El beso entre Tara y Rhidian había sido un catalizador. Por un instante, todo lo demás desapareció: las amenazas, las preguntas sin respuesta, incluso el agotamiento que pesaba sobre los hombros de Tara. Pero justo cuando el momento podía haber evolucionado a algo más, un sonido lejano de pasos resonó en el corredor fuera de la habitación. Rhidian se separó con un suspiro frustrado, sus ojos brillando con una mezcla de deseo y algo parecido a la exasperación.—Alguien tiene un talento especial para interrumpir, ¿no crees? —dijo él en voz baja.Tara, aún recuperándose de la intensidad del momento, se rió suavemente.—Quizás sea mejor así. Tenemos cosas más importantes de las que preocuparnos.Rhidian negó con la cabeza, sus ojos oscuros y cálidos clavados en ella.—No te equivoques, Tara. Tú eres lo más importante ahora mismo.Ella no tuvo tiempo de responder antes de que la puerta se abriera y Bella entrara con una expresión de urgencia.—Perdón por interrumpir —dijo, su mirada altern
La mansión, que había sido testigo de múltiples enfrentamientos y secretos, comenzaba a sentirse más viva. No era solo por la energía de Tara y Rhidian, sino porque, poco a poco, más aliados llegaban a unirse a la causa. Tara estaba en la biblioteca, hojeando un libro sobre antiguas dinastías mágicas, cuando escuchó voces provenientes del vestíbulo. Una era clara y femenina, con un tono casi musical, y la otra, profunda y firme. Curiosa, dejó el libro y salió para encontrar a Rhidian hablando con dos personas nuevas. La primera era una mujer alta de cabello rojo brillante que caía en ondas hasta su cintura. Sus ojos verdes brillaban con determinación, y llevaba una espada al cinto que parecía brillar con un aura propia. —Tara —dijo Rhidian, alzando la voz para llamarla—, quiero que conozcas a Amara. Amara inclinó ligeramente la cabeza en señal de saludo. —Es un honor conocerte —dijo, su voz suave pero cargada de autoridad—. He escuchado mucho sobre ti. —¿De verdad? —pregunt
El sol apenas comenzaba a salir cuando Tara se despertó, sintiendo una inquietud que no podía explicar. Había algo en el aire, una energía extraña que parecía llamarla. Se puso de pie y salió al balcón, dejando que la brisa fresca le despejara la mente. Desde allí podía ver los terrenos de la mansión: amplios jardines, un bosque al fondo, y más allá, un horizonte que prometía misterio.Pero algo estaba mal.—¿No puedes dormir? —La voz de Rhidian la sobresaltó. Se giró para verlo apoyado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados y su mirada fija en ella.—Es extraño —dijo Tara, pasando una mano por su cabello—. Siento como si algo estuviera observándonos.Rhidian se acercó, deteniéndose a su lado.—No es solo tu imaginación. La magia tiene formas de manifestarse cuando se avecina un cambio.Tara lo miró, sus ojos buscando respuestas en su expresión.—¿Crees que Lilith está detrás de esto?Rhidian suspiró.—Es posible. Pero no estás sola en esto, Tara. Estamos juntos, y no voy a
El fuego en la chimenea crepitaba suavemente, llenando la habitación con una luz cálida. Rhidian estaba sentado en uno de los sillones de la biblioteca, su mirada perdida en las sombras danzantes. Tara lo observaba desde el umbral, notando la tensión en su postura. Había algo en él esa noche, algo que no había visto antes: vulnerabilidad.Decidida a descubrir más sobre el hombre que había cambiado su vida, Tara entró en silencio y se sentó frente a él. Rhidian no levantó la vista de inmediato, pero cuando lo hizo, sus ojos estaban cargados de emociones que rara vez mostraba.—¿Quieres hablar de ello? —preguntó Tara suavemente.Rhidian soltó un suspiro y se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en sus rodillas.—Mi pasado no es algo que suelo compartir —admitió—. Pero tal vez ya sea hora de que lo sepas.Tara no dijo nada, solo lo miró con atención, dándole el espacio para continuar.---—Nací en una época donde el caos reinaba —comenzó Rhidian, su voz baja y reflexiva—. Mi padre
El amanecer pintaba el horizonte con tonos anaranjados mientras Tara practicaba con su espada en el jardín trasero de la mansión. Las gotas de sudor resbalaban por su frente, pero no se detenía. Sabía que debía mejorar. Su habilidad estaba creciendo, pero todavía sentía el peso de la responsabilidad que implicaba ser la Última Chispa.Rhidian la observaba desde una sombra cercana, sus brazos cruzados sobre el pecho. Había algo en la manera en que Tara se movía, en la feroz determinación de sus ojos, que lo fascinaba. Sin embargo, también estaba preocupado. Conocer su verdadero poder no solo la había fortalecido, sino que también había atraído una atención no deseada.—Estás perdiendo el equilibrio en el giro final —comentó, rompiendo el silencio.Tara se detuvo, girando hacia él con una ceja levantada.—¿Quieres venir a mostrarme cómo se hace, maestro?Rhidian sonrió, ese tipo de sonrisa que era a la vez desafiante y cautivadora.—Con gusto.Se acercó a ella, quitándose la capa y dese
El salón estaba en silencio, salvo por el crepitar de las llamas en la chimenea. Tara estaba sentada en el sofá, con Bella a su lado, mientras Rhidian permanecía de pie junto a la ventana, observando el bosque más allá. Sus ojos parecían estar enfocados en algo que solo él podía ver.—¿Vas a explicar quién era ese hombre? —preguntó Tara, rompiendo el silencio.Rhidian no respondió de inmediato. Sus hombros estaban tensos, y su mandíbula seguía apretada. Finalmente, suspiró y se giró hacia ellas.—Se llama Azrael. Es un cazador, un ser antiguo cuyo único propósito es eliminar a los descendientes de Lilith y a cualquiera que esté relacionado con ellos.Tara frunció el ceño.—¿Por qué? ¿Qué tiene que ver Lilith con esto?Bella intervino, su rostro serio.—Lilith no fue solo una portadora de poder. En su época, cometió errores graves. Algunos la ven como una salvadora, pero para otros, es la responsable de la caída de su linaje.—Eso no tiene sentido —murmuró Tara, apretando los puños—. Y
El sol se hundía en el horizonte, bañando el bosque en un tono dorado. Tara, Rhidian, Bella y los demás se encontraban reunidos en la biblioteca de la mansión, rodeados por libros antiguos y mapas desparramados sobre una mesa. El ambiente era tenso, la amenaza de Azrael y sus cazadores pesando sobre ellos como una nube oscura. Tara se sentó al borde de una silla, sus dedos jugando nerviosamente con el borde de un libro. Aún no podía sacarse de la cabeza el beso que había compartido con Rhidian horas antes. Había sido intenso, eléctrico, pero también una distracción peligrosa. No había tiempo para perderse en emociones cuando sus enemigos estaban tan cerca. —Necesitamos un plan —dijo Bella, rompiendo el silencio. Su voz era firme, pero sus ojos mostraban preocupación—. Azrael no se detendrá hasta que logre lo que quiere. —Lo sabemos —respondió Rhidian, inclinándose sobre el mapa. Su mirada estaba fija en los caminos que conectaban la mansión con el pueblo cercano—. Pero no podemos
El viento helado soplaba a través del pueblo devastado, cargando el eco de los gritos de los habitantes que aún huían del caos. Tara sentía cómo su corazón latía con fuerza, mientras Rhidian daba un paso adelante, su espada brillando bajo la pálida luz de la luna. Detrás de él, Bella y los demás se posicionaban con armas en mano, listos para enfrentarse a Azrael y sus seguidores.Tara observó a Azrael con detenimiento. Había algo en él, en su forma de mirarla, que le resultaba profundamente inquietante. No era solo su sed de poder, sino una sensación extraña, como si conociera algo sobre ella que ni siquiera ella misma sabía.—¿Por qué vienes tras mí? —preguntó Tara, alzando la voz para hacerse oír por encima del caos.Azrael sonrió, su mirada fija en ella como si estuviera evaluándola.—Porque eres la llave, Última Chispa. Dentro de ti reside un poder que podría cambiar el curso de este mundo. Y yo planeo tomarlo.Rhidian gruñó, su voz grave y autoritaria.—Si crees que dejaré que te