Así es como terminé siendo asistida en la oficina por la secretaria de mi hermano mientras los otros dos esperaban afuera. Al parecer, me había hecho un pequeño corte en la espalda tras la caída. No me había dado cuenta, tal vez por los nervios de comenzar un nuevo día.
Estaba con el sujetador puesto, sentada en el escritorio mientras me limpiaba la herida y tenía la vista clavada en la pared. En mis manos sostenía mi camisa. Por lo menos estaba vestida cómodamente. —¿Te sientes bien? Clara era una mujer maravillosa. Mi hermano estaba flechado por ella. Llevaba el cabello corto y castaño, tenía una mirada tierna y su familia era tan influyente cómo alguna vez lo había sido la nuestra. Estaba a nada de recibirse de su carrera. Era admirable. —Más allá de la vergüenza, sí.—Te vi entrar hace un rato, parecías asustada —reconoció.De a poco, mis mejillas pasaron a estar rosadas y quise pegarme en la frente. Tapé mi cara con las dos manos y gimotee.—¡Perdón! No te vi.Rio.—Tranquila, Nerea, todo está bien, no tienes que disculparte. Solo quería saber si estabas bien, no lo sé.—Tuve un recuerdo que no me gustó, invadió mi mente por un segundo —susurré.Tiempo atrás, si esas memorias llegaban a mi mente, era muy difícil que saliera del estado de susto y pánico, que me desconectara de esos recuerdos en los que terminaba inmersa. No los había vuelto a tener en un buen tiempo, aunque lo más impresionante fue la facilidad con la que mi guardia me había traído a la realidad tan solo tocando mis hombros. Para colmo, no solo le había hablado mal cuando trataba de ser amable, sino que había manchado su camisa con mi propia sangre. Bueno, había tomado venganza al delatarme con mi hermano.—Caleb no se veía muy contento —reconoció.Hice una mueca.—Es tan molesto, a veces parece mi padre, pero no puedo hacer mucho al respecto.Suspiró.—Te cuida porque te ama, lo sabes. Solo... a veces necesita que le pongas límites, no sabe medirse, no le enseñaron cómo cuidar a alguien. Lo que quiero decir es que sí, te da consejos y te protege porque quiere hacerlo, lo intenta, intenta cuidarte, pero no sabe cuándo parar y tú debes marcar el límite que te parezca.Mordisqueé mi labio.Era un buen punto. Yo tampoco sabía hasta dónde era sano y dónde no lo era el trato que teníamos entre nosotros. —Y ahora tengo un guardia —mascullé.Soltó una risa baja.—Rechazó a diez personas antes de elegirlo a él.Parpadee.—¿Qué? —Reí bajo. Miré hacia la salida, consciente de que debían estar sentados afuera esperando entrar y charlando entre ellos.—Sí. La sentí colocar algo en las lastimaduras y palmeó mi hombro como señal de que me vista.—Es el que más impresionado lo dejó, dice que su personalidad y antecedentes van perfectos para el puesto.Relamí mis labios, incrédula y negué con la cabeza.—Es de no creer. No tengo idea de quién es —reconocí.Me miró a los ojos.—Mejor así. —Dio una leve sonrisa—. Mantente distanciada, así ambos podrán hacer sus trabajos con tranquilidad. No te recomiendo investigar mucho. Sé que eres curiosa, a veces... demasiado, pero lo mejor es que mantengan una distancia profesional, te lo digo por experiencia.La vi con curiosidad. Rio.—No te lo voy a contar a ti, querida. Sí, bueno, era la única amiga que me había animado a hacer en ese lugar y a veces le hacía preguntas que causaban que al día siguiente no pudiera verla a la cara. Hice un puchero. Acomodó mi cabello.—Bien, listo. Estás bonita. Solo falta vestirte —bromeó.Sonreí.Aunque quisiera buscar algo, no lo intentaría con mi propio guardia y si alguna vez se me ocurriera hacerlo, estaba segura de que eso no iría lejos.Yo no podía enamorarme de nadie, puesto que ya lo estaba, de la persona que quería divorciarse de mí. La que me estaba abandonando de a poco.James. El amor de mi vida, mi primer amor, mi alma gemela. Dolía como el demonio estar lejos. Habíamos quedado como amigos, le rogué que quedáramos de esa manera hasta que estuviera lista.Pero él se enamoró, lo que yo aún dos años después no podía superar, ya lo hizo. Estaba a punto de formalizar una relación y es por eso que solicitó el divorcio. Y por lo que también no contestaba mis mensajes.Mi dignidad parecía haberse ido de vacaciones, es cierto. En mi defensa, me había mostrado buena parte de las ventajas que tenía la vida. Y tal vez me había obsesionado un poquito con el que pensaba que era mi alma gemela, pues hacíamos todo juntos y teníamos varias cosas en común. Creí que él sentía lo mismo, pero luego del incidente yo me quebré por dentro. Me perdí en mí misma y él se asustó. Se alejó y no pude culparlo por hacerlo. Yo no sabría qué hacer si hubiera estado en su lugar. Debió de ser difícil los primeros meses en los que quise dejar de existir. Tratar con una persona que no quería ni aceptaba la vida debió ser aterrador. Así que un día me desperté y las cosas estaban empacadas. Me dijo que me llevaba con Caleb, que ya no podía seguir así, ninguno de los dos estaba apto para una relación. Entonces se fue, pero seguíamos en contacto. Fue un noviazgo de años. No era sencillo cortar de raíz una relación de esa índole, ya que después de todo nos habíamos convertido en el mejor amigo del otro. Hasta un tiempo atrás. Él quería divorciarse y yo no tenía que seguir esperando un cambio, no cuando había encontrado a una persona que no estaba rota, que no tenía pedazos de sí misma incrustados o perdidos. Así que no, no me preocupaba enamorarme del guardia. Era casi imposible. Además, me caía mal. Tenía una mirada soberbia que me recordaba a mi abuelo, que también me desagradaba casi siempre que lo veía. —No te preocupes —dije poniéndome la camisa que me prestó mi hermano, puesto que la mía se había manchado con la sangre—. No creo que pueda enamorarme de alguien tan tenebroso como el guardia de Caleb— Giré a verla cuando escuché la puerta.Sí, Clara estaba a punto de salir, pero él estaba a punto de entrar. Enarcó una ceja y se limitó a ingresar. No dijo ni una palabra. Colocó sus manos sobre su espalda.—Lamento lo de la camisa, te daré una compensación para que te compres otra —dijo Caleb caminando a sentarse. Estaba mordiendo su mejilla. Había escuchado lo que dije y probablemente yo era un tomate.¿Acaso no podía hacer nada bien?Lo que sea que discutieron mi hermano y Nicholas Wilde en mi presencia, no le presté atención en lo más mínimo. No, estaba ocupada recordando la manera en la que me miró al escucharme.Me lo merecía por lo que había dicho, ya estaba siendo una prejuiciosa sin siquiera tomarme la molestia de esperar a conocerlo. Para ser honesta, no se había comportado de la manera más amable posible tampoco. No había sido bueno conmigo, como yo no lo fui con él.Tal vez me avisó lo de la espalda, pero el resto del tiempo se comportó como un patán. ¿O solo seguía siendo una prejuiciosa?Estaba segura de que no iba a volver a dirigirme la palabra a no ser que sea estrictamente necesario. Podía esperar lo mismo de mí, ya que no haría más que eso tampoco. Le hablaría por educación y...—¿No es así, Nerea?Levanté la mirada. Me encontré con dos pares de ojos expectantes.—¿Uhmm? —inquirí desorientada.—Que si ya estás lista para ir a ver la que va a ser tu oficina a partir de ahora, así ya van y se quedan
Ignoré su comentario y opté por colocarme los auriculares. Puse música clásica para relajarme, vieja costumbre aprendida debido a mis abuelos, y comencé a sacar y ordenar las cosas que había traído para decorar el escritorio. No iba a concentrarme todo el rato en el guardia, o más bien no debía hacerlo. Incluso con la melodía sinfónica presente, no podía dejar de imaginarlo detrás de mí con esa mirada fría y meticulosa analizando cada aspecto de mis movimientos. Por lo que aun después de la aparición de Clara con mi material de trabajo y luego con la silla para Nocholas, mi mente no dejaba de dar vueltas en lo sucedido. Estaba segura de que por fuera me veía profesional, pero por dentro había un montón de pequeñas Nereas corriendo y lanzando cosas sin saber qué hacer a parte de entrar en pánico. Una parte mía se estaba esforzando en concentrarse. Era mi primer día de trabajo en un área a la que no estaba acostumbrada, pero que me interesaba en demasía. Después de todo, la carrera de
—Claro, y luego soy yo la niña rica y mimada que es una egocéntrica —ironicé.—Es un hecho que es rica y mimada. Ha conseguido este puesto que probablemente ni siquiera exista y está bajo el ala protectora de su hermano. Eso no es algo malo, pero no es mi tipo de persona. Cerré los puños con fuerza.—Entonces absténgase de traer café, no me gusta, ni se moleste en charlar con una persona tan vacía de esfuerzo. El egocéntrico para ser otro, no yo. ¿Crees que tuviste una vida difícil? Despierta, todo el mundo tiene sus propias batallas, no por eso tienes que mirarlos por encima del hombro como si fueras superior solo porque lo tienes todo para cuidar de ti mismo e incluso de otras personas. Si vas a trabajar como mi guardaespaldas, al menos finge que el trabajo de cuidar a alguien tan débil y mimada no es una molestia. Seguro que usas el dinero para cosas exitosas ¿No? Puedo despedirte si me apetece.Se puso de pie y soltó un suspiro.—No se preocupe, no me disgusta trabajar para esto.
Solo faltaba una cuadra para llegar al destino. Tuve la vista hacia el frente y no intercambié palabra alguna con mi acompañante. Tan solo me limité a morderme las uñas y ver a la distancia como si allí me esperase alguna cadena perpetua. Ya frente a la puerta de la cafetería la ansiedad me golpeó de lleno. Permanecí mirando el picaporte como si tomarlo, abrir y entrar fuera todo un desafío que poseía mucha complejidad y necesitaba bastante fuerza y valentía.Verlo a la cara después de tanto tiempo era el verdadero desafío que tendría que atravesar ese día.Si mi hermano estuviera al tanto, me habría prohibido ir. Bueno, tal vez no de tal manera, pero sí que se habría mostrado excesivamente disgustado por eso. No estaba segura, mas una parte de mí sabía que necesitaba hacerle frente a la situación de una vez por todas y terminar lo que había comenzado como una historia de amor. A lo mejor, darle un final era lo único que faltaba entre nosotros.El problema era que sabía que si me pedí
Entonces, todas las miradas, incluída la mía, se centraron en el pelinegro que me había acompañado y el que se dio el lujo (gracias a dios) de sentarse en la mesa con nosotros cuando en realidad ni siquiera le incumbía en lo más mínimo. Incluso con nuestros desacuerdos, no me había dejado sola. Cualquier otra persona en su lugar se hubiera ido afuera o hacia la barra para no involucrarse en algo que no era en lo absoluto de su importancia. Se había quedado y de los tres era quien menos incómodo parecía.Mientras que nosotros aguardamos por una explicación con respecto a lo que dijo, él se limitó a alzar la mano y llamar a un camarero.Este se acercó enseguida y lo observó con atención.—Buenas tardes. ¿Qué desean ordenar? —Sacó la libreta. —En una cuenta separada —dijo, desligándose así de los pedidos del resto—, vamos a querer café y un té con leche. Lo miré con curiosidad. Le agradecería más tarde por lo que estaba haciendo por mí.—Ella prefiere beber chocolate caliente —se adelant
Miré mi mano siendo vendada por una mucho más grande. Sí, estábamos en el baño de la cafetería, que no podía ser más pequeño para los dos.Yo estaba sentada sobre el lavabo mientras él se estaba encargando de limpiar mis heridas, ponerme crema y vendar mis manos. Durante los cinco minutos más largos de mi vida, ninguno de los dos dijo alguna palabra. Me veía como una princesa mimada y caprichosa, frágil, protegida por el legado de su familia y un hermano multimillonario. Quise negarlo, pero en un día ya había tenido dos heridas y le había demostrado a Caleb lo mucho que necesitaba tener a alguien que me protegiera.Vergüenza era un eufemismo para lo que recorría mis venas ese momento.—Perdón —dije en voz baja—. Yo pagaré los dos cafés por haberlos arruinado y también las tazas rotas.En el proceso, sin notarlo, cuando me puse de pie moví la mesa y las tazas se fueron directamente al suelo. Mi mano comenzó a temblar sostenida por las suyas mientras terminaba de ponerme el vendaje.—N
Puntualidad. Aquello resultaba tan complicado para mí, pero a pesar de ir apurada, siempre llegaba en punto. En el momento exacto en el que tenía que estar, lo estaba y eso era mucho decir. Por supuesto, dentro de un trabajo no resultaba un gran logro, puesto que todos debían ser responsables a la hora de llegada y salida. Empero, eso no quería decir que dentro de mi vida no lo fuera. El año pasado, con lo que pasó, el ataque y la separación, mi cerebro pareció tener mucha menos energía que antes, por lo que casi siempre llegaba tarde a todos lados.Hacer esto era un pequeño esfuerzo del que me enorgullecí en silencio. Esta vez no estaba mi hermano preparado para recibirme, sino que este confiaba en que había escuchado lo suficiente como para estar al día.Así que ahí estaba, vestía ropa formal: un pantalón negro, una camisa blanca, una corbata y un saco negro. Aún así, no pude evitar sentirme fuera de lugar Era igual a verme delante del espejo cuando me hacía un corte nuevo de cab
Me sentí tensa. No quería volver a verlo, pero no podía negar que estaba inquieta. —¿Señor...? —Me incliné para ver al chofer—¿Está todo en orden? ¿Sucede algo? —Un semáforo, tal vez —soltó irónico el guardaespaldas. Giré con una ceja levantada, solo para verlo concentrado en el celular. Ni siquiera había levantado la mirada. Genial.—Parece que algo anda mal con el auto, señorita Grayson —respondió el hombre con amabilidad—. Saldré a revisar. —Abrió la puerta y se fue del vehículo.De reojo, vi a los otros autos seguir de largo. Afortunadamente antes de detenerse, había atinado a colocarse a un costado. Respiré hondo y miré hacia el techo, impaciente.Apreté las manos a los costados de mi cuerpo tratando de calmar el pánico que al parecer se acrecentaba en mí. A menudo, había tenido pesadillas similares días antes de empezar a trabajar, en las que llegaban ellos, los que perseguían a James por haber testificado en su contra tiempo atrás. —¿Podrías dejar ese teléfono y concentrar