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El evangelio de la prosperidad

Como hija de un predicador debía mostrarme fiel hasta la muerte. La mayoría del tiempo pasaba encerrada en mi casa. Además de las exigencias doctrinales por parte de mi padre, aun con toda esa disciplina, fui a la universidad. Ahí me dedicaba al estudio de las ciencias sociales; en principio, hubo un desacuerdo total por parte de mis progenitores. Querían que ingresara al seminario para formarme como educadora religiosa, pero les rogué me dejaran estudiar primero algo que me permitiera desenvolverme, y para descubrir otras consideraciones acerca de la palabra. Entre regaños y vituperios, llegamos a un acuerdo: primero sociología, luego teología.

            Cuando llegué al primer día de clases, me sentí como una extraña entre todos aquellos muchachos que parecían intelectuales y habían vivido más que yo en el m

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