La señora de los tristes
Los murciélagos en el estómago y las columnas apocalípticas son el tema principal de su obra, no hay cumplido los cuarenta, pero sus poemas avistan a una señora de abundantes penurias y dolores. Más allá de las calamidades existenciales, ha tenido varios perros y gatos más que mascotas, miembros de su familia. La última vez que hablamos me dijo acerca de la muerte de Ernesto, pensé en mi amigo periodista de La Prensa, y le pregunté si se trababa de él, pero en llantos me dijo que era un idiota por no recordar el nombre de sus perros.
Ernesto era un perro mestizo, la señora de los tristes lo rescató de morir en un cauce, además de Alfredo (un alemán), Jorge (un pequinés), Rodolfo (otro pequinés), bueno, la lista aumenta según los a&
Terminar la licenciatura de derecho era mi única tarea; en primer lugar, porque debía llenar de orgullo a mis padres y, lo demás, para aprender a vivir, es decir, enfrentar la realidad. Múltiples formas de amargura se presentaron en mi juventud, no quería continuar mis estudios; era una tortura intelectual porque mis intereses era terminar un poemario, pero un poemario distinto a los de mi generación. La mayoría imitadores de poetas rancios o peor aún, de borrachos y locos. La mejor imitación que se puede lograr es leer lo que ellos leyeron, no se trata de la rutina maldita de tomar licor hasta provocarse un coma etílico; es que no existe otra manera, como dije, la lectura es fundamental para escribir, por eso era incapaz de terminar mi poemario. Habían demasiadas lecturas pendientes y, eso me provocaba ansiedad; quería leerlo
Como hija de un predicador debía mostrarme fiel hasta la muerte. La mayoría del tiempo pasaba encerrada en mi casa. Además de las exigencias doctrinales por parte de mi padre, aun con toda esa disciplina, fui a la universidad. Ahí me dedicaba al estudio de las ciencias sociales; en principio, hubo un desacuerdo total por parte de mis progenitores. Querían que ingresara al seminario para formarme como educadora religiosa, pero les rogué me dejaran estudiar primero algo que me permitiera desenvolverme, y para descubrir otras consideraciones acerca de la palabra. Entre regaños y vituperios, llegamos a un acuerdo: primero sociología, luego teología. Cuando llegué al primer día de clases, me sentí como una extraña entre todos aquellos muchachos que parecían intelectuales y habían vivido más que yo en el m
La fiesta convulsionaba entre ruido y gritos de borrachos enloquecidos por la música; otros expulsaban bocanadas de humo, y hablaban sin cesar. Clara en medio de la euforia se reunió con los demás a mecerse como árbol al ritmo de aquella armonía carnavalesca. Ritmo que yo era incapaz de seguir, además estaba vestida como abogado, recién salí del bufete cuando Clara me llamó para ir a la tocada de esa noche. Ahí estaba, con mi cara amargada, aun acompañada me sentía desde lo más profundo, como una vieja en su auge de cansancio mental. A pesar de las invitaciones de Clara para salir a bailar, le expliqué no me sentía bien y, no era por la cerveza, era algo más, obviamente no podía explicarle en ese momento mi malestar y, me quedé sentada viéndola bailar junto a los demá
Quisiera ser más civil, es decir, leer para ser una intelectual y resignada al monasterio de las letras pasivas, sin embargo, soy una creadora, y pienso que la necesidad de verter contenido literario es gratificante para compartir con el público lector las experiencias tanto propias como la de algunas amigas y conocidas. Los relatos en este libro son de corte neo naturalista e hiperrealista (tómese como referencia a Jonathan Franzen y Zadie Smith desde la perspectiva posmoderna, y Flannery O’Connor, y Raymond Carver en el plano hiperrealista, y lo nacional realista y fantástico a Juan Aburto o Manolo Cuadra desde la tradición, pero en lo actual: Martha Cecilia con su libro de relatos Familia de cuchillos), tal vez suene pertinaz, pero es así, una cruda realidad que vivimos las mujeres a diario, desde mujeres que habitan entre perros y gatos, hasta heroínas
Responso de la imitadoraBarajando recuerdos me encontré con el tuyo.Claribel AlegríaLa furia de una escritora es distinta a la de un escritor, es cierto que nos parecemos en cuanto a la inmortalidad de las obras y la necesidad de explayar nuestras ansias en libros; nuestros amores los vivimos de manera diferente, las locuras en nuestro interior se manifiesta en un silencio, pero cuando se llega a las letras, ese silencio se acaba. En el caso de este libro de relatos, describo las historias contadas por mis amigas desde sus diferentes ámbitos, con grabadora en mano escuché sus terribles agonías, y me compartieron sus escritos que ellas no sentían la capacidad de desarrollarlas en historias más que meras anotaciones, y por eso me confiaron la estructuración de una narrativa que rescatara sus silencios. 
La periodistaA mediados de esta década me decidí por el periodismo independiente para escribir historias urbanas; debido a esta euforia, pensé en las herramientas del periodista tal como dice Kapuscinski: cuaderno, bolígrafo y cámara en mano. Recuerdo conducir mi auto y detenerme en el semáforo de la Avenida Bolívar, vi a unos vendedores ambulantes con tucanes y chocoyos enjaulados, fue la primera historia que se me ocurrió escribir. Con mi cámara y sin que se dieran cuenta, les tomé algunas fotografías. El semáforo cambió a verde y, avancé hasta llegar a la zona de Metrocentro, decidí ir por un café para escribir el artículo periodístico experimental. Digo experimental porque estudiaba derecho, no periodismo, pero había cursado un taller de crónic
Desde la penumbraEmpecé a escribir debido a las pesadillas que me abordaban de manera constante; nunca antes había experimentado el temor descarnado de una muerte súbita, así fue como inició mi miedo a morir sin antes escribir aunque sea un relato. Mis dolores son comparados a algunos escritores que padecieron el hambre, aun sí se mantuvieron firmes y diligentes, hablo de Lovecraft, a quien Borges le dedicó un relato. No sé cuáles fueron las intenciones del argentino, pero sé que su ansia por el mundo anglosajón debió llevarlo a una conclusión: Lovecraft es un maestro de la literatura fantástica. Como autor del siglo pasado, presiento una agonía por la vida, es cierto que lo describe en sus cartas como una apatía, y, a pesar d de su racismo, que no podemos juzgar debido a su
Seres inanimadosEl espíritu de Ligotti se encendía en mis entrañas cada vez que veía a las multitudes odiosas en la cafetería central de la universidad. Dedicaba horas a observar la gula de los estudiantes —Papas fritas, gaseosa, donas, burritos—. Tomaba asiento cada vez que podía en las mesas de la cafetería a escuchar las tontas conversaciones de mis contemporáneos. A veces soñaba con la cafetería y me veía sentada escuchando estas pláticas superficiales de bares y discotecas. Sus risas me provocaban un desaire, y un asco total por sus preceptos banales de la vida. Quería gritarles en sus caras que son unos imbéciles, y solo desperdician sus vidas intentando conseguir un título para satisfacer a sus padres y deseos de tontos que aspiran a un supuesto puesto labor