Ignoré su comentario y opté por colocarme los auriculares. Puse música clásica para relajarme, vieja costumbre aprendida debido a mis abuelos, y comencé a sacar y ordenar las cosas que había traído para decorar el escritorio. No iba a concentrarme todo el rato en el guardia, o más bien no debía hacerlo. Incluso con la melodía sinfónica presente, no podía dejar de imaginarlo detrás de mí con esa mirada fría y meticulosa analizando cada aspecto de mis movimientos. Por lo que aun después de la aparición de Clara con mi material de trabajo y luego con la silla para Nocholas, mi mente no dejaba de dar vueltas en lo sucedido. Estaba segura de que por fuera me veía profesional, pero por dentro había un montón de pequeñas Nereas corriendo y lanzando cosas sin saber qué hacer a parte de entrar en pánico. Una parte mía se estaba esforzando en concentrarse. Era mi primer día de trabajo en un área a la que no estaba acostumbrada, pero que me interesaba en demasía. Después de todo, la carrera de
—Claro, y luego soy yo la niña rica y mimada que es una egocéntrica —ironicé.—Es un hecho que es rica y mimada. Ha conseguido este puesto que probablemente ni siquiera exista y está bajo el ala protectora de su hermano. Eso no es algo malo, pero no es mi tipo de persona. Cerré los puños con fuerza.—Entonces absténgase de traer café, no me gusta, ni se moleste en charlar con una persona tan vacía de esfuerzo. El egocéntrico para ser otro, no yo. ¿Crees que tuviste una vida difícil? Despierta, todo el mundo tiene sus propias batallas, no por eso tienes que mirarlos por encima del hombro como si fueras superior solo porque lo tienes todo para cuidar de ti mismo e incluso de otras personas. Si vas a trabajar como mi guardaespaldas, al menos finge que el trabajo de cuidar a alguien tan débil y mimada no es una molestia. Seguro que usas el dinero para cosas exitosas ¿No? Puedo despedirte si me apetece.Se puso de pie y soltó un suspiro.—No se preocupe, no me disgusta trabajar para esto.
Solo faltaba una cuadra para llegar al destino. Tuve la vista hacia el frente y no intercambié palabra alguna con mi acompañante. Tan solo me limité a morderme las uñas y ver a la distancia como si allí me esperase alguna cadena perpetua. Ya frente a la puerta de la cafetería la ansiedad me golpeó de lleno. Permanecí mirando el picaporte como si tomarlo, abrir y entrar fuera todo un desafío que poseía mucha complejidad y necesitaba bastante fuerza y valentía.Verlo a la cara después de tanto tiempo era el verdadero desafío que tendría que atravesar ese día.Si mi hermano estuviera al tanto, me habría prohibido ir. Bueno, tal vez no de tal manera, pero sí que se habría mostrado excesivamente disgustado por eso. No estaba segura, mas una parte de mí sabía que necesitaba hacerle frente a la situación de una vez por todas y terminar lo que había comenzado como una historia de amor. A lo mejor, darle un final era lo único que faltaba entre nosotros.El problema era que sabía que si me pedí
Entonces, todas las miradas, incluída la mía, se centraron en el pelinegro que me había acompañado y el que se dio el lujo (gracias a dios) de sentarse en la mesa con nosotros cuando en realidad ni siquiera le incumbía en lo más mínimo. Incluso con nuestros desacuerdos, no me había dejado sola. Cualquier otra persona en su lugar se hubiera ido afuera o hacia la barra para no involucrarse en algo que no era en lo absoluto de su importancia. Se había quedado y de los tres era quien menos incómodo parecía.Mientras que nosotros aguardamos por una explicación con respecto a lo que dijo, él se limitó a alzar la mano y llamar a un camarero.Este se acercó enseguida y lo observó con atención.—Buenas tardes. ¿Qué desean ordenar? —Sacó la libreta. —En una cuenta separada —dijo, desligándose así de los pedidos del resto—, vamos a querer café y un té con leche. Lo miré con curiosidad. Le agradecería más tarde por lo que estaba haciendo por mí.—Ella prefiere beber chocolate caliente —se adelant
Miré mi mano siendo vendada por una mucho más grande. Sí, estábamos en el baño de la cafetería, que no podía ser más pequeño para los dos.Yo estaba sentada sobre el lavabo mientras él se estaba encargando de limpiar mis heridas, ponerme crema y vendar mis manos. Durante los cinco minutos más largos de mi vida, ninguno de los dos dijo alguna palabra. Me veía como una princesa mimada y caprichosa, frágil, protegida por el legado de su familia y un hermano multimillonario. Quise negarlo, pero en un día ya había tenido dos heridas y le había demostrado a Caleb lo mucho que necesitaba tener a alguien que me protegiera.Vergüenza era un eufemismo para lo que recorría mis venas ese momento.—Perdón —dije en voz baja—. Yo pagaré los dos cafés por haberlos arruinado y también las tazas rotas.En el proceso, sin notarlo, cuando me puse de pie moví la mesa y las tazas se fueron directamente al suelo. Mi mano comenzó a temblar sostenida por las suyas mientras terminaba de ponerme el vendaje.—N
Puntualidad. Aquello resultaba tan complicado para mí, pero a pesar de ir apurada, siempre llegaba en punto. En el momento exacto en el que tenía que estar, lo estaba y eso era mucho decir. Por supuesto, dentro de un trabajo no resultaba un gran logro, puesto que todos debían ser responsables a la hora de llegada y salida. Empero, eso no quería decir que dentro de mi vida no lo fuera. El año pasado, con lo que pasó, el ataque y la separación, mi cerebro pareció tener mucha menos energía que antes, por lo que casi siempre llegaba tarde a todos lados.Hacer esto era un pequeño esfuerzo del que me enorgullecí en silencio. Esta vez no estaba mi hermano preparado para recibirme, sino que este confiaba en que había escuchado lo suficiente como para estar al día.Así que ahí estaba, vestía ropa formal: un pantalón negro, una camisa blanca, una corbata y un saco negro. Aún así, no pude evitar sentirme fuera de lugar Era igual a verme delante del espejo cuando me hacía un corte nuevo de cab
Me sentí tensa. No quería volver a verlo, pero no podía negar que estaba inquieta. —¿Señor...? —Me incliné para ver al chofer—¿Está todo en orden? ¿Sucede algo? —Un semáforo, tal vez —soltó irónico el guardaespaldas. Giré con una ceja levantada, solo para verlo concentrado en el celular. Ni siquiera había levantado la mirada. Genial.—Parece que algo anda mal con el auto, señorita Grayson —respondió el hombre con amabilidad—. Saldré a revisar. —Abrió la puerta y se fue del vehículo.De reojo, vi a los otros autos seguir de largo. Afortunadamente antes de detenerse, había atinado a colocarse a un costado. Respiré hondo y miré hacia el techo, impaciente.Apreté las manos a los costados de mi cuerpo tratando de calmar el pánico que al parecer se acrecentaba en mí. A menudo, había tenido pesadillas similares días antes de empezar a trabajar, en las que llegaban ellos, los que perseguían a James por haber testificado en su contra tiempo atrás. —¿Podrías dejar ese teléfono y concentrar
[Perspectiva de Nicholas]Mis párpados se abrieron más de la cuenta. El ser que tenía delante de mis ojos era por mucho el más valiente con el que me había cruzado. Nadie se había atrevido a hacerme una pregunta semejante por mi aspecto imponente y la verdad, lo prefería así.Lo hacía, porque en ese momento las imágenes violentas que había tenido retenidas en mi psique ahora volvieron y me golpearon con fuerza. Miré la mesa con fijeza y al mismo tiempo, no estaba viendo nada más que a mis recuerdos. Oí el sonido de la explosión, luego el griterío que me despertó, los paramédicos vomitando. A mi compañero... destruido. —No es algo que le incumba —contesté, quizá más arisco de lo que había pretendido.La señorita me incomodaba. Era charlatana incluso cuando no quería serlo, tenía problemas y era evidente que yo no le agradaba para nada. Sin embargo, ahí estaba. Apretó los labios en una línea recta y asintió con la cabeza. Por alguna razón, sus mejillas se pusieron rojas.—¿Por qué l