35. La incertidumbre

Carlo

—Estás despierto. —Susurró, ya para ese momento, estaba lo suficientemente cerca como para poder mirarla.

Había escogido una de mis chaquetas de mezclilla negra para cubrirse del frio por encima de su vestido. Me pareció demasiado tierno ver como las mangas no dejaban ver el final de sus dedos, supuse que para ella la comodidad era más primordial que la elegancia.

—No tenía sueño. —Respondí, y aunque había algo de verdad en ello, no tuve el valor de decirle el resto.

—El insomnio nunca ha sido un buen consejero. —Sonrió y joder, fue precioso verla hacerlo.

—Y yo que soy bastante caprichoso para aceptar consejos, mucho menos de ese tal insomnio. —Bromeé y no me arrepentí porque su sonrisa se ensanchó un poco más.

Unas ligeras manchas rojizas se acentuaron sobre sus mejillas cu

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