66. Dijiste que me ayudarías
Samira

—Aquí tienes el té, mi niña.

—Muchas gracias Anya, lo tomaré y me acostare, estoy algo cansada—le digo y la mujer entiende enseguida la indirecta, porque luego de decirme que descanse sale de la habitación.

Es entonces cuando a tientas tomo la pequeña mochila del closet y guardo todo lo que puedo en ella, entre ropa interior, blusas y pantalones, antes de finalmente hacer lo que más duro va a darme: Escribir la carta a Amir.

No pienso irme sin decirle que sé la verdad. Sin que sepa que me he enterado de su juego, por eso tomando un hoja y arriesgándome a que no me quede bien, pues no puedo ver más que sombras y algunos destellos, empiezo la carta.

Cada palabra que escribo en la nota es como un golpe directo a mi corazón. El dolor y la angustia se mezclan con la rabia y la frustración mientras trazo las letras con mano temblorosa. Escribir la verdad es un acto de liberación, pero también es un acto de despedida. Dejar la nota sobre la cama es como dejar atrás una parte de mí
Lizzy Bennet

AAAAAAAAAAAAAA que se la ha llevadooooooo!!!!! Mañana seguimos con más cariñitos!! Besoooos

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