Los días pasaban y, aunque el dolor seguía ahí como una sombra adherida a mi pecho, me sentía un poco más fuerte. Cada transformación con Mira se volvía más llevadera, empezaba a entenderla… empezaba a entenderme. Enzo se había vuelto parte de mi rutina, aunque nunca le había pedido que lo hiciera. Estaba ahí, todo el tiempo, pendiente de mí, cuidándome, hablándome con una ternura que no entendía cómo era capaz de ofrecerme siendo el alfa oscuro. Lo había visto ser implacable con todos… menos conmigo.Me costaba comprenderlo. A veces creía que era un juego, una estrategia, que su interés tenía un propósito oculto. Pero luego lo veía, con esos gestos tan sutiles… cuando me arropaba sin decir nada, cuando dejaba flores silvestres en mi ventana, cuando me ofrecía su abrigo sin que yo lo pidiera. Y ahí estaba yo, encerrada en mi habitación la mayoría del tiempo, tratando de procesar mi duelo, tratando de silenciar el vacío que me había dejado la muerte de mi padre.Esa mañana, mientras me
Madeleine permanecía sentada, con la espalda recta, pero sus ojos denotaban la tensión que llevaba por dentro. Sus manos estaban entrelazadas sobre su regazo, y aunque intentaba mostrar compostura, yo podía sentir claramente su nerviosismo. Estábamos en el laboratorio de Dorian, un lugar cargado de antiguas energías y aromas extraños. Frascos, hierbas, libros polvorientos… todo allí hablaba de magia.Dorian analizaba su sangre con una concentración casi ritual. No decía nada, pero su ceño fruncido hablaba por él. Yo di un paso hacia adelante, impaciente.—¿Qué es lo que ves? —pregunté al fin.Él levantó la vista y respiró hondo antes de responder.—Veo restos de una poción mágica. Un hechizo antiguo… casi imperceptible. Se lo fueron suministrando para que su loba no despertara. Querían mantenerla frágil y vulnerable.Vi cómo los ojos de Madeleine se llenaban de rabia. Apretó los labios, intentando contenerse.—Esos malditos… —murmuró—. ¿Cómo pude ser tan ciega y no darme cuenta de tod
Las escenas de la noche anterior en mi habitación se repetían en mi mente una y otra vez. No había podido dormir debido a la sensación de sus labios sobre los míos. Enzo despertaba en mí cosas que yo me negaba a admitir, pero por supuesto que para Mira no pasaban desapercibidas. Ella y yo éramos una sola, y por lo tanto, no tardó en hacerse presente.—Te morías porque te marcara —dijo con su tono de siempre, ese que parecía burlarse de todo lo que me esforzaba por negar.—Eres una fresca, ya basta, Mira.—No puedes culparme por decir la verdad. Solo que él es demasiado caballeroso y terminó por controlarse. Pero tú hubieras deseado que no lo hiciera, ¿verdad?—Basta. Deja de decir esas cosas. Él y yo solo tenemos un acuerdo.—Pues no lo parecía cuando se estaban besando. O más bien, cuando prácticamente se estaban devorando.—Eres demasiado molesta, ¿sabes? Deberías tener un interruptor para apagarte.—Para tu mala suerte no lo tengo, querida. Así que tendrás que soportarme. Pero no t
Los días pasaban, y los entrenamientos con Madeleine me provocaban un sinfín de emociones. Me resultaba prácticamente imposible tenerla tan cerca y no poder cumplir con todas las fantasías que mis instintos me exigían.Ragnar estaba cada vez más impaciente, y me costaba trabajo mantenerlo bajo control. Ella era tan sensual… pero, a la vez, tan inocente, que me perturbaba de una manera abrumadora. Su rostro era una tentación constante, y su presencia, una prueba diaria de resistencia. El destino me estaba dando la oportunidad de tener a mi primer amor de vuelta, y no pensaba desaprovecharla.Sabía perfectamente que se trataba de otra mujer… pero aun así, ella era mi creación, y los sentimientos que empezaban a surgir dentro de mí crecían de formas que jamás imaginé.Esa mañana, Madeleine llegó tan puntual como siempre. Se veía hermosa con esa ropa de entrenamiento. El conjunto se ajustaba a su cuerpo a la perfección, y su cabello recogido en una trenza dejaba al descubierto su rostro d
Madeline.Hoy sería el día más importante de mi vida.El día en que mi destino cambiaría para siempre.Frente al espejo, observé mi reflejo con el corazón latiéndome en el pecho. No podía creer que esa joven que me devolvía la mirada fuera yo.Mi piel parecía más luminosa que nunca, como si el brillo en mis ojos iluminara cada rincón de la habitación. El vestido blanco se ceñía perfectamente a mi figura, con finos bordados que parecían entrelazarse como raíces de plata sobre la tela. Mi cabello caía en una trenza suelta, adornada con pequeñas flores que relucían como estrellas.Era como si en ese momento todo lo malo hubiera quedado atrás. Los miedos, las dudas… nada importaba.Hoy me casaría con Dante.Sentí un nudo en la garganta al pensar en él. El alfa de nuestra manada… fuerte, imponente y protector. Desde que éramos niños había sentido algo especial por él, y aunque nuestras vidas nos habían llevado por caminos distintos, el destino terminó por unirnos.Por fin sería su compañer
Madeline. El sonido de una puerta crujiendo me sacó del letargo en el que estaba sumida. Mi cabeza latía como si me hubieran golpeado con una piedra, y el ardor en mis muñecas me recordaba que seguían atadas.Traté de moverme, pero el entumecimiento me lo impidió. Entonces la vi… Freya estaba de pie frente a mí, con una sonrisa burlona que me heló la sangre.—Vaya… por fin nuestra novia fugitiva despertó —se mofó con tono venenoso.Mi mirada se dirigió a la figura que estaba detrás de ella. Dante. Mi prometido. Mis labios temblaron y mi voz apenas salió.—¿Ustedes…? —balbuceé, incrédula—. ¿Ustedes están detrás de esto?—Por supuesto, estúpida —se burló Freya—. Lo planeamos juntos.El impacto me dejó sin aire.—No… no puede ser —murmuré—. ¿Por qué? ¿Por qué me están haciendo esto? Tú eres mi hermana… Y tú… tú eras el hombre con el que iba a casarme…La sonrisa de Freya se ensanchó con crueldad.—¿Hermana? —espetó con desprecio—. Tú y yo no somos nada. La hija del beta siempre fuiste t
Enzo.El aire de la noche me golpeó de frente. Había decidido salir a cazar porque las malditas pesadillas no me dejaban dormir. Se repetían en mi mente cada noche, atormentándome con la misma escena: la noche en que perdí a Isabella. Ella había salido de la manada después de nuestra discusión, y yo, consumido por mi orgullo, no salí a buscarla hasta que ya era demasiado tarde. La encontramos destrozada, violada y muerta. El recuerdo de ese momento me perseguía cada noche, y las pesadillas me atormentaban sin cesar.Desde entonces, mi existencia se convirtió en una guerra. Luché para que mi manada fuera la más poderosa, hasta convertirme en lo que ahora soy: el alfa oscuro. Mi objetivo era claro: vengarme de aquel que me arrebató a Isabella y destrozarlo con mis propias manos.Estaba perdido en mis pensamientos cuando, a lo lejos, vislumbré un fuego hambriento devorándolo todo a su paso. El terror se aferró a mis entrañas como garras afiladas. Otra vida a punto de ser consumida.—¡Mué
Madeline. La maldad de mi hermanastra no tenía límites.Cuando el caos terminó y el fuego consumió lo que una vez fue mi refugio, ella regresó con sus esbirros para asegurarse de que no quedara rastro alguno que evidenciara su culpabilidad. Freya no era una tonta; sabía que si Dante descubría la verdad, si se enteraba de que me había asesinado, iría contra ella con toda su furia. Sus órdenes habían sido claras: solo desterrarme, apartarme de su camino sin derramar sangre. Pero ella nunca acataba las reglas, no cuando podía salirse con la suya.—Limpien todo —ordenó con su tono gélido y autoritario—. Que no quede evidencia de lo que ha pasado aquí.—Así será, mi Luna —respondieron al unísono sus hombres, inclinando la cabeza en señal de respeto.Freya los recorrió con la mirada, su expresión era la de una fiera que ha conseguido su ansiada presa.—Más les vale —advirtió, su voz impregnada de veneno—. Porque si cometen el error de hablar… si a alguno de ustedes se le ocurre abrir la bo