39. En sus brazos

Sebastian

—Voy a ser honesto contigo —Miré detenidamente al hombre de seguridad del ruso, estaba atado de brazos junto con uno de los otros esbirros, sus espaldas chocaban—. No vas a salir bien librado de esto, pero depende de ti si lo hacemos rápido o termina siendo doloro.

El hombre bajó la cabeza y soltó una maldición en su idioma apretando fuertemente los dientes.

Carlo negó con la cabeza en desaprobación y cargó su pistola, apuntó la cabeza del esbirro que le acompañaba en aquella muy penosa situación y disparó sin pensarlo, desparramando sangre por todos lados.

—El siguiente serás tú... —Advertí preparándome—. Y créeme, no seré para nada condescendiente.

Calabozo… —Murmuró.

Le obligué a levantar la cara con la punta d

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