KIARA
Juego con mis dedos en un intento inútil de calmar lo agitado que se siente mi corazón.
Estar entre cámaras y flashes no es mi estilo, pero conociendo el status que tiene Reagan Armstrong y al ser el socio más joven que ha dirigido un holding de tal envergadura, sin contar lo guapo que es, haciéndolo también el soltero más codiciado de todo New York, lo más probable es que este repleto de periodistas, camarógrafos y programas de farándula que quieran alguna entrevista con él.
Lo miro de reojos y él va relajado manejando con una sola mano.
El smoking negro de camisa blanca se le ciñe al cuerpo. Le queda como un guante de bien junto a ese look de hombre elegante y con clase que tiene. Reagan jamás destiñe.
Respiro hondo para no seguir comiéndolo con la mirada y vuelvo mi vista a la ciudad.
Los grandes edificios
KIARAReagan se tensa, cuando la ve, sin embargo, me toma la mano entrelazando nuestros dedos.—Hola Maite —saluda cortés y recuerdo lo de su ex, que por un segundo ácido recorre mis venas, pero me recompongo cuando escucho a Reagan presentarme con tanta autoridad, que me quita un poco los celos que comenzaba a sentir—. Te presento a mi novia y futura esposa Kiara.Ella alza sus cejas esculpidas, es mucho más alta que el promedio de las mujeres y el vestido strapless sirena le queda espectacular. El color negro la hace ver mucho más delgada con una fina cintura y el color fuego de su cabello le dan vigor, que por un instante me empequeñezco ante tanta belleza. Sus joyas relucen, pero tiene un aura maliciosa que no me gusta, aun así, finjo que todo está bien.Le suelto la mano a Reagan y estiro mi brazo para conocerla.—Mucho gusto Maite —saludo risue&nti
KIARA Llegamos a la mesa reservada y Reagan me señala a sus padres, los cuales están del otro extremo del salón, ya que van saludando a medio mundo. Me comenta que algunos son socios de sus empresas, y otros solo son viejos amigos y conocidos, filántropos que no se pierden ninguna obra de caridad, ni subastas, ni cenas en las cuales tengan la oportunidad de ayudar. La subasta pronto va a comenzar y por eso el anfitrión que usa smoking a la medida se sube al escenario para indicarnos que debemos tomar asientos en nuestras mesas respectivas. Julián y Raven ya han tomado lugar en la mesa redonda, mientras nosotros esperamos a sus padres para saludarlos y para que Reagan me presente. Cada que se acercan a nuestro punto los padres de Reagan, no puedo dejar de jugar con mis anillos, que el chico que me sostiene la cintura con fuerza más de una vez me ha susurrado al oído que este tranquila, porque no va a dejar que nadie me trate mal. El pa
KIARAEl padre de Reagan llega con un poco más de alcohol en el cuerpo, sus mejillas y su nariz sonrojadas lo delatan, en tanto la Señora Renata hace que tome asiento de nuevo afirmándole el brazo para que no se tambaleé.Los ojos los tiene enrojecidos, y no me imagino el dolor que debe estar sintiendo.Perder a un hijo debe ser uno de los peores sufrimientos. El más grande que puede tener un padre. Aquí no hay consolación ni mucho menos paz. Lo sé, porque cuando me arrebataron a mis padres, nunca más pude sanar del todo, una parte de mi siempre va a estar rota.A Reagan le da calor y se quita la chaqueta dejándola en la silla. La subasta termina y agradezco que al menos Maite, no esté en mi presencia soltando esos comentarios que solo quieren fastidiarme.Los meseros traen el postre y la música en vivo entona una sinfonía de Beethoven. El vi
KIARA Lo diviso en el pasillo ancho. Reagan va tan perdido que me da miedo que le dé algo. Sus hombros caídos y esa postura de derrota que jamás antes la vi lo sumen casi en un pozo profundo y oscuro. En su mano izquierda lleva una botella de licor llena y en la misma lleva colgada la chaqueta en su codo. Llega al ascensor dorado y presiona con fuerza varias veces el botón para que las puertas se abran, como si por esa simple acción el ascensor llegara mas rápida, cosa que es ilógica, pero no se lo digo. —Reagan…—susurro llegando a su lado, pero la voz golpeada me hace respingar. —Vete de aquí —Las puertas se abren—. Esta noche quiero estar solo, Kiara. Le diré a Peter que te lleve a tu casa. Reagan entra, pero antes de que se vuelvan a cerrar me meto dentro con él. Sus ojos se han convertido en unos verdaderos témpanos de hielo, pero ya aprendí a tolerarlos, que me quedo en completo silencio, pero a su lado. P
KIARALunesComo odio los lunes.Después de toda la odisea del fin de semana, lo que menos quiero es levantarme hoy.Me duele la cabeza y estoy super cansada, que los días que me pedí no me sirvieron de nada, porque hice de todo, menos descansar.La alarma de mi celular es la quinta vez que suena, y estoy que tiro el aparato a la pared para que se quiebre en mil pedazos.Reagan se fue anoche y me prometió que todo iba a estar bien, cosa que quiero creerle, pero con sus altos y bajos no sé cómo será.Temo que puede tener problemas con el alcohol. Situación que no estoy preparada para afrontar. Sin contar que, mañana a mi hermosa Kelly le hacen la tercera quimioterapia y a su amiga le dan de alta, por lo que una vez fuera del trabajo, tendré que correr al hospital. Pero eso no quita que hoy odio a medio mundo, y a pesar que ayer me la pa
KIARALas puertas del ascensor se abren y damos de inmediato con un pasillo de alfombra roja que da a una puerta de madera caoba. Reagan saca las llaves y abre, que mis ojos viajan a una ante sala preciosa. Colores blancos y beige predominan el lugar. Los ventanales que llegan del techo al suelo, son de marco negro y las lámparas colgantes de gotas de vidrios le dan un aspecto elegante, aunque si hay un temblor, no me gustaría estar debajo de esas cosas.Trago saliva siguiendo a Reagan por el pasillo de piso marmolado color gris, por tanta ostentosidad que muestra. Las paredes negras y los cuadros de distintos artistas, me hacen trastabillar cada que camino, hasta que una señora mayor nos recibe, a la cual le tiendo mi chaqueta y la mochila.Reagan se saca la chaqueta de su traje azul y se arremanga las mangas de su camisa blanca.—Joven su desayuno está listo —avisa la empleada hacié
KIARA «Martes» Ya estamos a martes y no puedo creer que sea yo quien se haya quedado en el penthouse de Reagan. «¡Mierda!» Esto se me está saliendo de control. Mis sentimientos lo único que saben hacer es florecer y florecer al igual que la primavera que casi se nos va, están creciendo tan alto al igual que el tronco y las ramas de un árbol frondoso, que cuando sean podados, me dolerá tanto que no podre resistir el invierno. Una parte de mi lo sabe y esta segura de ello. Esa parte racional sabe que estoy ocupando un lugar que mi mente me grita que no me pertenece porque
KIARAPasamos por mi departamento, esquivando a los periodistas que jamás se aburren de estar las veinticuatro horas del día parados como los espantapájaros en el campo ahuyentándome de que no vuelva a mi hogar. El señor Smith les prohíbe la entrada y se lo agradezco con una sonrisa cuando a empujones logro entrar al edificio. Subo las escaleras junto a Reagan y saco las llaves para abrir la puerta de mi departamento y buscar el cuadro a carbón, que hice de Kelly y Cali en el parque interior que hay dentro del hospital, que está puesto en el atril.Termino por escribirle una dedicatoria cortita y Reagan me ayuda a cargarlo hasta el auto, haciendo la misma odisea que al principio.Los flashes de las cámaras me ciegan, pero ninguno da declaraciones, ignorando a medio mundo, cuando el McLaren negro prende su motor, dejándolos atrás.En el camino pasa