NelWallace, siempre atento, se ofreció a encargarse de los preparativos para el servicio funerario al ver a Nel tan devastada por la pérdida de Octavio. En pocos días, la capilla donde se realizaría el velatorio se llenó de flores enviadas por familiares, amigos y figuras destacadas del país. La atmósfera era solemne, cargada de respeto hacia el difunto y curiosidad hacia la viuda.Nel, vestida de riguroso negro, no podía ocultar del todo su belleza natural. Su rostro mostraba el equilibrio perfecto entre el dolor contenido y la dignidad, lo que la convertía en el centro de todas las miradas. Los murmullos llenaban el aire mientras políticos, empresarios y celebridades desfilaban uno a uno para darle el pésame.—Mi más sentido pésame, señora —dijo una voz firme, sacando a Nel de su letargo. Al levantar la mirada, se encontró con el rostro cínico de Ernest Nolan. Su presencia era tan inesperada como indeseada. Sin embargo, Nel supo ocultar su desagrado tras una máscara de cordialidad.
23. ¿Su esposo murió?AndreaAndrea estaba sentada frente a su laptop, buscando material para el próximo programa, cuando las noticias más recientes acapararon su atención. Nel aparecía en muchas publicaciones con el rostro enrojecido y un gesto de profundo dolor. Su esposo, Octavio O’Brien, había fallecido. Andrea no recordaba haber visto a Nel tan afectada antes. A pesar de todo lo que había sucedido entre ellas, parecía que en verdad amaba a su marido.Con una mezcla de curiosidad y melancolía, Andrea decidió buscar más información sobre ellos. Era algo que siempre había evitado desde que descubrió quién era Nel ahora. No quería traerla de nuevo a su vida, ni siquiera como un recuerdo. Sin embargo, al ver su sufrimiento, no pudo evitar elevar una breve plegaria al cielo por el descanso del alma de Octavio.Para su sorpresa, encontró muchas imágenes de la pareja en eventos sociales y momentos íntimos. Nel lucía feliz, radiante. En cada foto, los ojos de Octavio brillaban con ese ful
Nel—Esta es la copia del nuevo testamento. Como puedes ver, alcanzó a entregarlo firmado antes de morir.La furia en los ojos de Nelsy era evidente. El hombre, consciente de que su amigo había fallecido y ahora se sentía vulnerable, se debatía internamente sobre qué bando tomar.—¿Alcanzaste a registrarlo ante notario? —La pregunta era crucial. De la respuesta dependían muchas cosas.—No, eso iba a hacer precisamente. ¿Algo que me quieras decir?Nel sacó algunas de las evidencias que había conseguido del despacho de Octavio y las dejó sobre la mesa. Estaba mostrando sus cartas, y sabía que su contrincante estaba en desventaja.—Me gustaría que siguieras trabajando para mí. Claro, si llegamos a un acuerdo.La ansiedad brillaba en los ojos del hombre, pero Nel sabía como calmarlo.—¿Sabes? Creo que te hacen falta unas buenas vacaciones. Conocer algún lugar hermoso con tu esposa, por ejemplo… Un crucero, ¿qué te parece?—A Marie le gustaría. Te lo agradezco mucho, y por supuesto que me
NelMientras descansaba en el balcón de su recámara, Nel contemplaba el horizonte con una copa de vino tinto en la mano. Todo se desarrollaba exactamente como lo había planeado. Ahora tenía un aliado más: el licenciado Basset, un hombre fácil de manipular con la promesa de poder y lujo. Sin embargo, la insulsa Beatrice seguía siendo una pequeña piedra en su zapato. Su presencia era irritante, pero Nel sabía que el hecho de que Wallace mostrara preferencia por ella sobre su “amada” esposa era un golpe devastador para la autoestima de la rubia desabrida.Con una sonrisa maliciosa, bebió un sorbo de su vino, disfrutando el sabor mientras mentalmente organizaba los siguientes pasos para consolidar su posición. Sus cavilaciones fueron interrumpidas por unos ligeros golpes en la puerta. Miró el reloj. Era tarde. ¿Quién podría ser a esa hora? Se levantó con cautela, ajustando el cinturón de su bata de seda antes de abrir.Al otro lado, estaba Wallace. Su figura desgarbada y su ropa desaliñad
Nel—Madame, me dijeron que quería verme. —El jardinero, un hombre de mediana edad, con el rostro curtido por el sol y las manos marcadas por el trabajo duro, apareció en la puerta.Nel le dedicó una sonrisa que no alcanzó sus ojos.—Sí, Charles. Me informaron que encontraste una botella rota en los jardines. Quiero saber exactamente dónde y cómo la hallaste.El hombre asintió, nervioso ante la intensidad de su patrona.—Fue junto en el macetero que queda justo a la vista de la ventana de su habitación, señora. Parecía una botella de licor. Estaba rota en varios pedazos, como si alguien la hubiera arrojado con fuerza.Nel entrecerró los ojos, procesando la información. ¿Wallace? La posibilidad de que hubiera salido tambaleándose por los jardines la noche anterior no era descartable, pero algo no encajaba. Wallace solía buscar consuelo en el licor, pero no era del tipo que rompía cosas. Esto parecía el acto de alguien más.—¿Había alguien más en la casa anoche, además del personal y lo
Andrea—Y me gustaría mucho que nos acompañaran, tía. Será una gran fiesta justo antes de Navidad.Cassie sonrió con entusiasmo al ver cómo el rostro de su sobrina Andrea se iluminaba. Félix, su esposo, celebraría su cumpleaños dos días antes de la festividad navideña. Aunque normalmente no era fanático de grandes celebraciones, ese año había decidido ceder un poco.—Claro que sí, querida. Ahí estaremos. —Cassie respondió con una calidez que reflejaba lo mucho que había cambiado en los últimos años. Su tía, famosa conductora de televisión, parecía irradiar un brillo especial. Sin duda, el amor había obrado maravillas en ella.Durante años, Cassie y Andrea habían sido más que tía y sobrina: eran amigas y confidentes. Cassie estuvo presente en los momentos más oscuros de la vida de Andrea, ofreciéndole apoyo y cariño. Ahora, que Cassie daba una oportunidad al amor con Joe, el valioso jugador de los Yankees, era el turno de Andrea de estar ahí para celebrar su felicidad.—Te veo muy cont
Nel Caminaba despacio por su despacho, sus pasos quedaban silenciados por la mullida alfombra que cubría el suelo. De no ser por ella, habrían resonado insistentes sobre la fría dureza del mármol, revelando la inquietud que la acompañaba. La penumbra del atardecer se filtraba por las cortinas entreabiertas, proyectando sombras alargadas sobre los muebles. Un susurro en la puerta la devolvió al presente. Se detuvo un instante antes de regresar a su silla de cuero negro. —Adelante —ordenó con voz firme. Olsen entró con su acostumbrada seriedad, impecable como siempre. En sus manos sostenía la carpeta con los documentos que había solicitado. Su eficiencia era incuestionable, pero incluso él debía ignorar la magnitud de lo que realmente estaba sucediendo tras esas paredes. —Aquí está todo, madame —anunció con su tono meticuloso—. Nombres, edades y motivos por los cuales cada una de estas mujeres ha ingresado bajo su protección. También he incluido los antecedentes familiares y de
Andrea—¡Feliz cumpleaños a ti!El día del gran festejo de cumpleaños de Félix había llegado. La casa estaba llena de vida, iluminada por la calidez de las voces que entonaban la canción mientras él, con una sonrisa más genuina de lo que esperaba, se preparaba para soplar las velas del pastel.A lo largo de los años, este tipo de celebraciones siempre le habían parecido intrascendentes, una formalidad que bien podría haberse evitado. Pero esta vez había cedido a la petición de Andrea. Ella quería celebrar, reunir a la familia y amigos, crear un recuerdo especial. Y él, con 37 años recién cumplidos, había decidido que esta vez no tenía razones para negarse.Cuando la última nota de la canción se desvaneció entre aplausos y risas, partieron el pastel y sirvieron las porciones. Luego, la reunión se trasladó a la sala, donde los regalos esperaban en una elegante mesa adornada con listones y envolturas brillantes.—¿Quieres ver qué te regalaron? —preguntó Andrea con una sonrisa entusiasta.