Heridas abiertas
― ¿Tomar el lugar de su hija?
―Exactamente… es justo lo que acabo de decir, no hace falta que lo vuelvas a repetir.
Rut miró con desdén a la pobre Sofía, que se había quedado pasmada frente al escritorio al escuchar el ofrecimiento de la que había sido su madrastra.
Ella no había perdido tiempo para hacer el ofrecimiento. Apenas salió Bruce de su oficina, ella se había puesto manos a la obra.
―Lo siento, señora Rut, es solo que la idea me resulta absurda, ¿Cómo aspira que acepte casarme con un hombre que no conozco?
Sofía se movía nerviosa ante la mirada repleta de odio de esa mujer.
Ellas nunca se habían llevado bien, pero el nivel de absurdo de ese ofrecimiento sobrepasaba con creces cualquier noción de sana interacción entre ellas.
―Mira niña, deberías agradecerme, literalmente te estoy ofreciendo la salvación para ese mocoso: Tú te casarás con ese sujeto tomando el lugar de mi bella Rebeca y a cambio yo me comprometo a cubrir todos los gastos del hospital y la operación. Todos ganamos.
Sofía quedó anonadada por el ofrecimiento. Realmente era algo demasiado bueno para ser verdad y de hecho así era. La trampa estaba en ese matrimonio forzado.
―Señora Rut, es muy amable al ofrecerme esto, pero no creo ser capaz de poder aceptar entregarme a un hombre desconocido solo por un acuerdo.
Sofía terminó de decir aquello y de inmediato, Rut, estalló en cólera.
La mujer de edad madura, de rostro redondo y cabello dorado, se acercó a la joven de cabello negro que iba vestida con su uniforme de servicio.
― ¡Eres una malagradecida! ―le gritó Rut en la cara antes de descargar una bofetada contra el rostro de Sofía, quien no tuvo tino para reaccionar―…. Esto me pasa por querer obrar de buena fe.
― ¡No, señora Rut, por favor!
Sofía intentaba defenderse de la mujer, pero ella la respetaba demasiado como para poder faltarle.
Rut la tomó del brazo y la llevó a la fuerza hasta la puerta de la casa mientras Sofía sollozaba intentando justificarse.
― ¡Estás despedida, te quiero lejos de mi vista! ¡Tú no eres más que una aprovechada! ―Rut profería aquel discurso en voz alta para que todos la escuchasen― ¡Tu padre se avergonzaría al enterarse de la mujer en la que te has convertido!
Sofía estaba destruida; al problema de salud de su hijo ahora se le sumaba todo aquel desconcierto de haber perdido su trabajo.
―¡Señora, por favor, necesito el trabajo para ayudar a mi hijo! ―le suplicaba Sofía.
―No me importa ¿Y sabes qué? Ahora moveré todas mis influencias para que nadie te vuelva a contratar y para que aprendas que no se muerde la mano de quien te da de comer.
Rut dijo esto y de inmediato empujó a Sofía fuera de su casa.
Sofía cayó en la acera cuando la puerta se cerró detrás de ella.
Su situación se había complicado al extremo.
* * * * *
―Maldita sea mi suerte―espetó Bruce, quien había bebido hasta el fondo el contenido de aquella copa que su amigo le había servido.
El bar a esa hora de la tarde se había encontrado a medio llenar, pero Bruce ordenó de inmediato que todo el lugar fuese desalojado.
Él necesitaba estar solo para beber con su amigo Lian, el dueño del bar.
―Hombre, pero no puede ser tan malo ―le dijo Lian, quien se encontraba preocupado, pues nunca había visto a Bruce beber tanto.
― ¡¿Que no puede ser tan malo?! ―bufó Bruce con desgano― ¿Acaso me estás escuchando?
―Si Bruce, lo entiendo, tienes que casarte con una chica desconocida para cumplir la última voluntad de tu abuelo…. Mira Bruce, pero si ni siquiera sabes si la chica es una mujer guapa, algo bueno puede salir de todo esto.
― ¡Joder Lian! ¡Eso es lo que menos me importa! Desde que me enteré que la hija de Rut es también la hija de Roman, mi cabeza no deja de pensar en eso… he llegado incluso a sentir náuseas solo por pensar que debo casarme con la hija de ese malnacido.
― ¿Aún lo odias por lo que le hizo a tu madre?
―Sabes que solo fui criado para odiar… sabes más que nadie que yo no puedo sentir amor ni simpatía, eso se lo debo a la crianza de mi abuelo…. ¿Cómo se te ocurre entonces pensar que puedo haber perdonado al bastardo que asesinó a mi padre?
Lian asintió entendiendo que no había manera de argumentar en contra de la afirmación del que estaba a punto de convertirse en el jefe supremo de la mafia de la ciudad.
―Tienes razón hombre ―susurró Lian mientras llenaba de nuevo la copa de Bruce―… ¿Y qué piezas hacer entonces?
Bruce bebió con desespero aquel licor, entonces miró a su amigo y le dijo:
―Voy a casarme con esa mujer y le haré vivir el peor infierno de su vida… cuando ella sufra como una condenada buscará él apoyó de su padre, entonces yo podré saldar cuentas con ese infeliz.
* * * * *
―Su hijo ha empeorado, si no encuentra el medicamento para mañana en la tarde, posiblemente no sobreviva.
Le dijo el doctor a Sofía cuando ella llegó para saber de su pequeño.
Aquella noticia le devastó, pero ella no iba a darse por vencida.
De inmediato había comenzado a buscar un nuevo empleo, pues Rut le había echado de su casa sin siquiera cancelar la deuda por sus últimos días de servicio.
Había pasado un día desde su despido injustificado.
Sofía pasó toda la noche y la mitad de la siguiente mañana tratada de encontrar algún empleo, pero Rut había cumplido su promesa: En ningún sitio parecían dispuestos a darle trabajo a la que se había convertido en la enemiga de Rut Benz; esa mujer era muy poderosa.
Con el ánimo destrozado, cansada, hambrienta y sin ninguna otra opción, Sofía entendió que no podía dejar morir a su niño, entonces se presentó a la casa de Rut para aceptar aquella terrible propuesta.
La sorpresa que ella se llevó fue absoluta: El lugar estaba destrozado y Rut estaba con el odio a flor de piel.
― ¡¿Qué demonios estás haciendo aquí, desgraciada, traidora?! ―le gritó Rut, apenas la vio frente a ella.
Sofía no sabía qué decir, parecía que un terremoto hubiese desolado aquel lugar.
―Solo quería aceptar su propuesta, señora Rut… mi hijo está muriendo, estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario para salvarlo ―susurró Sofía en medio de sollozos.
La pobre estaba destrozada por su propia suerte.
Ella amaba al pequeño Tomas, por lo que estaba dispuesta a sacrificarse si no había otra alternativa para salvarle.
― ¡Infeliz! Date cuenta de que ya no hay tiempo… el diablo vino a cobrar la deuda y no tuve a nadie que tomara el lugar de mi bella Rebeca… ahora mismo debe estar por enviar a sus esbirros para que terminen de acabar conmigo.
Sofía quedó impactada por escuchar aquello. Definitivamente, ese hombre hacía justicia a su apodo.
―Pero debe haber alguna solución ―exclamó Sofía llena de desesperación.
―Solo si eres capaz de ir a su oficina y arrodillarte ante él para pedirle que nos perdone… de resto puedes considerarme una mujer muerta y si yo me muero, tu hijo se muere conmigo ―bufó Rut con creciente odio.
Sofía sintió una puñalada en el corazón al escuchar aquello, entonces le dijo:
―Lo haré, señora… le prometo que conseguiré casarme con ese hombre.
No más que un trámite―La última puerta al final del corredor―le dijo la mujer de la recepción que la miraba de los pies a la cabeza. Sofía se encontraba completamente incómoda con esa ropa―Gracias —le dijo Sofía. — Pero si puede prestarme atención, le aseguro que no es un buen momento. El señor Bruce se encuentra cabreado por algo que le salió mal.Sofía asintió con los puños apretados y la mandíbula rígida.―Dígale que soy Rebeca Benz, yo me encargaré del resto.La mujer de la recepción asintió y le indicó que podía seguir su camino.Sofía llevaba la ropa que Rut le facilitó y además iba peinada y maquillada como una modelo de pasarela.Su belleza natural se encontraba acentuada de una manera esplendorosa.Cuando al fin llego frente a la puerta que la mujer le indicó, Sofía estuvo a punto de tocar el timbre, pero la puerta se abrió frente a ella y un sujeto vestido de traje y de porte militar le salió al encuentro:― ¿Usted es la señorita Rebeca Benz? ―le preguntó aquel gorila.
El infierno en vidaBruce estaba cabreado a más no poder.―Directo a mi oficina ―le indicó a uno de sus guardaespaldas que iban escoltando a su nueva «esposa» cuando llegaron a la casa.Ellos ni siquiera habían viajado en el mismo coche. Bruce se había ido es su propio auto superdeportivo, mientras que Sofía había estado obligada a viajar en compañía de los guardaespaldas de Bruce.La casa de Bruce era una mansión campestre en las afueras de la ciudad. Sofía estaba impresionada por el lujo de ese hogar, pero tras la orden directa de su nuevo esposo, no tuvo tiempo de hacer nada más.―Como ordene, señor―respondió uno de los sujetos que respondía al nombre de Tom.Sofía entonces fue dirigida a una estancia cuyas paredes se encontraban cubiertas en su totalidad con estantes repletos de libros. Una chimenea ardía al fondo y un enorme escritorio gobernaba el centro de esa oficina.Los guardaespaldas dejaron a Sofía de pie frente a su jefe y salieron del lugarBruce saboreaba las palabras q
Un acuerdo y una traición.―El señor Evans ha dejado en claro que si quiere salir, primero debe comer para que recupere las fuerzas ―Tom le había dado las indicaciones necesarias para cumplir a cabalidad lo que había sido la voluntad del jefe y dueño de la casa―. No puede de ninguna manera poner en riesgo su acuerdo de confidencialidad y debe volver a la casa antes de las ocho de la noche.Sofía repasaba en su mente estas palabras del guardaespaldas que parecía un buen tipo; Rick, por otra parte, era un sujeto que le caía bastante mal, por eso se sintió agradecida de que el mensajero fuese Tom en ese caso.Ella cumplió su palabra comiendo lo suficiente antes de irse directo al hospital.Ella quería pensar en cuál era el motivo para que Bruce diese un cambio así de radical, pero durante una semana había tenido en la cabeza la preocupación de no saber nada de su pequeño.Tomas no era su hijo natural: Tomas en realidad era su sobrino, hijo de su difunta hermana mayor, quien había muerto
Confrontación indeseada Bruce estaba cabreado. Su día había sido terriblemente sofocante, no por las interminables juntas con los inversionistas ni por las incesantes quejas sobre las nuevas políticas de mercado, sino por esa incomodidad que le agobiaba el alma. Aun después de varias horas aún no podía sacar de su cabeza esa idea de haber sido demasiado blando con la chiquilla malcriada de su esposa. Algo no andaba mal, él normalmente no era así. Bruce aún se mantenía firme en su intención de proceder sin remordimiento con su plan de venganza, pero de alguna parte de su cabeza había surgido la idea de que darle un poco de confianza a la hija de su enemigo haría que ella dejara de ser un problema, por lo menos en lo que terminaba de solventar el asunto en la empresa. Por lo pronto solo quería respirar y tener un rato libre. No quería llegar a la casa para tener que lidiar con aquel asunto de su matrimonio falso, por lo menos no todavía. Bruce sacó su teléfono y marcó a su hombre d
Complejo despertar. Sophia estaba paralizada del miedo. En su mano aún sostenía aquella barra de metal con la que había golpeado al sujeto que estuvo a punto de matar a Bruce. La adrenalina del momento le había empujado a reaccionar y actuar por puro instinto. Ella sabía qué estar en ese lugar haciendo ese trabajo significaría exponerse a esas situaciones, con sujetos atrevidos, con poco entendimiento de los límites del respeto, pero jamás pensó que en su primera noche trabajando para conseguir el dinero para Tomas, le tocase enfrentar una situación de esa magnitud. Ahora estaba ahí de pie, delante de dos hombres que permanecían inconscientes por su enfrentamiento. De como había reaccionado Bruce de esa manera para salvarla a ella de su situación, era algo que Sophia aún no alcanzaba a procesar. “¿Me habrá reconocido?”, era la pregunta que más le aturdía, pues ella había seguido el consejo de las otras chicas, por lo cual se había colocado esos lentes de contacto de color azul
Incertidumbre escabrosa.Sophia estaba en medio de un amanecer complejo.Ella se levantó de la cama con las primeras luces del alba. Se vistió y salió de su habitación sin tener en claro cuál sería su destino para ese día. Aún sabia que tenía mucho por hacer con la salud de su pequeño, pero tenía en claro que debía hacerle frente a un problema mucho más cercano y peligroso para su propia estabilidad. Apenas salió al comedor, después de haberse pasado la última semana en esa casa encerrada en su habitación, descubrió que su “esposo” desayunaba bien temprano y que ya la estaba esperando en la mesa. —Buenos días, señorita —le saludó aquella voz ronca y profunda que le erizó la piel de una manera extraña. Sophia suspiró. Aún no estaba preparada para afrontar ese asunto. Ella se quedó de pie mirando los ojos profundos de ese al que apodaban el diablo, ese que era un hombre déspota y autoritario, pero que la noche anterior se había convertido en su ángel, entregándose desinteresadamente
Las dos caras de la moneda—¡Estás loca! ¡No puedes irte! —Gritó Day.Esa chica, de ojos alegres y sonrisa sincera, apenas le conocía desde un par de semanas atrás, cuando ambas llegaron a ese bar clandestino buscando la esperanza de un empleo que prometía maravillas. Sophia, esa primera vez, había salido huyendo del bar al primer momento de enterarse de todo a la que se expondría si trabajaba en ese lugar, por lo que prefirió aceptar la oferta de Rut en ese entonces; Day, en cambio, sí se arriesgó y tomó el empleo y fue ella quien le abrió a Sophia nuevamente las puertas del empleo en esa segunda oportunidad.—Lo siento Day, es que no puedo —Sophia estaba estupefacta. La esperanza de esos veinte mil le había llevado a presentarse en el bar, pero la sola idea de correr el riesgo de que Bruce la pudiese encontrar en ese sitio, hacía que su corazón palpitase desbocado. —Pero me dijiste que necesitabas el dinero —bufó Day quien apenas terminaba de colocarse la peluca de rizos dorados.
El rostro del misterio—Me tengo que ir.Las palabras de la chica, de ojos enigmáticos y sonrisa tímida, dejaron a Bruce con la tensión a flor de piel. Él no sabía que era lo que estaba ocurriendo en su alma al estar allí teniendo delante de él a esa mujer, pero había algo en todo aquello que parecía tener un matiz sobrenatural de una manera intensa y magnética. El destino parecía estar moviendo hilos poderosos.Bruce jamás había experimentado algo a ese nivel. Esa mujer parecía tener un poder inigualable sobre su determinación.—Quédate —le pidió el Diablo al que Lian y Tom miraban desde la barra, obnubilados de ver lo que estaba ocurriendo delante de ellos: El hombre cruel y despiadado se estaba demostrando en una faceta completamente desconocida para todos ellos. —Lo siento —le dijo ella con una voz que no era ni tímida, ni sosegada; la mujer de cabello dorado y mirada segura estaba convencida de sus palabras—, usted quería verme 7 ya me vio, así que he cumplido con su petición.