KIARA
Las puertas del ascensor se abren y damos de inmediato con un pasillo de alfombra roja que da a una puerta de madera caoba.
Reagan saca las llaves y abre, que mis ojos viajan a una ante sala preciosa. Colores blancos y beige predominan el lugar. Los ventanales que llegan del techo al suelo, son de marco negro y las lámparas colgantes de gotas de vidrios le dan un aspecto elegante, aunque si hay un temblor, no me gustaría estar debajo de esas cosas.
Trago saliva siguiendo a Reagan por el pasillo de piso marmolado color gris, por tanta ostentosidad que muestra. Las paredes negras y los cuadros de distintos artistas, me hacen trastabillar cada que camino, hasta que una señora mayor nos recibe, a la cual le tiendo mi chaqueta y la mochila.
Reagan se saca la chaqueta de su traje azul y se arremanga las mangas de su camisa blanca.
—Joven su desayuno está listo —avisa la empleada hacié
KIARA «Martes» Ya estamos a martes y no puedo creer que sea yo quien se haya quedado en el penthouse de Reagan. «¡Mierda!» Esto se me está saliendo de control. Mis sentimientos lo único que saben hacer es florecer y florecer al igual que la primavera que casi se nos va, están creciendo tan alto al igual que el tronco y las ramas de un árbol frondoso, que cuando sean podados, me dolerá tanto que no podre resistir el invierno. Una parte de mi lo sabe y esta segura de ello. Esa parte racional sabe que estoy ocupando un lugar que mi mente me grita que no me pertenece porque
KIARAPasamos por mi departamento, esquivando a los periodistas que jamás se aburren de estar las veinticuatro horas del día parados como los espantapájaros en el campo ahuyentándome de que no vuelva a mi hogar. El señor Smith les prohíbe la entrada y se lo agradezco con una sonrisa cuando a empujones logro entrar al edificio. Subo las escaleras junto a Reagan y saco las llaves para abrir la puerta de mi departamento y buscar el cuadro a carbón, que hice de Kelly y Cali en el parque interior que hay dentro del hospital, que está puesto en el atril.Termino por escribirle una dedicatoria cortita y Reagan me ayuda a cargarlo hasta el auto, haciendo la misma odisea que al principio.Los flashes de las cámaras me ciegan, pero ninguno da declaraciones, ignorando a medio mundo, cuando el McLaren negro prende su motor, dejándolos atrás.En el camino pasa
KIARAEl miércoles en la mañana contrató a Marcia, quien será la encargada de decorar el cuarto de Kelly, mientras nosotros no estemos. Silvia será quien la supervise. Con Reagan elegimos los colores y también el diseño de los muebles, y en la noche dimos la conferencia de prensa en un canal nacional.Era la primera vez que estaba en un estudio de televisión, que ver el maquillaje y vestuario fue un cúmulo de estrés, pero con la compañía de Raven y Julián, los nervios de apoco se fueron esfumando.Reagan aclaro todos los puntos a tratar, respondió las preguntas controversiales y no oculto mi origen ni mi nacimiento, cosa que me gustó mucho más, porque de cierta forma fue sincero con mi status.Y hoy jueves salimos en la primera plana del diario local, siendo una de las parejas más famosas de todo New York. Nuestra uni&oac
KIARAEl avión privado de la familia Armstrong aterriza en el aeropuerto exclusivo de Honolulu después de once horas de viaje. Desabrocho mi cinturón de seguridad y la sonrisa de Reagan me vuelve a desestabilizar.—¿Lo ves? —se burla—. No fue tan terrible.—Excepto por las turbulencias. De verdad pensé que esta cosa se iría al mar profundo y me ahogaría con todos mis sueños no cumplidos y tendría que vivir encadenada a ti por la eternidad, por morirnos juntos.—Me dices exagerado, cuando la exagerada eres tú.Una risa abandona mis labios y me pongo de pie junto a él. Me cuelgo al hombro el morral café de tejidos que traje y Reagan entrelaza nuestras manos, que su toque cálido siempre me conforta en una seguridad que me cuesta creer en mi misma.Las miradas furtivas de Maite, de la Señora Renata y de
KIARA Después de ordenar parte de nuestro equipaje, y aunque el viaje fue agotador, igual aprovechamos la tarde para ir a la playa. Salimos de la casa tan solo con la toalla, el bronceador y los lentes de sol como accesorios. Llevo un tapado bordado de encaje color blanco que combina con mi bikini rojo y mis hawaianas negras. La casa de la familia Armstrong queda a la orilla del mar, que tan solo bajamos tres escalones y mis pies tocan las calientes arenas blancas de la playa Lanikai. En medio de las aguas cristalinas se ven dos islotes, que por lo que me conto la rubia, una de ellas es reserva de aves nativas. También se puede llegar a esas tierras en kayak o lanchas a motor. Me saco el tapado y nos estiramos en las dos reposeras que hay cerca de la orilla, cada una a un lado y me acomodo las tiras de mi bikini, para que el bronceado me quede parejo. Reagan y Julián se van con las tablas de surf al fondo del mar a bus
KIARAReagan sigue durmiendo sobre su abdomen, que me doy vuelta en la cama viendo el nuevo día amanecer. Tomo mi celular que esta sobre la mesita de noche y las cortinas blancas del balcón se mueven con la fresca brisa que circula por toda la habitación.Dormimos con la ventana abierta, porque anoche el calor húmedo se tornó insoportable, que sudábamos peor que animales.Respondo los mensajes de mi hermana Kelly y me fijo en la hora. Son las seis de la mañana. Acaricio unos segundos el cabello del chico que duerme plácidamente a mi lado y me levanto para pintar el cuadro de Raven.«Debo avanzar como sea» Ya decidí las dos fotografías que retratare. Una la eligió ella y la otra es una sorpresa.Anoche mientras conversábamos con Reagan, realicé los bosquejos que pintaré, ya que decidí que la acuarela es la mejor t&eac
REAGAN El nivel de adrenalina se me dispara, cuando es la décima vez que le marco y no contesta el puto teléfono. Doy vueltas en la sala de estar y vuelvo a marcar, sin tener respuesta alguna. La cabeza me duele de tanto darle vuelta al asunto que me carcome el cerebro. Llegue hace una hora a la mansión para llevarla hacer snorkel y tener una tarde romántica en mi yate tan solo siendo nosotros, antes de la fiesta de Raven, pero la muy mala agradecida salió sin decirme nada, que ardo con esas ganas de querer masacrar al primer pendejo que se me cruce en el camino. —¿Lo ves? —me dice Maite—. Te lo dije. Ella no es de fiar, apenas tuvo la oportunidad se fue con otro. La pelirroja sigue sentada en los sillones azules tomándose un Martini a las rocas, de piernas cruzadas, junto a su amiga chillona. —Con otro que es tu papá —aviva el fuego que me consume Nicol—. Yo los vi hablando a solas en el despacho y luego se fue
KIARA Las horas pasan y yo no puedo dejar de admirar aquel atardecer despejado que me regala la naturaleza, pero con la vista nublada que empañan las lágrimas de mis ojos. La tarde bonita da paso a la noche oscura, pero estrellada que no pareciera que mi alma se haya entristecido tanto. No tengo ganas de moverme ni de hablar con nadie, tan solo quiero seguir aquí, acurrucada en aquel sillón en donde esta mañana pinte sintiéndome la mujer más plena y bendecida de la vida por estar viviendo un sueño hecho realidad, pero ahora… ahora ya no sé lo que siento. Mi mente es como una jungla en donde estoy perdida, sin una salida aparente. Me abrazo a mis piernas y apoyo mi mandíbula temblorosa percibiendo el dolor de mi pecho, es como si algo se fragmentara dentro de mí y tan solo sonarán los pedazos rotos de un corazón. Las lágrimas no dejan de derramarse por mis mejillas que mis ojos arden, y me estremezco cuando me doy cuenta de que