38. El secuestro

Sebastian

—Al grano, Volkov. —Intervine de pronto, llamando por completo su atención—. ¿A qué has venido? Dudo mucho que se trate de una visita de cortesía.

—Cuánta razón tienes, Mancini. Me gusta que seas tan directo. —Admitió el muy cabrón, divertido—. Resulta que he tenido una perdida muy grande en Hong Kong.

—¿Y eso que tiene que ver con nosotros? —Cuestioné fingiendo no saber de qué carajos estaba hablando.

El ruso chasqueó la lengua y levantó el dedo en mi dirección.

—Tiene mucho que ver, querido, no nos hagamos los tontos—Alzó las cejas y se acercó a mi—. Esta vez seré bueno. Se disculpan, nos reponen la mercancía y la chica no saldrá herida.

De pronto levantó la pantalla de su teléfono y mo

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