Daba bocanadas de humo, formando espirales con su boca, si estuviera en este momento Sebastián le estaría dando un sermón sobre el uso de la nicotina sobre el cuerpo y la importancia de cuidar el equilibrio energético. Sonrió ante la idea de cabrear a Sebastián, hablaría con Maurice para ello. A su costado, una desmadejada Susan, que había colapsado por la tanda de orgasmos a la que la llevo. Sus piernas se veían preciosas con las marcas de las mallas, sutiles pero preciosas. Su celular vibro, anunciándole que ya era hora de partir, había sido un encuentro excelente.
Por lo general se desaparecía al final de cada encuentro sexual, pero le causaba curiosidad que no lo hacía con ninguna de sus sumisas, ni con María porque en la mayoría de las ocasiones quien se encargaba del after care después de cada sesión era Pet, algunas ocasiones el asum&i
—¿Qué quieres decir con que fue cancelada la misión? —la cautela floto en su ser, estaba en una minúscula habitación durante tres meses en un hotel de mala muerte en Etiopía. Los zancudos lo tenían hecho un queso de tantas picaduras que tenía en su piel, ni con el camuflaje se había podido escapar de la maldita tortura, y lo peor del asunto, es que no se podía quitar nada, tenía que sufrir en silencio.La peluca le había ocasionado alergia, el maldito de Maurice le había metido polvos pica pica hace tres días, al encontrarlo corriendo tras unas vacas en la calle: -limpio, su figura reconocible, no se ocultaba-, y no supo que caracoles estaba haciendo allí, y menos porque perseguía a las vacas, pero lo que si fue seguro es cuando se detuvo, lo miro, para soplar sobre su cara algo indistinguible haciéndolo estornudar reiteradas vece
Maurice parecía estar disfrutando demasiado de la situación, en su mano un taser era examinado con suma concentración, mientras que a sus pies estaba uno de los hombres que había herido a su querida hermanita María.—¿Le dolerá? —pregunto al aire, dudando un poco.—Por… por favor —suplico la voz a sus pies.—Perdón, tengo un problema auditivo —accionando por veinteava vez el sistema eléctrico que envió su carga eléctrica al hombre sangrante en el piso a sus testículos—, es que no estoy seguro de lo que pides, bicho —propinándole una patada a sus costillas—, ¿Qué es lo que pides? Yo solo quiero que me des el nombre de tu jefecito.Afuera, Nikoleta era controlada por Sebastián de milagro, era tal el nivel de furia que jamás le había visto desde pequeñ
Papá me observa con esa tensa sensación de que cometí un error muy grande, ojeo rápidamente a mamá, que no sonríe para nada. Miro hacia atrás, mi habitación es un desastre, creo, no estoy muy seguro. Maurice se cae cada dos pasos, la botella en la esquina de mi cama, no ayuda nada, Peter se arrastra debajo de la cama, no sé qué busca, pero parece desesperado, Paul cuelga por la ventana, ni idea por qué esta allí, y Sebastián duerme a mi lado, se ve algo verde.Mamá hace una señal con la cabeza, mi padre asiente, saliendo por la puerta, mientras ella se dirige hacia Paul, para levantarlo con cuidado, llevándolo a la cama y acomodarlo; luego se agacha para buscar a Peter quien pega un grito de niña al ser arrastrado por el piso hasta quedar fuera de la cama, y le veo proteger algo con cuidado, veo muy borroso, suelto una risa tonta, ni yo me en
La fiesta estaba en su máximo apogeo, Sebastián miraba desconcertado el inmenso acuario que el Al-Fayette había introducido hasta el caluroso desierto; un Maurice se abanicaba con lo primero que había encontrado en su camino; Nikoleta había sucumbido ante los dátiles y como una adolescente estaba acaparando todo; Paul hablaba con Samira sobre chocolates, habían descubierto que ella era una promotora de cacaoteros de un país centroamericano, y no podían ambos dejar de hablar de todo lo que podrían hacer; Peter se había marchado al balcón más cercano para mirar la ciudad entre las doradas arenas; mientras que él estaba en un juego de ajedrez con Al-Fayette, quien no se dejaba engañar fácilmente por los movimientos.—Escuche de un nuevo Maese —menciono Al-Fayette—, pero no lo conozco aún.—¿Cuál es su
Como había sido predicho, Peter sucumbió al cansancio. Todos se habían esforzado por alcanzar en sus graduaciones a Sebastián y Paul. El viaje a Arabia solo había sido una excusa para descansar sus mentes agotadas por graduarse al mismo tiempo, por ventanilla como habían convenido, no eran amigos de exhibirse ante tanto público, Aprovecho para revisar los papeles del ejército, a pesar de lo que le dijo Sebastián meses atrás, él no quería esperar más meses para ingresar al ejército. Observo a la azafata, una hermosa piel negra, unos ojos verdes, una combinación misteriosa, y como era una ocasión inaudita no intento conquistarla, solo se centro en llenar la papelería que tenía a su costado Peter respiraba suavemente, su cabello estaba largo, lo que lo dejo pensativo tocándose su largo cabello, al llegar a casa, debía cortarlo. —Es muy bonito —escucho una voz detrás suya, una pequeña mano tenía un mecho de su roja cabellera. Giro la cabeza, para encontrarse a una pequeña que le miraba
El viaje lo llevo esta vez a Rusia, la exposición de arte a la que fue invitado le permitía buscar algo de decoración para sus clubes. Cinco años habían pasado, se habían separado, su carrera militar había despegado unos meses después de la partida de Sebastián a Japón, los ingenieros militares alemanes le dieron la bienvenida con los brazos abiertos por sus nuevas técnicas; hasta que llego la propuesta de Interpol. Hoy estaba en descanso, sus hermanos le apoyaron con los ojos cerrados cuando inicio los clubes de jazz, y en este momento estaba a punto de inaugurar el quinto en Alemania. A su alrededor, las mujeres eran exuberantes, Paul se había marchado media hora atrás para ir a su misión. Su vodka estaba calentándose, así que se acercó a la zona de bebidas, y allí la vio, la mujer sexy de la noche; delgada, tal vez rondaría sus diecinueve años, la piel marmolea, y la melena roja como la de él. Su polla latió con fuerza, su letargo de veinticuatro horas de
La luz entraba a raudales por la claraboya del ático donde estaba escondido; para su mala suerte no pudo ir a la cita con la alta y delgada pelirroja de la exposición en Moscú, y para empeorar las cosas, no tenía su número telefónico, suspiro de nuevo. Ahora, debía buscar la evidencia en esa multitud de polvo apilada por décadas, el caso había salido pocas horas después de su encuentro, y se encontraba en el centro de Rumania, buscando a un espíritu. Sí, así se lo había dicho Sebastián, un espíritu. Él no era de creer cosas del más allá, era bastante incrédulo en esos asuntos, esa era un área para Sebastián, quien había sido criado por un hombre que siempre hablaba de las almas o energía del mundo japonés. Zorros con muchas colas, mapaches habladores y un sin número de criaturas y entidades de la cultura mística japonés, hasta tenían un dios para las verduras. Escucho el ruido debajo de él, el dueño de casa había regresado, era muy silencioso en sus
La sumisa los observo algo confundida, solo había dicho una palabra el hombre pelirrojo, dejando a todos en un estado de asombro. Popescu la había cedido, nada más así, jamás lo había hecho, ni con amos que eran mucho mayores, y ahora, estaba ante estos dos jóvenes que la miraban risueños.—Mi Amo, —se acercó a Popescu—, no estoy segura de esto.—Vamos —le sonrió, dándole palmadas suaves en el hombro—, tienes que aprender a confiar en tu Amo.—No sé porque la tratas con tanta dulzura —hablo un tercero en la situación—, ella simplemente debe agachar la cabeza y listo. No importa lo que le hagan, y estos dos bebés a duras penas saben cómo cambiarse los pañales —mirándolos con inquina, a lo que Christopher y Maurice solo sonrieron.La joven agacho la cabeza, ten&iac