Un acuerdo y una traición.
―El señor Evans ha dejado en claro que si quiere salir, primero debe comer para que recupere las fuerzas ―Tom le había dado las indicaciones necesarias para cumplir a cabalidad lo que había sido la voluntad del jefe y dueño de la casa―. No puede de ninguna manera poner en riesgo su acuerdo de confidencialidad y debe volver a la casa antes de las ocho de la noche.
Sofía repasaba en su mente estas palabras del guardaespaldas que parecía un buen tipo; Rick, por otra parte, era un sujeto que le caía bastante mal, por eso se sintió agradecida de que el mensajero fuese Tom en ese caso.
Ella cumplió su palabra comiendo lo suficiente antes de irse directo al hospital.
Ella quería pensar en cuál era el motivo para que Bruce diese un cambio así de radical, pero durante una semana había tenido en la cabeza la preocupación de no saber nada de su pequeño.
Tomas no era su hijo natural: Tomas en realidad era su sobrino, hijo de su difunta hermana mayor, quien había muerto en circunstancias sospechosas luego de caer en depresión. Por eso Sofía adoptó a Tomas como su hijo propio a pesar de que ella aún era virgen y nunca había estado con un hombre.
Su alma estaba completamente destrozada por la preocupación y el desánimo, por lo que de inmediato se encaminó al hospital sin ocuparse de nada más.
―¡Hasta que se dignó en aparecer! ―le dijo una de las enfermeras, apenas la vio en la recepción del piso de cardiología infantil del hospital central.
Sofía se llenó de indignación al escuchar el tono con el cual esa mujer le hablaba, por lo que se giró para responderle.
― ¿De qué está hablando? ―le preguntó Sofía fuera de sí.
―Es más que obvio que usted se olvidó de su hijo y que ya no le importa lo que a él le pase.
Estas palabras fueron un detonante. Sofía perdió el control, por lo que descargó una bofetada en el rostro de la pesada mujer.
La enfermera trastabilló, Sofía no era una mujer violenta, pero había sabido lastimar a la culpable de esa afrenta grosera.
La grosera mujer estuvo a punto de lanzarse con violencia contra Sofía, pero la voz de un hombre que provino desde el pasillo, le detuvo.
― ¡Ni se le ocurra! ―advirtió la voz.
― ¡Doctor, esta infeliz acaba de golpearme! ―se excusó la mujer, pero el médico se acercó y le dijo.
―Pero yo escuché su ofensa, usted se lo busco ―le recriminó el médico.
Sofía miró al médico que ya conocía y le dijo:
―Muchas gracias, doctor, no estoy de ánimos para lidiar con esto ―Sofía temblaba de la impotencia que aquello le había ocasionado―, solo quiera saber cómo está mi hijo.
El doctor Alex, quien estaba encargado del caso del pequeño Tomas, miró a Sofía con un dejo de conmiseración y le dijo:
―Imagino que su situación debió ser lo bastante crítica para que se presentase una ausencia de esta magnitud… lamentablemente debo decirle que la situación del pequeño, si bien es estable, ahora mismo es demasiado delicada, ni siquiera puedo permitir que lo vea.
― ¡¿Qué?! ¡¿Pero por qué doctor?! ―Sofía solo encontraba que su vida iba de mal en peor.
El médico se acomodó la bata blanca y clavó sus ojos en el rostro de Sofía, quien se mostraba demacrado por el intenso ayuno al que había sometido a su cuerpo.
―Si hubiese aceptado mi invitación a salir, ahora mismo estaría al tanto de toda la situación sin falta de ningún detalle.
―Lo siento, Doctor―le dijo Sofía completamente fuera de sí―, en lo que menos he podido pensar en estos días fue en su invitación.
El doctor se encogió de hombros sintiendo que estaba siendo impertinente con su conversación, por lo que se acomodó para continuar enfocado en el tema del niño.
―Los medicamentos que le comenté, sin ellos el corazón de Tomas difícilmente pueda resistir.
― ¡No puede ser! ¿Me está diciendo que ella me mintió? ¿Los medicamentos nunca llegaron?
―Lo siento, señorita, no sé qué le dijeron, pero esos medicamentos nunca llegaron al hospital.
Sofía sintió que la poca estabilidad que le quedaba se había terminado de derrumbar en su alma.
* * * * *
― ¿A caso crees que soy estúpida? ―le respondió Rut― No iba a ponerte las cosas tan fáciles… te dije esa mentira para que no cometieras ninguna estupidez. No sé si lo entiendes niña, pero todo mi imperio depende de esto.
― ¡Pero usted me lo prometió! ―le reclamó Sofía mientras se esforzaba en mantenerse fuerte ante la mirada cruel de esa mujer que le había traicionado.
Sofía se había ido directamente a la casa de ella después de que no le permitieron ver al pequeño Tomas en el hospital.
― ¡¿Qué demonios me importa esa promesa?! ―bufó Rut demostrando ser una mujer sin un mínimo de misericordia―. Lo único que me importa es que mi empresa sea la mejor de la ciudad… Tu esposo debe cumplir su parte del acuerdo. Hasta que él no cumpla su parte del trato, yo no moveré un dedo para ayudar a ese bastardo de tu hijo… Si se muere es lo que menos me importa.
Sofía estaba fuera de sí. Sus confusiones estaban a tope.
Ella sabía que esa mujer era cruel, pero ahora que desdeñaba así de la vida de una criatura inocente, se dio cuenta de que sus niveles de maldad no conocían límites.
― ¡Yo cumplí mi parte! ―estalló Sofía en medio de sollozos― ¡Yo me casé con ese hombre que me odia!
Rut ni siquiera la miró. Ella estaba concentrada en su propio mundo.
―Más te vale conseguir que no te odie para que puedas persuadirlo de que acelere sus planes, de lo contrario no ayudaré a tu mocoso.
Sofía quedó consternada por esa demostración de impiedad, pero en su cabeza aún retumbaban las palabras del doctor: «Cada segundo que pasa sin que el niño tome ese medicamento, es un segundo en el que su vida corre peligro».
Sofía entonces se giró y salió de esa casa.
Su mente estaba confundida y sentía muchísima rabia.
Miró la hora en su reloj y se percató de que la tarde estaba avanzando, entonces recordó la orden de Bruce: ella debía regresar antes de las ocho de la noche, si es que quería seguir adelante con esa farsa de su matrimonio.
Sofía no quería volver a ver a Bruce nunca más, menos ahora que Rut había demostrado su capacidad de fallar a ese trato, entonces tomó la decisión de ir al único lugar donde sabía que no le negarían un empleo para esa noche.
Sofía estaba dispuesta a entregar la poca dignidad que aún le quedaba, solo para salvar a su hijo.
Confrontación indeseada Bruce estaba cabreado. Su día había sido terriblemente sofocante, no por las interminables juntas con los inversionistas ni por las incesantes quejas sobre las nuevas políticas de mercado, sino por esa incomodidad que le agobiaba el alma. Aun después de varias horas aún no podía sacar de su cabeza esa idea de haber sido demasiado blando con la chiquilla malcriada de su esposa. Algo no andaba mal, él normalmente no era así. Bruce aún se mantenía firme en su intención de proceder sin remordimiento con su plan de venganza, pero de alguna parte de su cabeza había surgido la idea de que darle un poco de confianza a la hija de su enemigo haría que ella dejara de ser un problema, por lo menos en lo que terminaba de solventar el asunto en la empresa. Por lo pronto solo quería respirar y tener un rato libre. No quería llegar a la casa para tener que lidiar con aquel asunto de su matrimonio falso, por lo menos no todavía. Bruce sacó su teléfono y marcó a su hombre d
Complejo despertar. Sophia estaba paralizada del miedo. En su mano aún sostenía aquella barra de metal con la que había golpeado al sujeto que estuvo a punto de matar a Bruce. La adrenalina del momento le había empujado a reaccionar y actuar por puro instinto. Ella sabía qué estar en ese lugar haciendo ese trabajo significaría exponerse a esas situaciones, con sujetos atrevidos, con poco entendimiento de los límites del respeto, pero jamás pensó que en su primera noche trabajando para conseguir el dinero para Tomas, le tocase enfrentar una situación de esa magnitud. Ahora estaba ahí de pie, delante de dos hombres que permanecían inconscientes por su enfrentamiento. De como había reaccionado Bruce de esa manera para salvarla a ella de su situación, era algo que Sophia aún no alcanzaba a procesar. “¿Me habrá reconocido?”, era la pregunta que más le aturdía, pues ella había seguido el consejo de las otras chicas, por lo cual se había colocado esos lentes de contacto de color azul
Incertidumbre escabrosa.Sophia estaba en medio de un amanecer complejo.Ella se levantó de la cama con las primeras luces del alba. Se vistió y salió de su habitación sin tener en claro cuál sería su destino para ese día. Aún sabia que tenía mucho por hacer con la salud de su pequeño, pero tenía en claro que debía hacerle frente a un problema mucho más cercano y peligroso para su propia estabilidad. Apenas salió al comedor, después de haberse pasado la última semana en esa casa encerrada en su habitación, descubrió que su “esposo” desayunaba bien temprano y que ya la estaba esperando en la mesa. —Buenos días, señorita —le saludó aquella voz ronca y profunda que le erizó la piel de una manera extraña. Sophia suspiró. Aún no estaba preparada para afrontar ese asunto. Ella se quedó de pie mirando los ojos profundos de ese al que apodaban el diablo, ese que era un hombre déspota y autoritario, pero que la noche anterior se había convertido en su ángel, entregándose desinteresadamente
Las dos caras de la moneda—¡Estás loca! ¡No puedes irte! —Gritó Day.Esa chica, de ojos alegres y sonrisa sincera, apenas le conocía desde un par de semanas atrás, cuando ambas llegaron a ese bar clandestino buscando la esperanza de un empleo que prometía maravillas. Sophia, esa primera vez, había salido huyendo del bar al primer momento de enterarse de todo a la que se expondría si trabajaba en ese lugar, por lo que prefirió aceptar la oferta de Rut en ese entonces; Day, en cambio, sí se arriesgó y tomó el empleo y fue ella quien le abrió a Sophia nuevamente las puertas del empleo en esa segunda oportunidad.—Lo siento Day, es que no puedo —Sophia estaba estupefacta. La esperanza de esos veinte mil le había llevado a presentarse en el bar, pero la sola idea de correr el riesgo de que Bruce la pudiese encontrar en ese sitio, hacía que su corazón palpitase desbocado. —Pero me dijiste que necesitabas el dinero —bufó Day quien apenas terminaba de colocarse la peluca de rizos dorados.
El rostro del misterio—Me tengo que ir.Las palabras de la chica, de ojos enigmáticos y sonrisa tímida, dejaron a Bruce con la tensión a flor de piel. Él no sabía que era lo que estaba ocurriendo en su alma al estar allí teniendo delante de él a esa mujer, pero había algo en todo aquello que parecía tener un matiz sobrenatural de una manera intensa y magnética. El destino parecía estar moviendo hilos poderosos.Bruce jamás había experimentado algo a ese nivel. Esa mujer parecía tener un poder inigualable sobre su determinación.—Quédate —le pidió el Diablo al que Lian y Tom miraban desde la barra, obnubilados de ver lo que estaba ocurriendo delante de ellos: El hombre cruel y despiadado se estaba demostrando en una faceta completamente desconocida para todos ellos. —Lo siento —le dijo ella con una voz que no era ni tímida, ni sosegada; la mujer de cabello dorado y mirada segura estaba convencida de sus palabras—, usted quería verme 7 ya me vio, así que he cumplido con su petición.
Odio sin remedio.Durante toda esa noche, el sobre con ese dinero había reposado en el mismo cajón donde ella había guardado la peluca y el estuche con los lentes de contacto. El miedo a ser descubierta después de haberse comportado frente a Bruce como lo hizo, era realmente agobiante, pero de la misma manera sentía una adrenalina impresionante.Day fue la encargada de hacerle llegar el dinero antes de que ella se retirase del Bar de Lian luego de haberse dado el gusto de dejar al “Diablo” con las palabras en la boca.—No sé qué demonios le hiciste a ese hombre… pero quiere que sepas que mañana vendrá a verte —le dijo su amiga.—Gracias Day —le dijo Sophia, quien aún estaba decidida a hacer hasta lo imposible para salvar a su niño—, pero aún no sé si me vaya a encontrar aquí.Day le tomó la mano luego de entregarle el dinero.—Lib, sé que con este dinero puede que resuelvas muchos de tus problemas… pero debes entender que si logras conseguir un lugar al lado de ese sujeto, tendrás la
IndiciosSophia comenzó a retroceder. Sus pasos eran torpes por culpa del nerviosismo que le ofuscaba, pero se las arregló para mantenerse con la mente clara para poder esconderse. Sabía que no podía ponerse a riesgo; si Bruce le encontraba ahí sería el momento de exponer todos sus secretos y eso sería una afrenta que el hombre como ese al que apodaban “El diablo” no se iba a tomar muy bien.Un pequeño trote y Sophia pasó el departamento de enfermería con dirección a la terraza. Bruce parecía ni siquiera haber notado que ella estaba ahí, por lo que sentía que ya había quedado el peligro atrás, pero aún no podía cantar victoria.La enfermera melindrosa de la última vez salió a su encuentro.—Estaba rogando por encontrarme a solas con usted, señorita —la enfermera se plantó frente a ella con una actitud belicosa como si se tratara de un campo de batalla.Sophia se quedó estupefacta de la impresión al tener que volver a encontrarse con una mujer de quien ni siquiera recordaba el nombre,
Situación escabrosa.Alex se había quedado de piedra después de escuchar la explicación de Bruce y la posterior confirmación realizada por parte de Sophia.El pobre había tenido que retirarse confundido y preocupado por haber hecho aquello que para él ahora parecía haber sido un espectáculo ridículo. Sophia sabía que el médico lo había hecho con la mejor intención del mundo, pero todo había terminado con una confusión absoluta en la que ella, ni de lejos, podía explicarle que todo eso no era más que una completa locura.Alex se había ido, pero había dejado un infierno encendido detrás de sí, pues antes de despedirse le llamó a ella por su verdadero nombre.—Espero que todo esté bien, Sophia.Bruce no dijo nada al momento y se contuvo para no hacer una escena ahí en medio del pasillo del hospital.Bruce, con mucha calma, le pidió que le siguiese hasta la terraza del hospital, donde se encontraba un espacio donde los visitantes y el personal podían pernoctar durante los almuerzos. Ella