118. Sebastian y Bella
«Soy hija innata de la supervivencia. Soy peón y reina. Soy tan mafia como ellos… soy Isabella Ferragni»

. . .

Bella

Donato Mancini se acercó a su hijo. Despacio y con los ojos clavados en el hombre que había hecho de roma su maldito reino. Junto a él, Guadalupe Garza iba sujeta a su brazo con el mentón recto y los hombros tensados.

Una imagen armoniosamente familiar. Una imagen de la mafia. De amor y lealtad.

Bastian se estremeció cuando su padre apoyó las manos sobre sus hombros y le sostuvo la mirada por puro respeto y jerarquía.

—Padre —saludó con un leve asentimiento de cabeza y luego miró a Guadalupe con una preciosa sonrisa—. Madre.

—Haz hecho lo correcto con roma, hijo. —afirmó el capo de ahora mayor influencia en la ciudad.

—Estamos orgullosos de ti, cariño —Guadalupe si quiera supo el escalofrío que me recorrió al escucharla.

Sebastian asintió preso de sus instintos más primarios y abrazó a sus padres reducido a un sentimiento que si quiera la mafia gozaba de control
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