El sol ya comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de colores cálidos que contrastaban con la frialdad que Tara sentía en su interior. La mansión, a pesar de su grandeza, le parecía un lugar extraño, vacío, como si las paredes susurraran secretos que no estaba lista para escuchar.Había pasado toda la tarde entrenando, pero algo había cambiado. Mientras se encontraba en el claro, sus poderes se desbordaron de manera que no podía controlar. Y aunque intentaba centrarse en las instrucciones de Rhidian, algo en ella estaba empezando a despertarse.Mientras caminaba hacia su habitación, el eco de las palabras de Caleb y Seraphine resonaban en su mente: "Es solo el principio. Estás comenzando a comprender lo que llevas dentro." Pero Tara no estaba segura de querer comprenderlo.Entró en su habitación, cerró la puerta tras ella y se sentó en la silla frente al escritorio. El diario de su familia estaba abierto, pero su mente no podía concentrarse en él. En lugar de leer, se dejó llevar por las
La mansión estaba envuelta en silencio, salvo por el susurro del viento que se filtraba a través de las ventanas. Tara se encontraba frente al gran espejo de su habitación, observándose detenidamente, como si esperara encontrar una respuesta allí. Su mente seguía atormentada por los descubrimientos de los últimos días: los poderes que ahora comenzaban a desbordarse, las visiones extrañas que la acosaban, y la revelación de que su linaje estaba ligado a Lilith.Su mente vagaba entre los recuerdos recientes, el momento en que Lilith había aparecido ante ella, esa presencia intensa que parecía querer revelarle algo, pero no había dicho nada claro. Lilith no era una figura común. Su historia estaba rodeada de mitos, misterios y leyendas, pero poco se sabía de su caída y lo que realmente había sucedido con ella. ¿Por qué, si había sido tan poderosa en el pasado, ahora parecía tan vulnerable?Era tarde, y el resto de la mansión ya había quedado en silencio. Rhidian, Bella, Caleb y Seraphine
Tara despertó antes del amanecer, como solía hacerlo desde que se encontraba en la mansión. Aunque la casa estaba sumida en un silencio profundo, sus pensamientos no lo estaban. Se sentó en el borde de la cama, respirando profundamente, intentando calmar las emociones que corrían a través de ella. Aún no podía creer lo que había descubierto sobre sus poderes, especialmente aquel que le permitía leer las mentes de las personas.La noche anterior, Rhidian le había explicado que los poderes de Lilith y los suyos estaban conectados, pero él también le advirtió que debía aprender a controlarlos antes de que pudieran consumirla. El poder de leer la mente era algo tan profundo y abrumador que le parecía imposible dominarlo. Cada pensamiento ajeno se filtraba en su conciencia como un torrente de información. Y, aunque al principio creyó que era una habilidad interesante, pronto se dio cuenta de que no podía escapar de las voces que nunca cesaban.Se levantó lentamente, mirando por la ventana,
El sol comenzaba a caer lentamente, tiñendo el cielo de un rojo profundo. Tara caminaba a través de los pasillos de la mansión, su mente aún luchando por comprender lo que había aprendido ese día. Aunque había logrado bloquear los pensamientos ajenos y había empezado a entender el alcance de su poder, algo la inquietaba. Había tocado algo más profundo en su interior, un rincón oscuro que no comprendía del todo.Al llegar al salón principal, vio a Rhidian y Bella conversando en voz baja, sus expresiones serias. Los dos se giraron al mismo tiempo cuando Tara entró. Rhidian, como siempre, la observó con una intensidad que casi la hacía sentir vulnerable.—Tara, necesitamos hablar —dijo Rhidian, acercándose a ella. Su voz era grave, pero no había ira en ella, solo una preocupación que parecía salir de lo más profundo de su ser.Tara asintió y se sentó en el sillón cerca de la chimenea. Estaba agotada, pero sabía que este era un momento crucial. No podía seguir ignorando lo que estaba suce
La noche se había vuelto inquietantemente silenciosa después de la aparición de la figura en el jardín. Tara, aún conmocionada, se dejó caer en uno de los sofás del salón, intentando calmar su respiración. Las palabras de la figura resonaban en su mente: "El poder que llevas dentro de ti es mío". ¿Qué significaba eso? ¿Quién era esa persona y cómo conocía tanto sobre ella?Rhidian estaba de pie junto a la ventana, mirando hacia el exterior, con las manos apretadas en puños. Bella, por su parte, se paseaba de un lado a otro, claramente alterada.—No podemos ignorar esto, Rhidian —dijo Bella finalmente, rompiendo el silencio. Su tono era firme, casi acusador—. Esto no es solo una amenaza para Tara. Es una amenaza para todos nosotros.Rhidian asintió lentamente, pero sus ojos seguían fijos en el jardín vacío.—Lo sé. Pero necesitamos más información antes de actuar. Tara aún no está lista para enfrentarse a algo de esa magnitud.Tara levantó la cabeza, sintiendo una mezcla de indignación
El aire en la mansión se sentía denso, casi asfixiante, mientras las sombras de la figura trataban de envolver a Tara. Pero ella, con los ojos cerrados y las manos temblorosas, no cedió. En lugar de dejarse consumir por el pánico, se sumergió en su poder, buscando respuestas dentro de la mente de aquella entidad.Las imágenes vinieron como fragmentos de un sueño roto: Lilith, poderosa y majestuosa, gobernando un vasto reino oscuro; un traidor en sus filas, alguien cercano que la había debilitado con un artefacto antiguo. Y luego, el rostro de Tara apareció en esos recuerdos, su linaje claramente vinculado al de Lilith, como si su existencia misma fuera parte de un plan mucho más grande.—¡Lilith! —exclamó Tara, abriendo los ojos de golpe.La figura dio un paso atrás, sorprendida por el uso de su nombre. Las sombras que la envolvían se desvanecieron ligeramente, revelando un rostro pálido, marcado por cicatrices y tiempo.—Así que recuerdas… o al menos, estás empezando a comprender —di
El amanecer pintaba el horizonte con tonos dorados y anaranjados mientras Tara seguía a Elias a través de los extensos jardines de la mansión. Rhidian caminaba detrás de ellos, como una sombra protectora, con los ojos atentos a cualquier movimiento sospechoso. Bella y los demás permanecieron dentro, vigilando la seguridad del lugar.Elias se detuvo bajo un gran roble cuyas ramas extendidas ofrecían sombra y privacidad. Se volvió hacia Tara, su expresión grave pero serena.—Antes de que empieces a comprender lo que significa ser la Última Chispa, debes conocer la verdad sobre el linaje al que perteneces —dijo Elias, apoyándose en su bastón.Tara cruzó los brazos, su mirada llena de determinación.—Entonces empieza a hablar. Estoy cansada de que todos sepan más de mí que yo misma.Elias sonrió ligeramente, como si apreciara su valentía.—Muy bien. Hace siglos, existía un equilibrio entre la luz y la oscuridad, mantenido por un grupo de seres conocidos como las Chispas Eternas. Estas chi
El sol ya comenzaba a desaparecer detrás de las montañas cuando Tara caminó por los pasillos de la mansión, aún con las palabras de Elias resonando en su mente. La Última Chispa. El peso de su linaje y lo que significaba comenzaba a asentarse sobre sus hombros. Pero había algo más que necesitaba descubrir, algo que estaba relacionado con el poder que apenas comenzaba a entender.Tara había sanado a un niño en su pueblo, una herida profunda que le había causado un accidente. El poder había surgido de manera instintiva, sin previo aviso, como una fuerza que fluía a través de ella. Al principio, pensó que había sido un accidente, pero los recuerdos seguían volviendo a su mente. La calidez de su mano, la conexión instantánea, como si algo dentro de ella se hubiera encendido y hubiera respondido de manera natural. Algo profundo que la conectaba con algo mucho más grande que ella misma.Cuando entró en el salón de entrenamiento, encontró a Rhidian practicando con una espada, sus movimientos