Ayyyyy cariñitos, se nos acaban de complicar las cosas entre los protagonistas. ¿Cómo creen que Amir vaya a solucionar esto?
Amir El tiempo se ha acabado. Siento que tengo la adrenalina fluyendo por mis venas pues hoy se hará la captura de mi padre finalmente. Después que la arpía de Sujen fuera a la mansión ayer a intentar sobornarme con darle información a mi padre, descubrí que él se siente más acorralado de lo que imaginaba y eso tampoco es bueno. Porque ¿Qué hacen las ratas cuándo las acorralan? Huyen. Y eso es lo último que necesito en estos momentos. Además Sujen termino diciendo más de lo que debería y fue así como descubrí que la perra de Haifa es un informante de mi padre y que tiene a alguien trabajando para ella dentro de la mansión, razón por la cuál hoy mismo voy a hacer una limpieza. Sin embargo, mi mente no ha podido estar centrada del todo en nada de esto, porque no puedo dejar de pensar en Samira. No sé qué demonios es lo que ha pasado, pero ella no está bien. Desde anoche que fui a buscarla a la habitación ella ha estado más callada de lo usual y cuándo intenté acercarme me dijo que n
En el lujoso despacho de Samir Rahal, la tensión era palpable. El aire estaba cargado de conversaciones y murmullos mientras los hombres de confianza del villano le entregaban informes y cifras sobre un importante cargamento de drogas que estaba por llegar a su territorio. —¿Y las ganancias estimadas de este mes?—, pregunta Samir con voz autoritaria, sus ojos fríos y calculadores escudriñando los documentos que tiene frente a él. Justo en ese momento, un estruendo retumba en la entrada de la casa, interrumpiendo la reunión. Samir se levanta de su silla de un salto, su rostro se contrae en una mueca de furia. —¿Qué demonios está pasando?—, grita, su voz llena de ira, mientras manda a uno de sus hombres a averiguar lo que está sucediendo. Antes de que el hombre pueda salir, otro de sus subordinados irrumpe en la habitación con rostro pálido y sudoroso. —Señor Rahal, ¡la policía ha entrado en la mansión! ¡Están aquí para llevarlo!—, exclama, su voz temblorosa por la angustia. Un ru
Samira Hoy no he podido concentrarme para nada durante el tratamiento con el doctor Yacaman. Mi mente no ha dejado de dar vueltas desde que me desperté, pues por un lado está la rabia y el odio que quiero sentir hacia Amir y por otro la preocupación al saber que está enfrentándose al milagroso. Nunca había estado tan dividida y contrariada en mi vida y si a eso le sumamos el hecho de que nuevamente estoy viendo sombras, entonces puedo asegurar que estoy en mi peor momento existencial. —...¡Señora Rahal!—el grito del médico me hace dar un respingo en mi lugar y solo entonces me doy cuenta que me debe estar hablando hace tiempo. —Lo lamento, doctor. Yo… estaba distraída. Por unos segundos el doctor no dice nada, hasta que lo escucho dejar salir un suspiro ahogado y acercarse un poco más a mi. —Señora Rahal, sé que no debería meterme en lo que no es mi problema, pero como médico me veo en la obligación de preguntar: ¿Está usted bien? Pues la noto un poco desmejorada. Sus palabras h
Amir Tengo un mal presentimiento. No puedo describir exactamente qué es o de dónde viene exactamente, pero desde el momento en que Samira ha dado su declaración al oficial con asombrosa calma, no he dejado de sentirme ansioso. Sin embargo, quiero pensar que se debe al hecho de que estamos a punto de entrar a la primera parte del juicio contra mi padre. Hoy finalmente ese monstruo tendrá que enfrentar la ley y decir que el país entero está asombrado con todo lo que pasa sería quedarse cortos. Al salir de la fiscalía siento como Samira frena sus pasos y al verla la noto alterada, lo que hace que de inmediato me acerque a ella. —¿Todo bien, princesa?—pregunto sintiendo como esa sensación extraña se expande en mi pecho. —Amir, no puedo hacerlo. No puedo ir al juicio —dice, su voz temblorosa revela su angustia. Sus palabras me golpean como un puñetazo en el estómago. Quiero agarrar su mano y asegurarle que todo estará bien, pero sé que eso sería una mentira. Dejando salir un suspiro
Samira Irme está resultando mucho más doloroso de lo que imaginaba. Y es que ese beso que Amir me dio afuera de la fiscalía por poco me hace olvidar hasta mi mismo nombre, pues por más que trato de odiarlo por engañarme e intento dejar de sentir lo que siento por él, no lo consigo. No puedo obligar a mi mente y mi corazón que simplemente borren estos últimos meses de mi vida que había sentido como un sueño hecho realidad y eso es lo que más me duele de todo esto. Saber que nada de lo que tanta paz y alegría me dio ha sido real. Sin embargo, no puedo negar que una partecita de mi cabeza me grita que no todo pudo ser mentira, que nadie es tan bueno fingiendo y que a lo mejor todo tiene una explicación, pero yo he decidido ignorarla, pues esas no son más que ilusiones de una mujer enamorada. Ahora mismo debo dejar de lado el corazón y actuar por la razón, pues no soy solo yo quien está en medio de todo esto, ahora mismo hay un bebé creciendo dentro de mi que no merece nacer en medio
Samira —Aquí tienes el té, mi niña. —Muchas gracias Anya, lo tomaré y me acostare, estoy algo cansada—le digo y la mujer entiende enseguida la indirecta, porque luego de decirme que descanse sale de la habitación. Es entonces cuando a tientas tomo la pequeña mochila del closet y guardo todo lo que puedo en ella, entre ropa interior, blusas y pantalones, antes de finalmente hacer lo que más duro va a darme: Escribir la carta a Amir. No pienso irme sin decirle que sé la verdad. Sin que sepa que me he enterado de su juego, por eso tomando un hoja y arriesgándome a que no me quede bien, pues no puedo ver más que sombras y algunos destellos, empiezo la carta. Cada palabra que escribo en la nota es como un golpe directo a mi corazón. El dolor y la angustia se mezclan con la rabia y la frustración mientras trazo las letras con mano temblorosa. Escribir la verdad es un acto de liberación, pero también es un acto de despedida. Dejar la nota sobre la cama es como dejar atrás una parte de mí
Amir 24 horas. Han pasado 24 horas desde que Samira se fue de mi lado y siento que el mundo entero ha perdido sentido. En especial después de haber leído la carta que dejó para mí, esa en dónde descubro que ella ya sabe la verdad, y por la forma en que se expresó, supongo que tuvo que haberme escuchado hablando con la infeliz de Sujen. Pero ¿Por qué no me preguntó? Joder, yo le hubiera explicado todo, habría puesto el maldito mundo de cabeza con tal de que ella me perdonara, pero ni siquiera me dio una oportunidad para explicarme, ella simplemente se fue. Llevo a mis labios el vaso lleno de whiskey que tengo en las manos y doy un trago largo y profundo justo cuándo la puerta de mi estudio se abre y veo el semblante serio de Said en el umbral. Sus ojos me recorren de pies a cabeza y sé, sin necesidad de mirar su mueca de asco, que no me encuentro en mi mejor momento. —No puedo creerlo—me dice avanzando hacia dónde estoy y arrancando la botella con la que iba a rellenarme el vaso,
Samira Lo primero que siento es un terrible dolor de cabeza que ni siquiera me permite abrir los ojos. Llevo mis manos a la zona para comprobar que no estoy sangrando y el solo hecho de intentar levantar los brazos me cuesta horrores. Todo el cuerpo lo tengo entumecido, es casi como si no me perteneciera y eso consigue que el pánico se dispare en mi interior, en especial cuándo me percato de que estoy en una cama y el recuerdo de lo sucedido con Karim viene a mi mente. Sin importarme el dolor intento sentarme, pero un mareo me asalta y debo volver a acostarme para no caer de la cama, es entonces cuándo la voz de Karim llega a mis oídos poniéndome los nervios de punta. —Me disculpo por el malestar, creo que se me fue un poco la mano con… el relajante.—me dice, consiguiendo que todo mi cuerpo se tense, en especial porque sé que no fue un relajante lo que me puso así. Me drogó. Instintivamente mis manos se posan en mi estómago antes de que el miedo se convierta un nudo en mi garganta