Bianca se quedó de pie frente a la mansión, viendo cómo el auto de su jefe se alejaba con él dentro. Maldijo para sus adentros cuando escuchó la voz de la abuela de su jefecito detrás de ella.
—¿Quién rompió mi florero? —habló en tono fuerte y autoritario la abuela de Augusto.
Bianca volteó a ver a la señora y se le ocurrió un plan de venganza contra su jefecito por haberla abandonado ahí.
—Ay, abuela, fue Augusto. Por eso el pobre salió tan asustado y tan deprisa que me dejó aquí sola —fingió inocencia, aunque en ese momento no la tenía.
—A ese nieto mío le hicieron falta un par de nalgadas. Mira que abandonarte aquí sola por el simple hecho de haber roto mi florero… Después lo haré pagar muy caro. Ahora comamos un postre y te enviaré con el chofer a donde tú quieras ir.
Bianca, feliz porque se salió con la suya, entró nuevamente a la mansión de la mano de la abuela de su jefecito.
—Abuela, ¿puedo pedirle un favor? —indaga Bianca, sabiendo que debe cubrirse las espaldas para salvarse de la furia de su jefe.
—Por supuesto que sí, pídeme lo que quieras, ahora somos familia —Bianca sonríe y pone en marcha su plan para salvarse de su jefe.
—Es que no quiero tener problemas con mi esposo. Nos acabamos de casar y, si sabe que fui yo quien le reveló que él rompió el florero, se enojará conmigo —Bianca busca el apoyo de la señora y, por supuesto, lo consigue.
—No te preocupes, le diré que fue un empleado quien lo delató. Así no tendrán problemas —la abuela de Augusto sabe perfectamente que su nieto no es tan torpe como para cometer ese tipo de errores, pero si su nueva nieta está haciendo esto, tendrá sus razones.
—Gracias, abuela, eres la mejor.
Ambas terminaron su postre y, tal como lo prometió la abuela, su chofer la llevaría a donde quisiera.
—¿A dónde la llevo, señora? —pregunta el chofer.
—Es un poco lejos, pero es aquí —Bianca le mostró la dirección y, efectivamente, era un trayecto largo. Sin embargo, el chofer tenía órdenes de llevarla a donde fuera, así que, sin perder tiempo, se puso en marcha.
Bianca debía ir con su madre. Después de todo, su jefecito le había dado el resto del día libre y ya no podía posponer esa conversación con ella.
Al llegar a casa de su madre, tras un largo recorrido en silencio junto al chofer de su nueva abuela, Bianca abrió la puerta y, para su sorpresa, encontró un hermoso ramo de flores. Sonrió por un instante, pero en cuanto tomó la nota, casi vomita. Con solo leer el nombre de ese hombre, le dieron náuseas.
"Mi amor, perdóname. Solo fue un error. Vuelve a mi lado, te extraño. Con amor, Guillermo."
Bianca arrugó la tarjeta con sus manos y la lanzó a la basura.
—Extrañarás a quien te mantenía, idiota —murmuró en voz alta, llena de rabia por el descaro de ese hombre al que llegó a amar hasta el punto de ser ella quien cubriera todos los gastos.
—¿Ahora sí me vas a decir qué pasó? —la madre de Bianca apareció de la nada, observándola con seriedad.
Bianca asintió.
—Sí, mamá, no podemos seguir posponiendo esta conversación.
Madre e hija se sentaron en el sofá, y Bianca comenzó a relatarle todo lo que había pasado y por qué se fue del lado de Guillermo, un hombre que su madre nunca quiso para ella, porque siempre supo que era un bueno para nada.
—Sabía que ese hombre no era bueno para ti, pero mira que meterse con tu prima… Esa chica me va a oír. Voy a hablar con su madre para que sepa la clase de hija que tiene —dijo la madre de Bianca, indignada por la traición y el dolor que su hija estaba sufriendo por culpa de su propia prima.
—Mamá, ya no tiene caso. Mejor miremos hacia adelante y disfrutemos nuestra vida juntas. Ese par no se merece nada de nuestra parte —Bianca sujetó con fuerza las manos de su madre en señal de que todo estaría bien.
—Tienes razón, hija. Estoy feliz de que estés en casa nuevamente conmigo —madre e hija se abrazaron y, luego de eso, cada una se fue a su habitación a hacer sus cosas, para luego reunirse nuevamente a cenar.
Aunque la madre de Bianca no se quedó tranquila sabiendo lo que le hicieron a su hija, a escondidas de Bianca llamó a su hermana, la madre de Cristina, y le contó todo lo sucedido, causando que esta se enojara tanto que quisiera darle muchas nalgadas a Cristina, unas nalgadas que, sin duda, le hicieron falta de pequeña.
La madre de Bianca es igual que ella: parece tranquila, pero no lo es. Es sumamente inteligente y sabe cómo defenderse y cómo defender a su hija.
Esa noche, mientras madre e hija cenaban juntas, un mensaje de la abuela dejó sin palabras a Augusto. Él estaba tan furioso que el propio Carlos tuvo que salir corriendo para proteger su integridad física.
"Augusto, en el contrato que firmaste para conservar tu herencia quedó estipulado que tú y tu esposa vivirán bajo mi techo el primer año de casados. Así que los espero esta misma noche con sus cosas."
Augusto comenzó a lanzar todo lo que tenía en su despacho, lleno de furia.
—¡Ella no puede hacerme esto! ¿Qué demonios le pasa a esa anciana? —bramó.
Carlos y el resto de los empleados escuchaban cómo las cosas se rompían en el interior del despacho, pero nadie se atrevía a entrar.
Un par de horas después, en casa de Bianca, ella veía una película y comía helado con su madre, ambas en pijama, cuando la puerta sonó. Ninguna de las dos quería abrir, pero la insistencia fue demasiada.
—Iré yo, madre, tú sigue tranquila mirando la tele —dijo Bianca con desgano.
Se levantó y caminó con pereza hacia la puerta. Al abrirla y ver al hombre de concreto que era su jefe, por impulso la cerró rápidamente, provocando la risa de Carlos y la ira de Augusto.
Augusto se despertó con pesar con una ligera presión en la cabeza, siendo un residuo más de la noche anterior. Miró a su alrededor: la luz suave de la mañana se filtraba por las cortinas de la lujosa suite de hotel. La mujer que había pasado la noche a su lado seguía dormida, desnuda y envuelta en las sábanas arrugadas. La observó por un momento, sin una pizca de remordimiento en su mirada. Para él, era solo una más, un pasatiempo, nada más. Nunca las mujeres significaban algo más para él, solo un acoston de una noche y nomás. Se incorporó de la cama sin hacer ruido, tomando una rápida mirada al reloj de su muñeca. Las diez de la mañana. No era extraño para el dormir hasta tarde, había días en los que despertaba a más de medio día.Pero aún así había cosas que hacer, y esa mujer era solo una distracción momentánea, una que ya no le interesaba, en los más minimo.Tomó su camisa del suelo, la sacudió y la puso sobre su cuerpo de manera mecánica. Al salir de la habitación, cerró la pue
Bianca llegó a casa antes de lo esperado. Su turno había terminado más temprano, así que decidió pasar por el supermercado. Compró todo lo necesario para preparar la cena favorita de Guillermo. Quería sorprenderlo, hacer de esa noche algo especial. Después de todo, últimamente sentía que las cosas entre ellos no estaban bien, pero ella se negaba a creer que su relación estuviera en peligro.Sacó las llaves de su bolso y abrió la puerta con una sonrisa. Sin embargo, lo que encontró al entrar la dejó inquieta. Había ropa tirada por toda la sala. Blusas, pantalones, incluso ropa interior. Algunas prendas eran de hombre, otras claramente de mujer. Su corazón se aceleró de inmediato. Su mente empezó a crear escenarios caóticos, pero se obligó a mantener la calma.—Seguro dejó la ropa tirada, como siempre —murmuró para sí misma, intentando convencerse de que todo estaba bien.Sin embargo, algo dentro de ella le decía que no.Dejó las bolsas de compras sobre la mesa y caminó con pasos cuidad
Bianca, después de calmarse, se fue a casa de su madre. Sabía que iba a llenarla de interrogantes, pero de nada servía mentirle a su madre. Nunca lo había hecho.Se arrepintió de no haberle hecho caso cuando le advirtió que no le gustaba Guillermo para ella. Su instinto de madre no fallaba, pero como nadie aprende por cuero ajeno, la dejó irse de casa para vivir con ese hombre.Bianca siempre fue rebelde, hacía lo que quería, y si alguien le decía que no, ella con mayor razón decía que sí. Aunque aparenta ser débil y distraída, es terca como una mula. De pequeña se metía en problemas cada vez que podía, y su madre Maite debía ir a abogar por su hija. La mujer no sabía qué hacer con ella, además era maní pesada, todo lo que tocaba lo dañaba. Tuvo que pagar varias pipetas del laboratorio de química, además de que se le cayó de las manos el costoso microscopio de la clase de ciencias.Bianca llegó con pasos cansados hasta la pequeña casa, tocó la puerta algo dudosa. Un rato después, su m
Bianca parecía pensativa, no podía creer lo que había ocurrido en las últimas horas. Su trabajo soñado en la exportadora “Marciti” había dado un giro inesperado con la llegada de Augusto Martínez. Después del incidente con el café y el traje, aún se sentía nerviosa y confundida. Lo peor de todo era que debía pagar una cantidad absurda por ese traje, como si sus gastos personales no fueran nada, ahora estaría en deuda por un año.Mientras Carlos redactaba el contrato de matrimonio, Augusto observaba con atención. Sabía que la secretaría ingenua frente a él era la candidata perfecta para cumplir con los deseos de su abuela sin comprometer su estilo de vida.Bianca, ajena a las maquinaciones de Augusto, se esforzaba por recuperar el control de la situación. Trató de recordar todos los detalles que le había contado su padre sobre la importancia de mantener la calma en momentos de crisis.Carlos terminó de redactar el contrato y se acercó a Bianca con una expresión seria en su rostro.—Bi