Cariñitoooooos, no me odien por favor, pero las cosas se van a poner muy feas a partir de aquí. Besooos y gracias por leer.
Amir Tengo un mal presentimiento. No puedo describir exactamente qué es o de dónde viene exactamente, pero desde el momento en que Samira ha dado su declaración al oficial con asombrosa calma, no he dejado de sentirme ansioso. Sin embargo, quiero pensar que se debe al hecho de que estamos a punto de entrar a la primera parte del juicio contra mi padre. Hoy finalmente ese monstruo tendrá que enfrentar la ley y decir que el país entero está asombrado con todo lo que pasa sería quedarse cortos. Al salir de la fiscalía siento como Samira frena sus pasos y al verla la noto alterada, lo que hace que de inmediato me acerque a ella. —¿Todo bien, princesa?—pregunto sintiendo como esa sensación extraña se expande en mi pecho. —Amir, no puedo hacerlo. No puedo ir al juicio —dice, su voz temblorosa revela su angustia. Sus palabras me golpean como un puñetazo en el estómago. Quiero agarrar su mano y asegurarle que todo estará bien, pero sé que eso sería una mentira. Dejando salir un suspiro
Samira Irme está resultando mucho más doloroso de lo que imaginaba. Y es que ese beso que Amir me dio afuera de la fiscalía por poco me hace olvidar hasta mi mismo nombre, pues por más que trato de odiarlo por engañarme e intento dejar de sentir lo que siento por él, no lo consigo. No puedo obligar a mi mente y mi corazón que simplemente borren estos últimos meses de mi vida que había sentido como un sueño hecho realidad y eso es lo que más me duele de todo esto. Saber que nada de lo que tanta paz y alegría me dio ha sido real. Sin embargo, no puedo negar que una partecita de mi cabeza me grita que no todo pudo ser mentira, que nadie es tan bueno fingiendo y que a lo mejor todo tiene una explicación, pero yo he decidido ignorarla, pues esas no son más que ilusiones de una mujer enamorada. Ahora mismo debo dejar de lado el corazón y actuar por la razón, pues no soy solo yo quien está en medio de todo esto, ahora mismo hay un bebé creciendo dentro de mi que no merece nacer en medio
Samira —Aquí tienes el té, mi niña. —Muchas gracias Anya, lo tomaré y me acostare, estoy algo cansada—le digo y la mujer entiende enseguida la indirecta, porque luego de decirme que descanse sale de la habitación. Es entonces cuando a tientas tomo la pequeña mochila del closet y guardo todo lo que puedo en ella, entre ropa interior, blusas y pantalones, antes de finalmente hacer lo que más duro va a darme: Escribir la carta a Amir. No pienso irme sin decirle que sé la verdad. Sin que sepa que me he enterado de su juego, por eso tomando un hoja y arriesgándome a que no me quede bien, pues no puedo ver más que sombras y algunos destellos, empiezo la carta. Cada palabra que escribo en la nota es como un golpe directo a mi corazón. El dolor y la angustia se mezclan con la rabia y la frustración mientras trazo las letras con mano temblorosa. Escribir la verdad es un acto de liberación, pero también es un acto de despedida. Dejar la nota sobre la cama es como dejar atrás una parte de mí
Amir 24 horas. Han pasado 24 horas desde que Samira se fue de mi lado y siento que el mundo entero ha perdido sentido. En especial después de haber leído la carta que dejó para mí, esa en dónde descubro que ella ya sabe la verdad, y por la forma en que se expresó, supongo que tuvo que haberme escuchado hablando con la infeliz de Sujen. Pero ¿Por qué no me preguntó? Joder, yo le hubiera explicado todo, habría puesto el maldito mundo de cabeza con tal de que ella me perdonara, pero ni siquiera me dio una oportunidad para explicarme, ella simplemente se fue. Llevo a mis labios el vaso lleno de whiskey que tengo en las manos y doy un trago largo y profundo justo cuándo la puerta de mi estudio se abre y veo el semblante serio de Said en el umbral. Sus ojos me recorren de pies a cabeza y sé, sin necesidad de mirar su mueca de asco, que no me encuentro en mi mejor momento. —No puedo creerlo—me dice avanzando hacia dónde estoy y arrancando la botella con la que iba a rellenarme el vaso,
Samira Lo primero que siento es un terrible dolor de cabeza que ni siquiera me permite abrir los ojos. Llevo mis manos a la zona para comprobar que no estoy sangrando y el solo hecho de intentar levantar los brazos me cuesta horrores. Todo el cuerpo lo tengo entumecido, es casi como si no me perteneciera y eso consigue que el pánico se dispare en mi interior, en especial cuándo me percato de que estoy en una cama y el recuerdo de lo sucedido con Karim viene a mi mente. Sin importarme el dolor intento sentarme, pero un mareo me asalta y debo volver a acostarme para no caer de la cama, es entonces cuándo la voz de Karim llega a mis oídos poniéndome los nervios de punta. —Me disculpo por el malestar, creo que se me fue un poco la mano con… el relajante.—me dice, consiguiendo que todo mi cuerpo se tense, en especial porque sé que no fue un relajante lo que me puso así. Me drogó. Instintivamente mis manos se posan en mi estómago antes de que el miedo se convierta un nudo en mi garganta
Amir Una semana, ha pasado una semana y no he podido encontrar al infeliz de Karim y a Samira. He recorrido no solo Marruecos, sino todas las ciudades cercanas buscando información y no he conseguido nada, lo que ha hecho que mi humor este peor que nunca. Ahora el aire se espesa con la tensión que me consume. Cada segundo sin ella se siente como una eternidad. Mi mente se ha vuelto un torbellino de preocupación y desesperación. No he descansado, no he comido, solo he estado buscándola sin descanso. Mi paciencia se ha deshilachado hasta quedar en hilos, y mi temperamento está al borde del colapso. El equipo de búsqueda se reúne frente a mí, esperando informes que no llegan con la rapidez que necesito. Mi pulso late con impaciencia, y mi voz resuena con un tono áspero cuando finalmente les demando respuestas. —¿Qué han encontrado?—inquiero, mi voz cargada de ansiedad y frustración. El líder del equipo titubea antes de responder. —Señor, tenemos una pista. Al parecer, alguien la v
Samira Un infierno, en eso es lo que se ha convertido mi vida en estos últimos tres meses. No he salido de la habitación en la que me encerró Karim, sino únicamente para asistir al comedor dónde debo ponerme la ropa que él me envía y compartir la mesa con él como si fuéramos una pareja. Pero nada de eso se compara a lo que siento cuándo la noche cae y tengo que rezar porque esta no sea la noche en que ese animal decida finalmente aprovecharse de mí. Hasta ahora me he librado por muy poco, pues Aida me ha ayudado a buscar excusas poniendo mi salud por delante o complicaciones con el embarazo, pero algo me dice que eso no va a durar para siempre y estoy aterrada, en especial cuándo escucho que el seguro de la puerta está siendo quitando desde la parte de afuera. Mis manos se van a mi estómago que apenas empieza a notarse y siento que todo se me revuelve cuándo el olor al perfume de Karim llega a mis fosas nasales, segundos antes de escucharlo. —Hola, hermosa—me dice con esa voz insi
Samira Siete meses y medio. Ese es el tiempo que llevo siendo el juguete de un monstruo sin escrúpulos. A estas alturas he dejado de intentar escapar, ya nada parece tener sentido, más que intentar poner a salvo a mi bebé, y es en eso que espero que Aida pueda ayudarme. La mujer se ha vuelto más misteriosa con cada mes que pasamos en esta casa de campo y aunque hay veces que quiero odiarla por no ayudarme a escapar, no puedo hacerlo. Aida lloró conmigo cuándo se enteró de lo que Karim me había hecho y en medio del llanto me prometió que me sacaría de aquí, pero que no podía ser ahora, que debía sacarme de una forma en la que él no fuera tras nosotras. De eso ya pasaron al menos cinco meses. Estoy sentada en la cama, desde la semana anterior he estado teniendo dolores en la parte baja del abdomen, pero obviamente Karim no me ha permitido ir a ver un médico, ni siquiera porque Aida le dijo que eso podía tener poner en riesgo mi vida, lo cuál no me sorprende, dudo que ese animal pueda