Situación escabrosa.Alex se había quedado de piedra después de escuchar la explicación de Bruce y la posterior confirmación realizada por parte de Sophia.El pobre había tenido que retirarse confundido y preocupado por haber hecho aquello que para él ahora parecía haber sido un espectáculo ridículo. Sophia sabía que el médico lo había hecho con la mejor intención del mundo, pero todo había terminado con una confusión absoluta en la que ella, ni de lejos, podía explicarle que todo eso no era más que una completa locura.Alex se había ido, pero había dejado un infierno encendido detrás de sí, pues antes de despedirse le llamó a ella por su verdadero nombre.—Espero que todo esté bien, Sophia.Bruce no dijo nada al momento y se contuvo para no hacer una escena ahí en medio del pasillo del hospital.Bruce, con mucha calma, le pidió que le siguiese hasta la terraza del hospital, donde se encontraba un espacio donde los visitantes y el personal podían pernoctar durante los almuerzos. Ella
Una cenicienta en apuros Cinco años atrás Sofía y su hermana mayor, Lucia, apenas habían vuelto a la casa, destrozadas luego de ver como sepultaban a su padre en un funeral triste y con pocos asistentes, cuando les tocó enfrentarse a ella.―Su padre ya está en la tumba, así que ustedes ya no son mi problema, esta misma tarde necesito que salgan de la casa ―espetó Rut, quien había sido su terrible madrastra los últimos dos años desde la muerte de su madre.La muerte de su padre se había desarrollado en circunstancias sospechosas y ahora les tocaba lidiar con ese problema.―Esta era la casa de nuestro padre, tú no tienes ningún derecho―le reclamó Lucia, quien era más volátil que su hermana.― ¡Callate mocosa! ―le gritó Rut esgrimiendo ante ella un documento firmado de puño y letra por el difunto―…. Su padre lo dejó en claro en su testamento, todo esto ahora le pertenece a mi pequeña Rebeca.Las protestas de las dos hermanas fueron inútiles. Lucia apenas era mayor
Heridas abiertas― ¿Tomar el lugar de su hija?―Exactamente… es justo lo que acabo de decir, no hace falta que lo vuelvas a repetir.Rut miró con desdén a la pobre Sofía, que se había quedado pasmada frente al escritorio al escuchar el ofrecimiento de la que había sido su madrastra. Ella no había perdido tiempo para hacer el ofrecimiento. Apenas salió Bruce de su oficina, ella se había puesto manos a la obra.―Lo siento, señora Rut, es solo que la idea me resulta absurda, ¿Cómo aspira que acepte casarme con un hombre que no conozco?Sofía se movía nerviosa ante la mirada repleta de odio de esa mujer.Ellas nunca se habían llevado bien, pero el nivel de absurdo de ese ofrecimiento sobrepasaba con creces cualquier noción de sana interacción entre ellas.―Mira niña, deberías agradecerme, literalmente te estoy ofreciendo la salvación para ese mocoso: Tú te casarás con ese sujeto tomando el lugar de mi bella Rebeca y a cambio yo me comprometo a cubrir todos los gastos del hospital y la op
No más que un trámite―La última puerta al final del corredor―le dijo la mujer de la recepción que la miraba de los pies a la cabeza. Sofía se encontraba completamente incómoda con esa ropa―Gracias —le dijo Sofía. — Pero si puede prestarme atención, le aseguro que no es un buen momento. El señor Bruce se encuentra cabreado por algo que le salió mal.Sofía asintió con los puños apretados y la mandíbula rígida.―Dígale que soy Rebeca Benz, yo me encargaré del resto.La mujer de la recepción asintió y le indicó que podía seguir su camino.Sofía llevaba la ropa que Rut le facilitó y además iba peinada y maquillada como una modelo de pasarela.Su belleza natural se encontraba acentuada de una manera esplendorosa.Cuando al fin llego frente a la puerta que la mujer le indicó, Sofía estuvo a punto de tocar el timbre, pero la puerta se abrió frente a ella y un sujeto vestido de traje y de porte militar le salió al encuentro:― ¿Usted es la señorita Rebeca Benz? ―le preguntó aquel gorila.
El infierno en vidaBruce estaba cabreado a más no poder.―Directo a mi oficina ―le indicó a uno de sus guardaespaldas que iban escoltando a su nueva «esposa» cuando llegaron a la casa.Ellos ni siquiera habían viajado en el mismo coche. Bruce se había ido es su propio auto superdeportivo, mientras que Sofía había estado obligada a viajar en compañía de los guardaespaldas de Bruce.La casa de Bruce era una mansión campestre en las afueras de la ciudad. Sofía estaba impresionada por el lujo de ese hogar, pero tras la orden directa de su nuevo esposo, no tuvo tiempo de hacer nada más.―Como ordene, señor―respondió uno de los sujetos que respondía al nombre de Tom.Sofía entonces fue dirigida a una estancia cuyas paredes se encontraban cubiertas en su totalidad con estantes repletos de libros. Una chimenea ardía al fondo y un enorme escritorio gobernaba el centro de esa oficina.Los guardaespaldas dejaron a Sofía de pie frente a su jefe y salieron del lugarBruce saboreaba las palabras q
Un acuerdo y una traición.―El señor Evans ha dejado en claro que si quiere salir, primero debe comer para que recupere las fuerzas ―Tom le había dado las indicaciones necesarias para cumplir a cabalidad lo que había sido la voluntad del jefe y dueño de la casa―. No puede de ninguna manera poner en riesgo su acuerdo de confidencialidad y debe volver a la casa antes de las ocho de la noche.Sofía repasaba en su mente estas palabras del guardaespaldas que parecía un buen tipo; Rick, por otra parte, era un sujeto que le caía bastante mal, por eso se sintió agradecida de que el mensajero fuese Tom en ese caso.Ella cumplió su palabra comiendo lo suficiente antes de irse directo al hospital.Ella quería pensar en cuál era el motivo para que Bruce diese un cambio así de radical, pero durante una semana había tenido en la cabeza la preocupación de no saber nada de su pequeño.Tomas no era su hijo natural: Tomas en realidad era su sobrino, hijo de su difunta hermana mayor, quien había muerto
Confrontación indeseada Bruce estaba cabreado. Su día había sido terriblemente sofocante, no por las interminables juntas con los inversionistas ni por las incesantes quejas sobre las nuevas políticas de mercado, sino por esa incomodidad que le agobiaba el alma. Aun después de varias horas aún no podía sacar de su cabeza esa idea de haber sido demasiado blando con la chiquilla malcriada de su esposa. Algo no andaba mal, él normalmente no era así. Bruce aún se mantenía firme en su intención de proceder sin remordimiento con su plan de venganza, pero de alguna parte de su cabeza había surgido la idea de que darle un poco de confianza a la hija de su enemigo haría que ella dejara de ser un problema, por lo menos en lo que terminaba de solventar el asunto en la empresa. Por lo pronto solo quería respirar y tener un rato libre. No quería llegar a la casa para tener que lidiar con aquel asunto de su matrimonio falso, por lo menos no todavía. Bruce sacó su teléfono y marcó a su hombre d
Complejo despertar. Sophia estaba paralizada del miedo. En su mano aún sostenía aquella barra de metal con la que había golpeado al sujeto que estuvo a punto de matar a Bruce. La adrenalina del momento le había empujado a reaccionar y actuar por puro instinto. Ella sabía qué estar en ese lugar haciendo ese trabajo significaría exponerse a esas situaciones, con sujetos atrevidos, con poco entendimiento de los límites del respeto, pero jamás pensó que en su primera noche trabajando para conseguir el dinero para Tomas, le tocase enfrentar una situación de esa magnitud. Ahora estaba ahí de pie, delante de dos hombres que permanecían inconscientes por su enfrentamiento. De como había reaccionado Bruce de esa manera para salvarla a ella de su situación, era algo que Sophia aún no alcanzaba a procesar. “¿Me habrá reconocido?”, era la pregunta que más le aturdía, pues ella había seguido el consejo de las otras chicas, por lo cual se había colocado esos lentes de contacto de color azul