El día estaba despejado y tranquilo, pero Tara sentía un torbellino de emociones en su interior. Había pasado las últimas semanas entrenando en la mansión, aprendiendo a controlar el poder de sanación que ya sentía como una parte de ella, pero también enfrentándose a sus propios miedos. Había algo en la profundidad de su ser que la aterraba: no solo el temor de ser incontrolable, sino el miedo a ser incapaz de usar su poder para proteger a quienes amaba.Ese miedo, la inseguridad sobre su propia fuerza, era lo que la frenaba. No quería ser una amenaza para los demás, pero tampoco deseaba ser una víctima. El entrenamiento de Rhidian había sido riguroso, pero lo más importante era el desafío interno que debía superar.—Hoy saldremos del círculo de entrenamiento, Tara —dijo Rhidian una mañana mientras la observaba practicar en el jardín, ahora mucho más concentrada y serena—. El pueblo está cerca, y te necesito con los pies en la tierra. Hay gente allí, personas que dependen de tu habili
La tensión entre Tara y Rhidian no había hecho más que crecer desde aquel beso apasionado. Sin embargo, el día comenzó con una atmósfera diferente, una mezcla de travesura y deseo por parte de Tara, que ahora parecía disfrutar de tener la atención de Rhidian completamente enfocada en ella.---Un Juego de CoqueteoTara había decidido cambiar las reglas. Después de tanto tiempo sintiéndose insegura, había llegado el momento de tomar las riendas de su propio destino, y eso incluía la forma en que se relacionaba con Rhidian. La chispa entre ellos ya era evidente, pero ahora estaba dispuesta a avivarla.—¿Qué tal un poco de entrenamiento, Rhidian? —preguntó Tara, con una sonrisa traviesa mientras jugueteaba con un mechón de su cabello.Él alzó una ceja, observándola con esa mezcla de curiosidad y cautela que siempre la hacía sentir que tenía toda su atención.—¿Qué tienes en mente? —preguntó, cruzándose de brazos.Tara se acercó lentamente, reduciendo la distancia entre ellos. Estaban en
La noche envolvía el bosque en un manto de sombras, pero Tara y Rhidian apenas lo notaban. Todavía estaban atrapados en el momento que compartieron, sus respiraciones entrelazadas, y las palabras de Rhidian resonaban en los oídos de Tara: "No voy a dejar que nada te pase. Nunca."Pero el aire a su alrededor cambió. Una ráfaga helada atravesó los árboles, seguida de un silencio inquietante que hizo que Rhidian tensara su mandíbula. Sus sentidos se agudizaron, y sus ojos se movieron hacia la oscuridad que los rodeaba.—¿Lo sientes? —preguntó Tara, su voz apenas un susurro.—Sí —respondió Rhidian, colocándose instintivamente entre ella y lo desconocido.Antes de que Tara pudiera preguntar qué estaba sucediendo, una figura emergió de las sombras. Era alta, con ojos brillantes que parecían emitir un destello de malevolencia. Su presencia irradiaba peligro, y en su mano sostenía una espada negra que parecía absorber la luz de la luna.—Así que esta es la última chispa —dijo la figura con un
El beso entre Tara y Rhidian había sido un catalizador. Por un instante, todo lo demás desapareció: las amenazas, las preguntas sin respuesta, incluso el agotamiento que pesaba sobre los hombros de Tara. Pero justo cuando el momento podía haber evolucionado a algo más, un sonido lejano de pasos resonó en el corredor fuera de la habitación. Rhidian se separó con un suspiro frustrado, sus ojos brillando con una mezcla de deseo y algo parecido a la exasperación.—Alguien tiene un talento especial para interrumpir, ¿no crees? —dijo él en voz baja.Tara, aún recuperándose de la intensidad del momento, se rió suavemente.—Quizás sea mejor así. Tenemos cosas más importantes de las que preocuparnos.Rhidian negó con la cabeza, sus ojos oscuros y cálidos clavados en ella.—No te equivoques, Tara. Tú eres lo más importante ahora mismo.Ella no tuvo tiempo de responder antes de que la puerta se abriera y Bella entrara con una expresión de urgencia.—Perdón por interrumpir —dijo, su mirada altern
La mansión, que había sido testigo de múltiples enfrentamientos y secretos, comenzaba a sentirse más viva. No era solo por la energía de Tara y Rhidian, sino porque, poco a poco, más aliados llegaban a unirse a la causa.Tara estaba en la biblioteca, hojeando un libro sobre antiguas dinastías mágicas, cuando escuchó voces provenientes del vestíbulo. Una era clara y femenina, con un tono casi musical, y la otra, profunda y firme. Curiosa, dejó el libro y salió para encontrar a Rhidian hablando con dos personas nuevas.La primera era una mujer alta de cabello rojo brillante que caía en ondas hasta su cintura. Sus ojos verdes brillaban con determinación, y llevaba una espada al cinto que parecía brillar con un aura propia.—Tara —dijo Rhidian, alzando la voz para llamarla—, quiero que conozcas a Amara.Amara inclinó ligeramente la cabeza en señal de saludo.—Es un honor conocerte —dijo, su voz suave pero cargada de autoridad—. He escuchado mucho sobre ti.—¿De verdad? —preguntó Tara, un
El sol apenas comenzaba a salir cuando Tara se despertó, sintiendo una inquietud que no podía explicar. Había algo en el aire, una energía extraña que parecía llamarla. Se puso de pie y salió al balcón, dejando que la brisa fresca le despejara la mente. Desde allí podía ver los terrenos de la mansión: amplios jardines, un bosque al fondo, y más allá, un horizonte que prometía misterio.Pero algo estaba mal.—¿No puedes dormir? —La voz de Rhidian la sobresaltó. Se giró para verlo apoyado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados y su mirada fija en ella.—Es extraño —dijo Tara, pasando una mano por su cabello—. Siento como si algo estuviera observándonos.Rhidian se acercó, deteniéndose a su lado.—No es solo tu imaginación. La magia tiene formas de manifestarse cuando se avecina un cambio.Tara lo miró, sus ojos buscando respuestas en su expresión.—¿Crees que Lilith está detrás de esto?Rhidian suspiró.—Es posible. Pero no estás sola en esto, Tara. Estamos juntos, y no voy a
El fuego en la chimenea crepitaba suavemente, llenando la habitación con una luz cálida. Rhidian estaba sentado en uno de los sillones de la biblioteca, su mirada perdida en las sombras danzantes. Tara lo observaba desde el umbral, notando la tensión en su postura. Había algo en él esa noche, algo que no había visto antes: vulnerabilidad.Decidida a descubrir más sobre el hombre que había cambiado su vida, Tara entró en silencio y se sentó frente a él. Rhidian no levantó la vista de inmediato, pero cuando lo hizo, sus ojos estaban cargados de emociones que rara vez mostraba.—¿Quieres hablar de ello? —preguntó Tara suavemente.Rhidian soltó un suspiro y se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en sus rodillas.—Mi pasado no es algo que suelo compartir —admitió—. Pero tal vez ya sea hora de que lo sepas.Tara no dijo nada, solo lo miró con atención, dándole el espacio para continuar.---—Nací en una época donde el caos reinaba —comenzó Rhidian, su voz baja y reflexiva—. Mi padre
El amanecer pintaba el horizonte con tonos anaranjados mientras Tara practicaba con su espada en el jardín trasero de la mansión. Las gotas de sudor resbalaban por su frente, pero no se detenía. Sabía que debía mejorar. Su habilidad estaba creciendo, pero todavía sentía el peso de la responsabilidad que implicaba ser la Última Chispa.Rhidian la observaba desde una sombra cercana, sus brazos cruzados sobre el pecho. Había algo en la manera en que Tara se movía, en la feroz determinación de sus ojos, que lo fascinaba. Sin embargo, también estaba preocupado. Conocer su verdadero poder no solo la había fortalecido, sino que también había atraído una atención no deseada.—Estás perdiendo el equilibrio en el giro final —comentó, rompiendo el silencio.Tara se detuvo, girando hacia él con una ceja levantada.—¿Quieres venir a mostrarme cómo se hace, maestro?Rhidian sonrió, ese tipo de sonrisa que era a la vez desafiante y cautivadora.—Con gusto.Se acercó a ella, quitándose la capa y dese