Estuvo horas en la misma posición, había sido arrestado en Ruanda porque lo permitió, iniciar la pelea no había sido difícil, pero estaba siendo torturado sosteniendo el travesaño de madera bajo el ardiente sol africano. Las diferencias entre las tribus durante los siglos se habían intensificado, las masacres fueron un paso para dejar una nación devastada ante la crueldad que se vivió, pero estaba a un paso de colapsar y estar treinta y dos horas sin tomar líquido no era divertido. Recibió un inesperado latigazo, ese perro ni siquiera sabía utilizarlo bien, si tuviera después tiempo le enseñaría que era un Maese en toda regla.
Por ahora debía aguantar hasta donde pudiera, medio levanto su mirada para ver a los otros torturados, a uno le estaban quemando la planta de los pies, sus gritos eran desgarradores, esperaba correr mejor suerte, por instinto
La suavidad en su entorno era placentera, su cuerpo estaba renovado, aspiro con fuerza al salir de su limbo onírico, parpadeando al verse conectado a una máquina; a un costado una mano sostenía la suya, bajo su mirada para ver a Alena dormida en una pose nada agradable para la columna, miro a su alrededor, suspirando. Su movimiento fue suave, tomando de las axilas a su princesa, para acostarla junto a él, las ojeras en ella eran pronunciadas, preguntándose cuanto tiempo estaba en el hospital. Un grito lejano, le hizo observar detenidamente a su pelirroja, esperando que durmiera. Se elevó, cubriéndola con la manta que tenía, desplazándose a la puerta abierta, miro a cada lado del corredor, y arrastro su líquido hasta llegar al sitio que deseaba, dándole un susto de muerte a los tres enfermeros que estaban allí.—Me pueden quitar esto, ya me siento mejor.—&ie
Maurice le hablaba sobre la arquitectura del lugar, feliz por estar allí, mientras este asentía a todo lo que le decía interesado hasta el momento que ve a su bailarina. La estudio, escondiéndose con habilidad entre las personas, con su hermano pegado como una lapa quien no deja de hablar sobre el diseño de la construcción rusa.—Ella fue la chica que conocí hace unos días —se la señalo—, me dijo que le gustan los tríos.—Te estas demorando —le apremio.No alcanzo a dar un paso, cuando la vio saludar a otras mujeres, luego se acercó un hombre con una tableta dándole indicaciones. Las vieron alejarse, giro para ver a Maurice quien se encogía de hombros.—Te conozco lo suficiente para saber que no dejaras pasar esta oportunidad para follarla —dijo Christopher.—Que te puedo decir —se acicalo
No había sido difícil convencer a Susan que los acompañara al hotel que había llamado Maurice, el muy imbécil la había subido a su hombro como un costal, sin importarle las miradas del resto de mujeres y hombres en el local, que pocos minutos atrás habían estado cantando a pulmón con ZAZ. Subiendo a la parte trasera de la camioneta con ella, para sentarla en su regazo. Le había dado un golpe en el rostro, que seguramente le daría un maravilloso hematoma dentro de unas horas, esta mujer era de armas tomar.—Mi princesa, ¿quieres algo para cenar? —le pregunto antes de cerrar la puerta del vehículo.Ella negó —Solo deseo comerte a ti, estuve muy preocupada este tiempo. —rosando su rostro con los dedos, como si fuera el toque de una mariposa.—Tus deseos, son mi placer —atrapo un dedo entre sus labios, succioná
Cuatro años habían pasado como un suspiro, Soledad cantaba mal entonada al ritmo que Maurice llevaba la melodía, le veía fruncir el ceño sabiendo que a él le molestaba esa actitud por su parte, años conociéndose la llevaron a este momento, en el cual no pretendía caer invitada.La joven que ellos habían conocido, se había convertido en una empedernida viciosa de los juegos en línea, o era mejor decirle, la creadora más hábil de juegos en línea. Se había adentrado en un mundo que para muchos sería absurdo, pero ella estaba inundada de solicitudes con grandes compañías, y para sorpresa de todos, solo se quedó con una pequeña, casi desconocida, pero eso había sido un acierto.Le lanzo a Christopher una manzana que le pego de lleno en la cabeza, haciéndole girar la cabeza, alejándose de la b
Se necesitaba una búsqueda fuerte, el hombre ya no estaba en el apartamento, no se sabía hacia cuanto tiempo se habría marchado, y el apartamento estaba limpio, ni una mota de polvo. Se inclino en el piso, donde le pareció ver brillar algo, pero solo era el reflejo de la luz. A su espalda, Maurice buscaba con su sensor por las paredes, para ver si encontraba algo fuera de lugar, pero era infructuoso. Dio golpes suaves al piso, nada.—¿Nada? —Soledad pregunto parada en una esquina.—Limpio —dijo Christopher.—Yo debo regresar a París —suspiro Maurice—, Niki ya tiene en caza al hacker —acercándose a Soledad—. No te metas en problemas —y lo decía muy en serio—, vendré si me necesitas —inclinándose para besarle la frente.Christopher no se despidió, estaba concentrado pensando por qué el h
Daba bocanadas de humo, formando espirales con su boca, si estuviera en este momento Sebastián le estaría dando un sermón sobre el uso de la nicotina sobre el cuerpo y la importancia de cuidar el equilibrio energético. Sonrió ante la idea de cabrear a Sebastián, hablaría con Maurice para ello. A su costado, una desmadejada Susan, que había colapsado por la tanda de orgasmos a la que la llevo. Sus piernas se veían preciosas con las marcas de las mallas, sutiles pero preciosas. Su celular vibro, anunciándole que ya era hora de partir, había sido un encuentro excelente.Por lo general se desaparecía al final de cada encuentro sexual, pero le causaba curiosidad que no lo hacía con ninguna de sus sumisas, ni con María porque en la mayoría de las ocasiones quien se encargaba del after care después de cada sesión era Pet, algunas ocasiones el asum&i
—¿Qué quieres decir con que fue cancelada la misión? —la cautela floto en su ser, estaba en una minúscula habitación durante tres meses en un hotel de mala muerte en Etiopía. Los zancudos lo tenían hecho un queso de tantas picaduras que tenía en su piel, ni con el camuflaje se había podido escapar de la maldita tortura, y lo peor del asunto, es que no se podía quitar nada, tenía que sufrir en silencio.La peluca le había ocasionado alergia, el maldito de Maurice le había metido polvos pica pica hace tres días, al encontrarlo corriendo tras unas vacas en la calle: -limpio, su figura reconocible, no se ocultaba-, y no supo que caracoles estaba haciendo allí, y menos porque perseguía a las vacas, pero lo que si fue seguro es cuando se detuvo, lo miro, para soplar sobre su cara algo indistinguible haciéndolo estornudar reiteradas vece
Maurice parecía estar disfrutando demasiado de la situación, en su mano un taser era examinado con suma concentración, mientras que a sus pies estaba uno de los hombres que había herido a su querida hermanita María.—¿Le dolerá? —pregunto al aire, dudando un poco.—Por… por favor —suplico la voz a sus pies.—Perdón, tengo un problema auditivo —accionando por veinteava vez el sistema eléctrico que envió su carga eléctrica al hombre sangrante en el piso a sus testículos—, es que no estoy seguro de lo que pides, bicho —propinándole una patada a sus costillas—, ¿Qué es lo que pides? Yo solo quiero que me des el nombre de tu jefecito.Afuera, Nikoleta era controlada por Sebastián de milagro, era tal el nivel de furia que jamás le había visto desde pequeñ