[Perspectiva de Nerea]. Una semana después.
Mis manos temblaron a medida que el vehículo se acercaba a la entrada del edificio.El chófer de Caleb, mi hermano, estacionó, así que se despidió de mí y me vi obligada a salir de ese auto para hacerle frente a la vida, así que lo hice. Abracé mi bolso con ambos brazos y vi la inmensa edificación que se extendía delante de mí.Compañía Grayson. Ahí era donde iba a trabajar.Tenía un título en abogacía y estaba graduada con honores. Me había quemado las pestañas estudiando esa carrera, pero entonces, apenas era capaz de salir a la calle y el único trabajo que quería hacer (o que más bien me veía en la posibilidad de hacer) era detrás de una oficina con cuatro paredes y la mayor privacidad posible, por lo que Caleb tuvo la amabilidad de contratarme como su secretaria.Se había hecho cargo de mí los dos años que había pasado bajo diferentes tratamientos, me había dejado quedarme en su casa y ofrecido su hombro cuando lo necesitaba para llorar como una desgraciada. Sabía lo mucho que me costaba salir a la calle, por ejemplo, y lo que me había dolido la separación que aún no estaba terminando de superar. Ni siquiera me atrevía a divorciarme aún. Hecho gracioso, teniendo en cuenta que todo el mundo pendiente de la vida de James lo estaba esperando. Bueno, lo era más aún cuando recordaba que en veinticuatro horas estaría a punto de concretarse.En retrospectiva, mi hermano mayor estaba preocupado por mí, así que me permitió trabajar en su empresa a cambio de cumplir dos condiciones: tener un guardia de seguridad que me siga cada vez que lo pierda de vista e intente salir a la calle. Estaba trabajando en eso con mi psicóloga.Concentrada en lo que pasaba por mi cabeza, los recuerdos y los momentos que me llevaron a estar de pie con mis cosas de oficina delante de ese sitio, no me di cuenta que la puerta se estaba abriendo y cuando lo hice, mi frente ya lo había notado primero.Ir de zapatos y recibir un empujón de esa índole no iban de la mano. Chillé soltando por reflejo mi bolso y caí al suelo. Las cosas volaron por los aires. Mi cabeza fue la primera en aterrizar. Pestañeé. La vista se puso borrosa por un instante.—Santo cielo, perdóneme. No pensé que alguien podría estar detrás de la puerta —escuché a una voz gruesa decir.Mis manos reposaban sobre mi abdomen, ahora libres, pues ya no sostenían mi bolso, cuyas cosas se encontraban esparcidas por el suelo.¿Y yo? Claramente reprimí el impulso de salir corriendo por la vergüenza.Una mano apareció en mi campo de visión y la tomé, todavía un tanto aturdida por el golpe.—Lo siento. Dios, esa caída fue muy fuerte.Todavía podía escuchar el sonido del impacto de mi cabeza contra el piso.Lo miré. Hasta entonces no sabía lo mucho que podía olvidarme de mi ex por un pequeño instante.Sus ojos eran celestes, tan claros que me recordaron al hielo de un tibio invierno arropada entre las mantas mientras veía la escarcha en la ventana de mi cuarto. Ese tipo de frío.Era alto, castaño y para mi mala suerte, lo reconocí enseguida.Su nombre era Erick Joseph, era el director en jefe del bufete de abogados dentro de la empresa y, por supuesto, el mejor amigo de mi hermano desde que entró a la universidad. Era increíble saber lo lejos que ambos habían llegado por su propia cuenta. Lo admiraba.Mis mejillas se pusieron rojas al instante. Era uno de los mejores abogados que conocía.—Ah, Nerea, eres tú. Dios, perdón. Tu hermano va a matarme.No pude evitar sonreír divertida por la dulzura que emanaba. Lo interesante era que la mayor parte del tiempo estaba serio, pero una vez me acercaba a hablarle o me veía, sonreía. Era lindo.Se agachó rápidamente a juntar mi cosas.—No tienes que hacer eso, yo te ayudo —balbuceé, atontada. Me agaché a juntar algunos resaltadores. Cuando todo estuvo en su lugar, nos pusimos de pie.Lo observé a los ojos y me sonrió.—Así que era cierto que por fin te animas a venir a trabajar con nosotros.Sonreí de costado.—Por supuesto y...—Con permiso —dijo una voz masculina a mis espaldas, tan fría que me envió escalofríos a lo largo de mi cuerpo.Olvidé que estábamos bloqueando la entrada.Me erguí por instinto y luego me eché a un lado dejando al hombre ingresar. Lo vi avanzar, este estaba vestido con un pantalón oscuro y una chaqueta negra. Caminó con la frente en alto. No alcancé a ver su rostro.Erick también se hizo a un lado, pero lo siguió con la mirada, extrañado.La puerta se cerró.—Debe ser nuevo —señaló, pensativo.Levanté una ceja.—No parece ser muy amable. ¿Entonces no lo conoces? —inquirí tímida. No eran muchas las veces que entablaba una conversación con él.Rio bajo.—No, pero me da miedo. Como dije, debe ser uno de los nuevos. Solo espero que Caleb no lo asigne como mi secretario. —Se pasó la mano por su cabello viendo aún hacia la entrada.Recordé el grosor de su espalda y la forma en la que le quedaba a ropa. No tenía pinta de secretario.Respiré profundamente.—Tengo que ver a mi hermano, me está esperando —expliqué para después ingresar rápidamente. Cerré los ojos con pesadez. Ni siquiera lo dejé despedirse. No era nada personal contra el abogado, sino que sencillamente odiaba estar en la calle más de lo necesario.El perfume a vainilla mezclado con el aroma a café propio de ese lugar me inundó apenas crucé la sala brillante, pulcra y elegante. Ya en el elevador, presioné el botón del último piso y esperé a que me llevara a mi destino. Lo cierto es que ese sitio no se sentía precisamente como en casa, pero a esas alturas, después de pasar tanto tiempo con Caleb, era algo bastante parecido.Antes de que las puertas se cerraran, vi una mano interponerse entre ellas y abrirlas. Eso debía requerir una gran cantidad de fuerza. Miré hacia adelante pretendiendo no observarlo demasiado, pero la curiosidad ganó. De reojo, noté la ropa que llevaba el sujeto misterioso del que había estado curioseando con Erick (vaya profesionales). Lo miré a la cara, con el impulso más fuerte que yo misma.Me devolvió la mirada.La palabra «salvaje» podía definir la manera en la que percibí su rostro.No sabía que los ojos podían tener filo hasta que noté los suyos sobre mí. Bajé la mirada al instante y apreté un poco más el bolso en mi mano.Repasé una y otra vez el recuerdo de su rostro en mi mente mientras que mi vista estaba fija en el suelo, presa de vergüenza y nervios. No era el momento para encontrarme un sujeto atractivo. La ansiedad por el nuevo empleo me haría jugar una mala pasada. Tenía la mandíbula marcada, era pálido y tenía el pelo más oscuro que había visto en mi vida. Una de sus cejas tenía un corte, pero no lucía como el que algunas personas se hacían intencionalmente, sino que parecía ser parte de una cicatriz que cruzaba en diagonal desde su sien hasta llegar a su mejilla. La otra mitad de su cara llamaba más la atención todavía, pues la mejilla tenía tres cortes más y lucía como si tuviera cicatrices de quemadura. Su cuello estaba lleno de tatuajes. Lo que me llevaba a preguntarme, ¿qué hacía un sujeto que parecía recién salido del ejército en un edificio com
Así es como terminé siendo asistida en la oficina por la secretaria de mi hermano mientras los otros dos esperaban afuera. Al parecer, me había hecho un pequeño corte en la espalda tras la caída. No me había dado cuenta, tal vez por los nervios de comenzar un nuevo día. Estaba con el sujetador puesto, sentada en el escritorio mientras me limpiaba la herida y tenía la vista clavada en la pared. En mis manos sostenía mi camisa. Por lo menos estaba vestida cómodamente. —¿Te sientes bien? Clara era una mujer maravillosa. Mi hermano estaba flechado por ella. Llevaba el cabello corto y castaño, tenía una mirada tierna y su familia era tan influyente cómo alguna vez lo había sido la nuestra. Estaba a nada de recibirse de su carrera. Era admirable. —Más allá de la vergüenza, sí.—Te vi entrar hace un rato, parecías asustada —reconoció.De a poco, mis mejillas pasaron a estar rosadas y quise pegarme en la frente. Tapé mi cara con las dos manos y gimotee.—¡Perdón! No te vi.Rio.—Tranquila
Lo que sea que discutieron mi hermano y Nicholas Wilde en mi presencia, no le presté atención en lo más mínimo. No, estaba ocupada recordando la manera en la que me miró al escucharme.Me lo merecía por lo que había dicho, ya estaba siendo una prejuiciosa sin siquiera tomarme la molestia de esperar a conocerlo. Para ser honesta, no se había comportado de la manera más amable posible tampoco. No había sido bueno conmigo, como yo no lo fui con él.Tal vez me avisó lo de la espalda, pero el resto del tiempo se comportó como un patán. ¿O solo seguía siendo una prejuiciosa?Estaba segura de que no iba a volver a dirigirme la palabra a no ser que sea estrictamente necesario. Podía esperar lo mismo de mí, ya que no haría más que eso tampoco. Le hablaría por educación y...—¿No es así, Nerea?Levanté la mirada. Me encontré con dos pares de ojos expectantes.—¿Uhmm? —inquirí desorientada.—Que si ya estás lista para ir a ver la que va a ser tu oficina a partir de ahora, así ya van y se quedan
Ignoré su comentario y opté por colocarme los auriculares. Puse música clásica para relajarme, vieja costumbre aprendida debido a mis abuelos, y comencé a sacar y ordenar las cosas que había traído para decorar el escritorio. No iba a concentrarme todo el rato en el guardia, o más bien no debía hacerlo. Incluso con la melodía sinfónica presente, no podía dejar de imaginarlo detrás de mí con esa mirada fría y meticulosa analizando cada aspecto de mis movimientos. Por lo que aun después de la aparición de Clara con mi material de trabajo y luego con la silla para Nocholas, mi mente no dejaba de dar vueltas en lo sucedido. Estaba segura de que por fuera me veía profesional, pero por dentro había un montón de pequeñas Nereas corriendo y lanzando cosas sin saber qué hacer a parte de entrar en pánico. Una parte mía se estaba esforzando en concentrarse. Era mi primer día de trabajo en un área a la que no estaba acostumbrada, pero que me interesaba en demasía. Después de todo, la carrera de
—Claro, y luego soy yo la niña rica y mimada que es una egocéntrica —ironicé.—Es un hecho que es rica y mimada. Ha conseguido este puesto que probablemente ni siquiera exista y está bajo el ala protectora de su hermano. Eso no es algo malo, pero no es mi tipo de persona. Cerré los puños con fuerza.—Entonces absténgase de traer café, no me gusta, ni se moleste en charlar con una persona tan vacía de esfuerzo. El egocéntrico para ser otro, no yo. ¿Crees que tuviste una vida difícil? Despierta, todo el mundo tiene sus propias batallas, no por eso tienes que mirarlos por encima del hombro como si fueras superior solo porque lo tienes todo para cuidar de ti mismo e incluso de otras personas. Si vas a trabajar como mi guardaespaldas, al menos finge que el trabajo de cuidar a alguien tan débil y mimada no es una molestia. Seguro que usas el dinero para cosas exitosas ¿No? Puedo despedirte si me apetece.Se puso de pie y soltó un suspiro.—No se preocupe, no me disgusta trabajar para esto.
Solo faltaba una cuadra para llegar al destino. Tuve la vista hacia el frente y no intercambié palabra alguna con mi acompañante. Tan solo me limité a morderme las uñas y ver a la distancia como si allí me esperase alguna cadena perpetua. Ya frente a la puerta de la cafetería la ansiedad me golpeó de lleno. Permanecí mirando el picaporte como si tomarlo, abrir y entrar fuera todo un desafío que poseía mucha complejidad y necesitaba bastante fuerza y valentía.Verlo a la cara después de tanto tiempo era el verdadero desafío que tendría que atravesar ese día.Si mi hermano estuviera al tanto, me habría prohibido ir. Bueno, tal vez no de tal manera, pero sí que se habría mostrado excesivamente disgustado por eso. No estaba segura, mas una parte de mí sabía que necesitaba hacerle frente a la situación de una vez por todas y terminar lo que había comenzado como una historia de amor. A lo mejor, darle un final era lo único que faltaba entre nosotros.El problema era que sabía que si me pedí
Entonces, todas las miradas, incluída la mía, se centraron en el pelinegro que me había acompañado y el que se dio el lujo (gracias a dios) de sentarse en la mesa con nosotros cuando en realidad ni siquiera le incumbía en lo más mínimo. Incluso con nuestros desacuerdos, no me había dejado sola. Cualquier otra persona en su lugar se hubiera ido afuera o hacia la barra para no involucrarse en algo que no era en lo absoluto de su importancia. Se había quedado y de los tres era quien menos incómodo parecía.Mientras que nosotros aguardamos por una explicación con respecto a lo que dijo, él se limitó a alzar la mano y llamar a un camarero.Este se acercó enseguida y lo observó con atención.—Buenas tardes. ¿Qué desean ordenar? —Sacó la libreta. —En una cuenta separada —dijo, desligándose así de los pedidos del resto—, vamos a querer café y un té con leche. Lo miré con curiosidad. Le agradecería más tarde por lo que estaba haciendo por mí.—Ella prefiere beber chocolate caliente —se adelant
Miré mi mano siendo vendada por una mucho más grande. Sí, estábamos en el baño de la cafetería, que no podía ser más pequeño para los dos.Yo estaba sentada sobre el lavabo mientras él se estaba encargando de limpiar mis heridas, ponerme crema y vendar mis manos. Durante los cinco minutos más largos de mi vida, ninguno de los dos dijo alguna palabra. Me veía como una princesa mimada y caprichosa, frágil, protegida por el legado de su familia y un hermano multimillonario. Quise negarlo, pero en un día ya había tenido dos heridas y le había demostrado a Caleb lo mucho que necesitaba tener a alguien que me protegiera.Vergüenza era un eufemismo para lo que recorría mis venas ese momento.—Perdón —dije en voz baja—. Yo pagaré los dos cafés por haberlos arruinado y también las tazas rotas.En el proceso, sin notarlo, cuando me puse de pie moví la mesa y las tazas se fueron directamente al suelo. Mi mano comenzó a temblar sostenida por las suyas mientras terminaba de ponerme el vendaje.—N