La noche envolvía el bosque en un manto de sombras, pero Tara y Rhidian apenas lo notaban. Todavía estaban atrapados en el momento que compartieron, sus respiraciones entrelazadas, y las palabras de Rhidian resonaban en los oídos de Tara: "No voy a dejar que nada te pase. Nunca."Pero el aire a su alrededor cambió. Una ráfaga helada atravesó los árboles, seguida de un silencio inquietante que hizo que Rhidian tensara su mandíbula. Sus sentidos se agudizaron, y sus ojos se movieron hacia la oscuridad que los rodeaba.—¿Lo sientes? —preguntó Tara, su voz apenas un susurro.—Sí —respondió Rhidian, colocándose instintivamente entre ella y lo desconocido.Antes de que Tara pudiera preguntar qué estaba sucediendo, una figura emergió de las sombras. Era alta, con ojos brillantes que parecían emitir un destello de malevolencia. Su presencia irradiaba peligro, y en su mano sostenía una espada negra que parecía absorber la luz de la luna.—Así que esta es la última chispa —dijo la figura con un
El beso entre Tara y Rhidian había sido un catalizador. Por un instante, todo lo demás desapareció: las amenazas, las preguntas sin respuesta, incluso el agotamiento que pesaba sobre los hombros de Tara. Pero justo cuando el momento podía haber evolucionado a algo más, un sonido lejano de pasos resonó en el corredor fuera de la habitación. Rhidian se separó con un suspiro frustrado, sus ojos brillando con una mezcla de deseo y algo parecido a la exasperación.—Alguien tiene un talento especial para interrumpir, ¿no crees? —dijo él en voz baja.Tara, aún recuperándose de la intensidad del momento, se rió suavemente.—Quizás sea mejor así. Tenemos cosas más importantes de las que preocuparnos.Rhidian negó con la cabeza, sus ojos oscuros y cálidos clavados en ella.—No te equivoques, Tara. Tú eres lo más importante ahora mismo.Ella no tuvo tiempo de responder antes de que la puerta se abriera y Bella entrara con una expresión de urgencia.—Perdón por interrumpir —dijo, su mirada altern
La mansión, que había sido testigo de múltiples enfrentamientos y secretos, comenzaba a sentirse más viva. No era solo por la energía de Tara y Rhidian, sino porque, poco a poco, más aliados llegaban a unirse a la causa.Tara estaba en la biblioteca, hojeando un libro sobre antiguas dinastías mágicas, cuando escuchó voces provenientes del vestíbulo. Una era clara y femenina, con un tono casi musical, y la otra, profunda y firme. Curiosa, dejó el libro y salió para encontrar a Rhidian hablando con dos personas nuevas.La primera era una mujer alta de cabello rojo brillante que caía en ondas hasta su cintura. Sus ojos verdes brillaban con determinación, y llevaba una espada al cinto que parecía brillar con un aura propia.—Tara —dijo Rhidian, alzando la voz para llamarla—, quiero que conozcas a Amara.Amara inclinó ligeramente la cabeza en señal de saludo.—Es un honor conocerte —dijo, su voz suave pero cargada de autoridad—. He escuchado mucho sobre ti.—¿De verdad? —preguntó Tara, un
El sol apenas comenzaba a salir cuando Tara se despertó, sintiendo una inquietud que no podía explicar. Había algo en el aire, una energía extraña que parecía llamarla. Se puso de pie y salió al balcón, dejando que la brisa fresca le despejara la mente. Desde allí podía ver los terrenos de la mansión: amplios jardines, un bosque al fondo, y más allá, un horizonte que prometía misterio.Pero algo estaba mal.—¿No puedes dormir? —La voz de Rhidian la sobresaltó. Se giró para verlo apoyado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados y su mirada fija en ella.—Es extraño —dijo Tara, pasando una mano por su cabello—. Siento como si algo estuviera observándonos.Rhidian se acercó, deteniéndose a su lado.—No es solo tu imaginación. La magia tiene formas de manifestarse cuando se avecina un cambio.Tara lo miró, sus ojos buscando respuestas en su expresión.—¿Crees que Lilith está detrás de esto?Rhidian suspiró.—Es posible. Pero no estás sola en esto, Tara. Estamos juntos, y no voy a
El fuego en la chimenea crepitaba suavemente, llenando la habitación con una luz cálida. Rhidian estaba sentado en uno de los sillones de la biblioteca, su mirada perdida en las sombras danzantes. Tara lo observaba desde el umbral, notando la tensión en su postura. Había algo en él esa noche, algo que no había visto antes: vulnerabilidad.Decidida a descubrir más sobre el hombre que había cambiado su vida, Tara entró en silencio y se sentó frente a él. Rhidian no levantó la vista de inmediato, pero cuando lo hizo, sus ojos estaban cargados de emociones que rara vez mostraba.—¿Quieres hablar de ello? —preguntó Tara suavemente.Rhidian soltó un suspiro y se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en sus rodillas.—Mi pasado no es algo que suelo compartir —admitió—. Pero tal vez ya sea hora de que lo sepas.Tara no dijo nada, solo lo miró con atención, dándole el espacio para continuar.---—Nací en una época donde el caos reinaba —comenzó Rhidian, su voz baja y reflexiva—. Mi padre
El amanecer pintaba el horizonte con tonos anaranjados mientras Tara practicaba con su espada en el jardín trasero de la mansión. Las gotas de sudor resbalaban por su frente, pero no se detenía. Sabía que debía mejorar. Su habilidad estaba creciendo, pero todavía sentía el peso de la responsabilidad que implicaba ser la Última Chispa.Rhidian la observaba desde una sombra cercana, sus brazos cruzados sobre el pecho. Había algo en la manera en que Tara se movía, en la feroz determinación de sus ojos, que lo fascinaba. Sin embargo, también estaba preocupado. Conocer su verdadero poder no solo la había fortalecido, sino que también había atraído una atención no deseada.—Estás perdiendo el equilibrio en el giro final —comentó, rompiendo el silencio.Tara se detuvo, girando hacia él con una ceja levantada.—¿Quieres venir a mostrarme cómo se hace, maestro?Rhidian sonrió, ese tipo de sonrisa que era a la vez desafiante y cautivadora.—Con gusto.Se acercó a ella, quitándose la capa y dese
La noche estaba cargada de oscuridad, una que parecía más espesa y viva de lo que debería ser. Los árboles susurraban con un viento inexistente, y las estrellas, habitualmente brillantes, estaban veladas por una sombra inquietante.En el corazón de un bosque olvidado por el tiempo, una figura encapuchada avanzaba con pasos rápidos, sosteniendo algo envuelto en tela entre sus brazos. La respiración del hombre era pesada, cada inhalación un recordatorio de que el peligro acechaba cerca.—Debemos llegar antes de que ellos lo hagan —murmuró, más para sí mismo que para el pequeño grupo que lo seguía.—¿Estás seguro de que es aquí? —preguntó una mujer detrás de él, su voz tensa pero controlada.—No hay otra opción. Si no lo escondemos ahora, todo estará perdido.El grupo llegó a un claro donde un círculo de piedras antiguas se alzaba como guardianes olvidados. Las runas que adornaban las piedras brillaban débilmente, como si respondieran a la presencia del hombre.Él se detuvo en el c
El bosque Esmeralda siempre había sido un refugio para Tara. Con sus altos árboles que susurraban secretos al viento y el canto de los riachuelos que cruzaban su hogar, era un lugar que prometía paz. Pero esa noche, el bosque parecía diferente. La tranquilidad habitual se sentía como una ilusión, rota por un temblor invisible que crecía en el aire.Tara estaba sola en su cabaña, mirando sus manos con una mezcla de asombro y terror. Desde la extraña luz que había salido de ellas horas atrás, no había podido dejar de pensar en lo que eso significaba. Todo comenzó cuando el hijo de la panadera llegó con fiebre alta, al borde de la muerte. Tara había intentado todos sus remedios habituales, pero nada funcionó. Fue entonces, en un acto desesperado, cuando sintió que algo ardía dentro de ella, una fuerza que no controlaba pero que la obedecía.El niño había sanado al instante. Pero no fue el alivio lo que la consumió después, sino el miedo. Aquella luz, aquel calor, no era natural. Algo e