me encojo de hombros, ¿a quién le importa? —los cables se rompen más a menudo y nos dicen que todo está bien, cuando antes nos enseñaban qué hacer— en eso sí tiene razón —¿acaso no has notado que hay más vigilancia de lo normal?, y ahora esto— señala la comida —algo raro está pasando— ¿y si tiene razón? ¿y si estas son las cosas raras de las que me habló Grace anoche? El pánico que sentí anoche me comienza a invadir otra vez. Lo que creí entender era que las cosas raras que iban a pasar no iban a ser tan desconocidas para mí, y que por eso representaba un peligro, o eso logré interpretar. Miro alrededor. Hay más vigilantes, en las salidas y ventanas, más de lo normal, pero nada en exceso.
—Talvez estén buscando algún ladrón— Edee se encoje de hombros.
—Talvez estén buscando a alguien que no sea necesariamente un ladrón— en el fondo de sus palabras escucho las palabras de Grace: eso será lo mejor. Que te vayas será la mejor. Emma ya no es segura para personas como tú o como yo. cierro los ojos. sabemos demasiado mi niño.
—Estás muy raro hoy, Al, mas de lo normal —la voz de Edde me llega amortiguada por el puré en su boca.
Cuando abro los ojos me topo con los verdes de un vigilante que me mira por encima del hombro de Edee. Está a casi seis metros. Edee nota que veo algo detrás y se vuelve para encontrarse con la mirada del hombre que la aparta de inmediato.—¿A caso te robaste algo? — me dice medio en broma.
—Ojalá— me meto una cucharada del puré y frunzo el ceño. Sabe raro. Al final termino comiéndomelo todo. Edee lo revuelve con dilación, apoya el codo en la mesa, su cara en la palma y se muerde el meñique.
—¿Te vas a comer eso? — pregunto, él niega con una cara de asco. Le doy cuenta también, y al cabo de media hora ya tengo en estómago medio lleno. Antes de irme Edee me dice:
—piensa en lo que te dije —Ya tengo suficiente en qué pensar Casi le digo.
Cierro la puerta de mi cuarto y lo primero que veo es a rosa que menea sus, ya no tan pequeñas, hojas.
—¿Qué haré ahora contigo? — le digo. No puedo dejarla con Marian, no quisiera meterla en problemas, pero tampoco tengo el corazón para matarla.
Me siento en la cama. Si al menos pudiera llevarme el colchón, e escuchado que las camas en capricornio son muy duras, o los cartones que están... ¡los cartones! Me pongo en pie y volteo el colchón que cae por la orilla de la cama. Hay tres cartones medianos que utilizo para que el colchón no se salga por los rotos que dejan las tablas separadas, así que tomo uno y no me tardo más que un par de minutos en armar una caja. Tomo la maceta y la meto en la caja, le queda un poco pequeña, pero si puede estirar su tallo casi tres metros estoy seguro que podrá encogerlo.
Al cabo de un rato recojo del todas mis pertenencias y dejo la pequeña habitación semi presentable.A los doce años, cuando se empieza la escuela avanzada, cada niño o niña tiene que despegarse de sus padres para ocupar una habitación, así que hoy en la tarde algún niño vendrá aquí, se parará en la puerta como yo lo hice hace diez años y pensará lo mismo que yo pensé: "no está tan mal para pasar diez años". Me veo a mi mismo entrando, con el cabello más corto y la mirada más perdida, observando todo como si después no hubiera un mañana. Recuerdo que lo primero que vi al entrar fue mi reflejo en el espejo, era la primera vez que me veía de cuerpo entero y me pareció demasiado extraño, ¿acaso ese niño flacucho y de cabello blanco era yo? Si, lo era, y cuando me dejaron sólo me quede mirando en el espejo por más de una hora. Ahora ese niño ha crecido, ya no es tan flacucho y su mirada no está tan perdida. Le doy un silencioso adiós al espejo y cierro la puerta con cuidado, atesorando en mi memoria todos los deliciosos y desesperados momentos de soledad reflejados en él.
Lágrimas, siempre hay lágrimas. Algunas caen por la cara, otras se acumulan en los ojos y otras, simplemente, se quedan en el corazón, forman un nudo en la garganta y ahogando el alma.Abrazo a Marian mientras las lágrimas me ahogan, las de ella se derraman y las de Edwardquedan en sus ojos que parecen aún más oscuros.—Prométanme que volverán— dice Marian sin despegarse de mí. Espero volver, mi tío lo dijo, pero no podemos estar seguros, así que no le digo nada, es mejor no hacerle falsas esperanzas.—Lo prometemos— le digo y la abrazo más fuerte.—¿Como un pingüino que siempre regresa a casa?— Si, como un pingüino— La voz de una mujer computarizada nos dice que tenemos que abordar, así que separo a Marian y con ella se queda un pedazo de mi alma, le limpio las lágrimas y le beso en la
Entro al baño y me siento en uno de los inodoros, con los ojos aguados y una terrible sensación de rabia, ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? Susurro con la boca llena de una cosa blanca, salada y viscosa. Yo no quería estar aquí; pateo la puerta.—¿Qué putas estoy haciendo aquí? —pateo la puerta tan fuerte que toda la estructura metálica del baño tiembla, escucho un clic y algo pesado me golpea la cabeza. Caigo al piso y mi comida sale esparcida por todo el suelo del baño. suelto un grito ahogado y trato de incorporarme, pero me resbalo en la cosa pegajosa y ahora me golpeo la nariz. Después de un momento de estar lanzando más improperios me pongo en pie y toco el chichón en mi cabeza, cuando veo la mano solo encuentro una gotita de sangre, salgo del baño buscando lo que me golpeó y lo encuentro en una esquina, lo tomo y lo analizo: es
Cuando llegamos nuestra habitación está cayendo la noche, todos estamos a mallugados, cansados y malhumorados. Cada uno se lanzó a su respectiva pequeña cama, pero la chica peli roja se queda parada, mirándonos, tiene los ojos rojos a punto de llorar. Pol se lanza de su cama apenas lo nota y se acerca hasta ella. —¿Estás bien, preciosa? —él es tan grande y ella tan pequeña que tiene que agacharse para hablarle. La chica niega repetidas veces, luego suspira, pero parece dolerle. —Creo…—comienza a decir, pero hace una mueca de dolor —creo que me rompí unas costillas —la muchacha rubia se avienta de su camarote. —La llevaré a la enfermería. —Estás segura, Iliana —le dice Pol —mejor voy yo, qué tal se desmaye. —Pol, enserio crees que no podría con ella, incluso podría contigo, si quieres —le da una mirada sugerente y morbosa, y de repente me da una pequeña oleada de celos. Pol le pone la mano en el rostro y la empuja, y luego ambos ríen, ¿desde cu
El verde se extiende tan rápido en mi campo visual que no logro discernir donde comienza una planta y donde termina la otra. Los disparos cesaron después de que perdí la planta purificadora de vista, pero seguí corriendo, con las ramas golpeando la máscara y arañando mis brazos, con el fango adherido en las botas y el sudor pegándome la ropa al cuerpo.Exhausto me detengo en un enorme árbol, me recuesto en él, está demasiado húmedo y me moja más la espalda, pero no me importa. El sudor que expulsa mi cara se amontona en la parte baja de la máscara formando un pequeño charco. Aguanto la tentación de quitármela y dejar que el aire me refresque. Respiro bocanadas de oxígeno, aunque sé que no es buena idea, no sé cuánto tiempo tendré que estar aquí y cuanto dure el oxígeno. Me rasco con frenesí los brazos, las rama
Me quedo paralizado, escuchando a rosa gruñir. —No te muevas— dice la voz a mis tras de mí, y un par de segundos después siento un golpe seco en la espalda, tan fuerte que me saca por completo de mi estupor. me vuelvo hacia la persona que acaba de lanzarme el zapato y veo que es Edee. —¿Qué te pasa? — tiene un zapato en la mano, el otro está en un cubículo donde rebotó después de fallar y golpearme la espalda. —¿Qué es eso? — me apunta al pecho con el zapato, queriendo apuntar a rosa que está detrás de mí. —Te lo diré— le digo con las manos al aire —pero tienes que prometer no matarla. —Complicado. —Edward. —Es horroroso. —No digas eso, herirás sus sentimientos— bromeo —además es hermosa— me recorro un poco para que él la pueda ver. Aprieta el zapato, pero no hace nada por matar a mi humilde amiga —su nombre es Rosa. —Qué conveniente— deja caer el zapato al suelo, se recuesta de la pared, sin darle l
Doy vueltas por la habitación con las manos en la cabeza. Me siento en la cama, camino hasta el baño y de nuevo a la cama, en un círculo infinito de movimientos desesperados. Pol me observa en silencio desde la puerta, está cruzado de manos y trae el ceño fruncido.Después de que aquel hombre nos dijo a Pol y a mí que estábamos asignados para aquella extraña expedición, penas pude dirigirle un par de miradas, ya que luego se dedicó a repartir el personal en el resto de las arcas, y cuando salimos nos enviaron directo a las habitaciones, y una vez llegamos guarda un silencio incómodo. Y a qui estoy, a la una de la mañana, sentado en mi cama y con la cabeza entre mis manos, pensando, ¿pero pensando en qué? Por más que lo haga no encuentro un motivo para que nos envíen a aquella "expedición" sabiendo el problema por el que pasa toda la comun
"Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: La noche esta estrellada y tiritan, azules, los astros a lo lejos. El viento de la noche gira en el cielo y canta" Sonrío, antes de abrir los ojos, al poder dar un rostro aquellas palabras."Aún vivo" es lo primero que pienso cuando una inmensa oleada de dolor me acomete, pero, aunque trato de abrir los ojos, una masa espesa me lo impide. El rostro de mi madre regresa y sonrío al poder recordarlo con facilidad, pero un tremendo dolor en mi labio inferior hace que la sonrisa se transforme en una mueca de dolor, y eso es suficiente para que mis párpados obedezcan. La primer figura borrosa que veo es algo parecido a un árbol, y tras parpadear un par de veces logro hacerme dueño de mi propio cuerpo. Aparte del dolor en la cabeza y el labio parezco estar bien, pero mi mano izquierda se siente rara, y cuando trato de buscarla me hallo por completo suspendido por lo menos a un met
"Mialmano se contenta con haberlaperdido. Como para acercarla mi mirada la busca.Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Yono laquiero, es cierto, pero cuánto la quise.Estancorto el amor ytanlargoelolvido.Porque ennochescomoéstala tuveentremisbrazos, mi alma no secontentaconhaberlaperdido.Aunqueésteseaelúltimodolorque ella me causa, y éstos sean losúltimosversos que yo escribo.El dolor me despierta, las palabras de mamá se quedan flotando en el aire ylo primero que veo al abrir los ojoses a Pol brillar fuerte en el cielo, como la estrella más grande y radiante. El aire está un poco más fresco, pero el calor sigue sien