CAPITULO 20

Helena se quedó dormida. Al día siguiente se  despertó otra vez  con dolor de cabeza, se levantó, duchó, se vistió con un jean y un top corto sin mangas, llevando encima un abrigo, pero abierto.   Así que para evitar encontrarse con la mujer esa otra vez, esperaría hasta última hora.

Siendo casi las siete de la mañana, tocan la puerta, al levantarse y abrir, lo observa ahí de pie en el umbral de la misma y con un rostro de pocos amigos, además de una mirada implacable.

—¿Qué quieres? —preguntó ella, desviando la mirada.

—Que bajes para que desayunemos, el vuelo salía a las siete —tomándola por la barbilla y haciendo que lo mire al hablar.

—Ya bajo —respondió ella tratando de esquivar su penetrante mirada.

—Helena, no me sigas provocando, ven y baja conmigo. Ya deberíamos estar allá. Me quedé dormido —confirmó frunciendo el ceño.

—Me imagino, después que te desahogaste, con tu invitada, con razón tienes esas horrible

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