La periodista
A mediados de esta década me decidí por el periodismo independiente para escribir historias urbanas; debido a esta euforia, pensé en las herramientas del periodista tal como dice Kapuscinski: cuaderno, bolígrafo y cámara en mano. Recuerdo conducir mi auto y detenerme en el semáforo de la Avenida Bolívar, vi a unos vendedores ambulantes con tucanes y chocoyos enjaulados, fue la primera historia que se me ocurrió escribir. Con mi cámara y sin que se dieran cuenta, les tomé algunas fotografías.
El semáforo cambió a verde y, avancé hasta llegar a la zona de Metrocentro, decidí ir por un café para escribir el artículo periodístico experimental. Digo experimental porque estudiaba derecho, no periodismo, pero había cursado un taller de crónicas invitada por una amiga. Y, a partir de ese taller comenzó mis ansias de iniciar el blog con mis opiniones y fotografías. La cámara era una Nikon D5000, también hice un curso de fotografía, y eso me ayudó a tomar buenas fotos, al menos lo esencial. Recuerdo que en el café escribí aquel artículo, y preparé el blog en Wordpress. Este fue el primer artículo que publiqué:
La ciudad en llamas
El trabajo informal y los vendedores ambulantes se ven en circunstancias paupérrimas y con necesidad de obtener ingresos a toda costa. ¿A quién culpar por esta situación de emprendurismo en contra del medio ambiente? Pues, en primer lugar al Estado, incapaz de redistribuir y garantizar el trabajo de acuerdo a las capacidades de cada individuo, luego a las grandes corporaciones, no solo las casas comerciales, me refiero a las empresas mineras en el triángulo del norte.
Pero de manera específica, me refiero a la vente de animales en peligro de extinción que capturan para luego venderlos en las calles enjaulados en medio del sol perpendicular de Managua. Los pájaros se ven tristes fuera de su naturaleza donde se reproducen para coexistir en un hábitat armonioso. La ley es clara y aunque hay muchas formas de trabajar, doy por sentado que el Estado es ineficiente, porque debería propiciar y fomentar otros tipos de trabajo que no implique o exponga a los animales que sufren en esas jaulas.
Como dije, los daños colaterales tanto del Estado y las grandes corporaciones con sus exigencias académicas y experiencia exorbitante, también tienen culpa del trabajo informal. Si se fomentara otras vías de conseguir ingresos, estos vendedores ambulantes dejarían en paz a la fauna en vía de extinción. Por desgracia, como país centroamericano y pobre, no hay acción en el asunto, a pesar de las leyes ambientales, y ciertas organizaciones que buscan la manera de educar a las personas acerca de fauna y su agonía, esta venta ambulante continua y, no hablo porque lo he visto una vez, sino miles de veces y, en todas partes de la ciudad. Tal vez la solución sea denunciar a estos vendedores, o darles educación en alguna carrera técnica y de esa manera fomentar el respeto a la naturaleza.
He visto a los tucanes exóticos con picos rotos, aun con sus colores refulgentes, se ven tristes en esas jaulas que deben estar ardiendo por tanto sol. Esto lo he visto en la Avenida Bolívar todos los días, a veces veo chocoyos amarillos y celestes, según dicen, los vendedores los pintan para que aparenten ser más exóticos. Y, el comprador incauto al llegar a casa ver aquel pobre animal descolorido. ¿Hasta cuándo va a terminar esta masacre? ¿Hasta cuándo el Estado y las empresas van a poner mano en el asunto? Las leyes no bastan, porque se incumplen, aun denunciando a estos vendedores, hay más de ellos cazando furtivamente en los bosques y las selvas. Escuché que en la carretera a Matagalpa hasta venden tigrillos enjaulados, monos y ardillas. De continuar esta práctica, nuestra fauna va a desaparecer, y solo nos va a quedar ir al zoológico para observar las últimas especies de estos animales.
Días después de la publicación, algunos amigos leyeron el artículo de denuncia, y también me encontré un comentario en la entrada del blog:
Todo este país de las maravillas es posible, aquí el pobre sobrevive como puede, sin embargo, los que podemos denunciar estas prácticas, deberíamos hacerlos siendo conscientes de su estado laboral, entiendo tu propósito, y entiendo la denuncia, pero vayamos más profundo, como vos decís. El Estado instaurado supuestamente para organizar la sociedad a través de un cuerpo jurídico debería motivar a los ciudadanos, además porque pagamos impuestos, a mejorar la educación tanto primaria y secundaria a través de programas sobre el medioambiente. Comparto tu preocupación, pero deberías enfocarte en tus primeros argumentos: el Estado y las corporaciones son peores y, su trabajo es producir sin importar el bienestar común.
La Chama
Consideré aquel comentario, supuse que tenía razón, y a partir de teorías criticas me di cuenta que en verdad las leyes no sirven para nada, solo son ornamento y pura poesía que llenan papeles tras papeles. Igual las grandes corporaciones, explotan al obrero a tal punto de reducirlo a una hormiga más de una gran cadena de producción con ansias de destruir todo a su paso.
Supuse que me hacía falta más estudio para exponer ideas en contra del Estado, es decir, comenzar con Engels, y algunos escritos de Marx, no para promover una ideología, sino para fundamentar mis criterios. Durante semanas leí algunos artículos sobre la venta de animales en peligro de extinción, el contenido es abundante, y dejé el tema como investigación personal.
Quisiera decir que continué como periodista, pero una vez estacioné mi auto al lado de la estación de servicio de una gasolinera para comprar algo de comida, y al volver me di cuenta que me habían robado mi mochila que contenía mi laptop, la cámara y una grabadora. Todos mis archivos estaban, tanto material para el blog, como mis anotaciones para las clases de derecho. Le solicité al gerente del establecimiento que revisara las cámaras, pero dijeron que no podían, y si quería poner una denuncia en la policía, pues que lo hiciera. Me sentí indignada; mis sueños de periodista se truncaron, no porque había perdido mis herramientas, sino porque ese acto me produjo un pesimismo absoluto: este país está hundido, no hay nada que hacer.
Desde la penumbraEmpecé a escribir debido a las pesadillas que me abordaban de manera constante; nunca antes había experimentado el temor descarnado de una muerte súbita, así fue como inició mi miedo a morir sin antes escribir aunque sea un relato. Mis dolores son comparados a algunos escritores que padecieron el hambre, aun sí se mantuvieron firmes y diligentes, hablo de Lovecraft, a quien Borges le dedicó un relato. No sé cuáles fueron las intenciones del argentino, pero sé que su ansia por el mundo anglosajón debió llevarlo a una conclusión: Lovecraft es un maestro de la literatura fantástica. Como autor del siglo pasado, presiento una agonía por la vida, es cierto que lo describe en sus cartas como una apatía, y, a pesar d de su racismo, que no podemos juzgar debido a su
Seres inanimadosEl espíritu de Ligotti se encendía en mis entrañas cada vez que veía a las multitudes odiosas en la cafetería central de la universidad. Dedicaba horas a observar la gula de los estudiantes —Papas fritas, gaseosa, donas, burritos—. Tomaba asiento cada vez que podía en las mesas de la cafetería a escuchar las tontas conversaciones de mis contemporáneos. A veces soñaba con la cafetería y me veía sentada escuchando estas pláticas superficiales de bares y discotecas. Sus risas me provocaban un desaire, y un asco total por sus preceptos banales de la vida. Quería gritarles en sus caras que son unos imbéciles, y solo desperdician sus vidas intentando conseguir un título para satisfacer a sus padres y deseos de tontos que aspiran a un supuesto puesto labor
Al menos un díaLos sentimientos de suicidio han abordado a miles personas, incluyendo artistas, tanto escritores como músicos, en mi caso, desde adolescente presentí ese temor a la vida, a enfrentarme a la realidad con todas mis dolencias, al principio desconocía lo que estaba pasando, pero para averiguar eso, empiezo con algunos antecedentes y circunstancias que socavaron mi vida al punto de sentirme abandonada e incomprendida. Tomé clases privadas de bajo para evitar el bochorno de mis pensamientos. El instrumento se manifestó como un adivinación, es decir, después de escuchar a Haitus Kaioyote, el grupo musical australiano que casi gana un Emmy, debido a su destrezas y combinación de géneros musicales, me decidí por aprender a tocar bajo de manera profesional a los quince años. Como
El juego perdidoMi tío Leonardo Dávila en su juventud fue un ajedrecista con grandes aspiraciones, aunque sus sueños como Gran Maestro (un sueño que muchos tienen, tal vez una locura) fueron truncados por la guerra de los ochenta, después del Servicio Militar siguió jugando, sin embargo, los estragos mentales le impidieron un entrenamiento disciplinado. Trabajó para el Estado Mayor, y al finalizar el gobierno sandinista se dedicó a trabajar como ayudante de carpintero, oficio que aprendió y con la ayuda de mi padre abrió su propia carpintería. Aun con los sueños encendidos de jugar ajedrez, elaboró un tablero con elegantes características, y fue gracias a él que un grupo de jóvenes y señores se empezaron a reunir en la Colonia La Centroamérica.&nbs
Las correccionesLa puesta en escena de Las correcciones se debe a una engorrosa historia de mi pasado. Algunos críticos señalaron mi obra como una tormentosa muestra de estupidez juvenil, sin embargo, mi intención era mostrar la vida de una teatróloga en medio de sus desvaríos provocados por desamores urbanos. Como escritura de vanguardia, procedí con algo que apenas el director de la obra logró comprender. Le dije era necesario presentar los monólogos interiores del personaje de la misma manera que lo escribí. Había una necesidad de explorar en mi interior aquello que me sucedió y nadie de mis círculos cercanos tanto como amigos y familiares entendieron. En principio, estudié una licenciatura en dramaturgia, nunca tuve la oportunidad de escribir narrativa porque sentía que no era lo
Tacho, el sobrenombre que mi padre le puso a Luis Morales, debido a su trabajo como barbero de Somoza, tiene alrededor de 80 años, y aun se ve entero, con ganas de seguir dando guerra a la vida. Hace una década que mi padre empezó a visitar la barbería de Tacho, siempre lo acompañaba para ir a escuchar las historias del barbero, mientras Denis Orozco, el nieto de Tacho, le cortaba el pelo a mi padre. Todo comenzó cuando mi mamá le exigió cortarse la melena de rockero, aunque él no quería, me dijo que debía hacerlo para complacerla, y no había opción. Él tenía una banda de Death Metal a sus treinta y cinco años, debido a su nueva apariencia decidió abandonar el grupo. Con su oficio como profesor de batería conseguía los ingresos del hogar, desde que tengo memoria, v
Francisca Sánchez fue mi compañera de la carrera de sociología en la Universidad Centroamericana. No siempre fuimos buenas amigas, aunque compartíamos ciertos sentimientos acerca de la realidad pesimista que nos tocaba vivir. Para aliviar mi aburrimiento, iba a las afueras de la universidad a fumar algunos cigarros. Gloría parecía una santurrona, pero una vez me vio fumar y se acercó a hablarme porque además de verme con un cigarro, tenía en mi otra mano un poemario de Verlaine. Nunca la había visto fumar, sin embargo, me pidió un cigarro, lo encendió y me acompañó en aquellos diez minutos de receso. Pronto se volvió un hábito, creo que la influencié con mis ganas de fumar, y nos íbamos a la venta a comprar cigarros y hablar sobre nuestros gustos literarios. Un día le confes&eacu
Los preceptos hipócritas y la agonía de una sociedad en decadencia, para mí es un vómito superior a la moralidad religiosa. No hay mayor simpleza que la neblina en la mente de los fariseos. En cuanto a Marvin Sotelo, el famoso pintor que vive en claustro debido a sus necesidades artísticas, conviene decir que representa la gloria suprema del hombre animado a deslumbrar con sus cuadros la esencia verdadera de la humanidad. Sus solicitudes eran claras: dibujar desnudos de muchachitas en plena edad de flor. Convencida de su esplendor, y por recomendación de un amigo, decidí mostrarme ante él para inmortalizarme a través de la captura pictórica. Nunca sentí una morbosidad de su parte, todo lo contrario, es un ser de luz entre tanta inmundicia y censura banalizada por la estupidez.Fue un 19 de septiembre de 2015 cuando llegué