El aire en la mansión se sentía denso, casi asfixiante, mientras las sombras de la figura trataban de envolver a Tara. Pero ella, con los ojos cerrados y las manos temblorosas, no cedió. En lugar de dejarse consumir por el pánico, se sumergió en su poder, buscando respuestas dentro de la mente de aquella entidad.Las imágenes vinieron como fragmentos de un sueño roto: Lilith, poderosa y majestuosa, gobernando un vasto reino oscuro; un traidor en sus filas, alguien cercano que la había debilitado con un artefacto antiguo. Y luego, el rostro de Tara apareció en esos recuerdos, su linaje claramente vinculado al de Lilith, como si su existencia misma fuera parte de un plan mucho más grande.—¡Lilith! —exclamó Tara, abriendo los ojos de golpe.La figura dio un paso atrás, sorprendida por el uso de su nombre. Las sombras que la envolvían se desvanecieron ligeramente, revelando un rostro pálido, marcado por cicatrices y tiempo.—Así que recuerdas… o al menos, estás empezando a comprender —di
El amanecer pintaba el horizonte con tonos dorados y anaranjados mientras Tara seguía a Elias a través de los extensos jardines de la mansión. Rhidian caminaba detrás de ellos, como una sombra protectora, con los ojos atentos a cualquier movimiento sospechoso. Bella y los demás permanecieron dentro, vigilando la seguridad del lugar.Elias se detuvo bajo un gran roble cuyas ramas extendidas ofrecían sombra y privacidad. Se volvió hacia Tara, su expresión grave pero serena.—Antes de que empieces a comprender lo que significa ser la Última Chispa, debes conocer la verdad sobre el linaje al que perteneces —dijo Elias, apoyándose en su bastón.Tara cruzó los brazos, su mirada llena de determinación.—Entonces empieza a hablar. Estoy cansada de que todos sepan más de mí que yo misma.Elias sonrió ligeramente, como si apreciara su valentía.—Muy bien. Hace siglos, existía un equilibrio entre la luz y la oscuridad, mantenido por un grupo de seres conocidos como las Chispas Eternas. Estas chi
El sol ya comenzaba a desaparecer detrás de las montañas cuando Tara caminó por los pasillos de la mansión, aún con las palabras de Elias resonando en su mente. La Última Chispa. El peso de su linaje y lo que significaba comenzaba a asentarse sobre sus hombros. Pero había algo más que necesitaba descubrir, algo que estaba relacionado con el poder que apenas comenzaba a entender.Tara había sanado a un niño en su pueblo, una herida profunda que le había causado un accidente. El poder había surgido de manera instintiva, sin previo aviso, como una fuerza que fluía a través de ella. Al principio, pensó que había sido un accidente, pero los recuerdos seguían volviendo a su mente. La calidez de su mano, la conexión instantánea, como si algo dentro de ella se hubiera encendido y hubiera respondido de manera natural. Algo profundo que la conectaba con algo mucho más grande que ella misma.Cuando entró en el salón de entrenamiento, encontró a Rhidian practicando con una espada, sus movimientos
El día estaba despejado y tranquilo, pero Tara sentía un torbellino de emociones en su interior. Había pasado las últimas semanas entrenando en la mansión, aprendiendo a controlar el poder de sanación que ya sentía como una parte de ella, pero también enfrentándose a sus propios miedos. Había algo en la profundidad de su ser que la aterraba: no solo el temor de ser incontrolable, sino el miedo a ser incapaz de usar su poder para proteger a quienes amaba.Ese miedo, la inseguridad sobre su propia fuerza, era lo que la frenaba. No quería ser una amenaza para los demás, pero tampoco deseaba ser una víctima. El entrenamiento de Rhidian había sido riguroso, pero lo más importante era el desafío interno que debía superar.—Hoy saldremos del círculo de entrenamiento, Tara —dijo Rhidian una mañana mientras la observaba practicar en el jardín, ahora mucho más concentrada y serena—. El pueblo está cerca, y te necesito con los pies en la tierra. Hay gente allí, personas que dependen de tu habili
La tensión entre Tara y Rhidian no había hecho más que crecer desde aquel beso apasionado. Sin embargo, el día comenzó con una atmósfera diferente, una mezcla de travesura y deseo por parte de Tara, que ahora parecía disfrutar de tener la atención de Rhidian completamente enfocada en ella.---Un Juego de CoqueteoTara había decidido cambiar las reglas. Después de tanto tiempo sintiéndose insegura, había llegado el momento de tomar las riendas de su propio destino, y eso incluía la forma en que se relacionaba con Rhidian. La chispa entre ellos ya era evidente, pero ahora estaba dispuesta a avivarla.—¿Qué tal un poco de entrenamiento, Rhidian? —preguntó Tara, con una sonrisa traviesa mientras jugueteaba con un mechón de su cabello.Él alzó una ceja, observándola con esa mezcla de curiosidad y cautela que siempre la hacía sentir que tenía toda su atención.—¿Qué tienes en mente? —preguntó, cruzándose de brazos.Tara se acercó lentamente, reduciendo la distancia entre ellos. Estaban en
La noche envolvía el bosque en un manto de sombras, pero Tara y Rhidian apenas lo notaban. Todavía estaban atrapados en el momento que compartieron, sus respiraciones entrelazadas, y las palabras de Rhidian resonaban en los oídos de Tara: "No voy a dejar que nada te pase. Nunca."Pero el aire a su alrededor cambió. Una ráfaga helada atravesó los árboles, seguida de un silencio inquietante que hizo que Rhidian tensara su mandíbula. Sus sentidos se agudizaron, y sus ojos se movieron hacia la oscuridad que los rodeaba.—¿Lo sientes? —preguntó Tara, su voz apenas un susurro.—Sí —respondió Rhidian, colocándose instintivamente entre ella y lo desconocido.Antes de que Tara pudiera preguntar qué estaba sucediendo, una figura emergió de las sombras. Era alta, con ojos brillantes que parecían emitir un destello de malevolencia. Su presencia irradiaba peligro, y en su mano sostenía una espada negra que parecía absorber la luz de la luna.—Así que esta es la última chispa —dijo la figura con un
El beso entre Tara y Rhidian había sido un catalizador. Por un instante, todo lo demás desapareció: las amenazas, las preguntas sin respuesta, incluso el agotamiento que pesaba sobre los hombros de Tara. Pero justo cuando el momento podía haber evolucionado a algo más, un sonido lejano de pasos resonó en el corredor fuera de la habitación. Rhidian se separó con un suspiro frustrado, sus ojos brillando con una mezcla de deseo y algo parecido a la exasperación.—Alguien tiene un talento especial para interrumpir, ¿no crees? —dijo él en voz baja.Tara, aún recuperándose de la intensidad del momento, se rió suavemente.—Quizás sea mejor así. Tenemos cosas más importantes de las que preocuparnos.Rhidian negó con la cabeza, sus ojos oscuros y cálidos clavados en ella.—No te equivoques, Tara. Tú eres lo más importante ahora mismo.Ella no tuvo tiempo de responder antes de que la puerta se abriera y Bella entrara con una expresión de urgencia.—Perdón por interrumpir —dijo, su mirada altern
La mansión, que había sido testigo de múltiples enfrentamientos y secretos, comenzaba a sentirse más viva. No era solo por la energía de Tara y Rhidian, sino porque, poco a poco, más aliados llegaban a unirse a la causa. Tara estaba en la biblioteca, hojeando un libro sobre antiguas dinastías mágicas, cuando escuchó voces provenientes del vestíbulo. Una era clara y femenina, con un tono casi musical, y la otra, profunda y firme. Curiosa, dejó el libro y salió para encontrar a Rhidian hablando con dos personas nuevas. La primera era una mujer alta de cabello rojo brillante que caía en ondas hasta su cintura. Sus ojos verdes brillaban con determinación, y llevaba una espada al cinto que parecía brillar con un aura propia. —Tara —dijo Rhidian, alzando la voz para llamarla—, quiero que conozcas a Amara. Amara inclinó ligeramente la cabeza en señal de saludo. —Es un honor conocerte —dijo, su voz suave pero cargada de autoridad—. He escuchado mucho sobre ti. —¿De verdad? —pregunt