DOS SEMANAS DESPUÉSKIARAOficialmente cumplimos seis meses desde que nos casamos. El tiempo se ha pasado volando que ni cuenta me he dado, entre tantas cosas que he hecho, cada día es como una nueva aventura, pero sin perder que hemos vuelto a la rutina del día a día.Reagan se va a la oficina a las 7:30, luego almuerza con nosotras a las 14:00, y hay días que vuelve a la oficina y otros que en las tardes se queda trabajando desde casa. Hemos tenidos más sesiones psicológicas que no han permitido comunicarnos de mejor forma con los ejercicios que nos manda la psicóloga y mi esposo también me pidió que buscará una casa con jardín, pero todas las que he visto son carísimas.También puse a mi departamento en arriendo que incluso ya firme en la notaría para que mis inquilinos se mudaran, es un dinero que no está demás, ya que ahora que no estoy trabajando y estoy embarazada, con ese dinero pienso contribuir a la casa, aunque sea en algo. Reagan siempre se ha negado a que sea yo quien p
KIARANos sentamos en los sillones de cuero blanco, la luz del sol da en la terraza, pero la sombrilla nos cubre de su resplandor. El silbido del viento se hace presente ya que el otoño llego y las tardes están un poco más heladas que de costumbre.Mi hermana no deja de admirar la vista tan espectacular que hay en esta azotea y Reagan le pide al camarero decenas de platillos, que cuando los trae la mezcla de olores me hace gruñir el estómago. Terminamos picoteando de todo, entre filete a punto, papas fritas y ravioli con salasa roja y blanca.Mi esposo va al baño, mientras que nosotras pedimos el postre, que a mi hermana le traen la copa de helado que pidió y a mí me traen un té con un pedazo de torta de chocolate, que saboreo quedando muy satisfecha. Reagan vuelve y se mira con Kelly con una complicidad que me hace cosquillear la piel.—Ustedes algo se traen hace tiempo —musito limpiando las comisuras de mi boca con la servilleta.Ambos niegan y se ríen, pero cuando el atardecer ba
KIARAReagan le lee un cuento animándola en el proceso que ella no deja de sonreír y reírse con las ocurrencias de la lectura, mientras que yo me mantengo en el umbral de la habitación cruzada de brazos. Su conexión es mágica, que no puedo evitar imaginarme que, si con Kelly es un amor de persona no siendo nada, con sus hijos que son de su propia sangre, lo serán aún más.Un cosquilleo aparece en mi abdomen y pongo mis manos en mi vientre. El miedo siempre esta, pero la felicidad a veces lo empaña dejándolo oculto, ya que esto es justo lo que quería vivir.Kelly comienza a parpadear lento, intenta no dormirse, pero el sueño le comienza a ganar.Hoy fue un día lleno de emociones y agitación, que me apena llevarle la contra mi hermana, y más en su situación actual, pero hicimos un trato de paz, en donde ella luchara y yo también. No nos daremos por vencido hasta obtener la victoria y salir invictas.—Mañana es el día —dice media adormilada—. Estoy nerviosa.—Tienes que ser muy fuerte —l
KIARAMe apuro en subir las escaleras del hospital llegando a la sala de Kelly, el cristal grande nos separa, pero cuando me ve, sus ojos grises se iluminan irradiando aquella felicidad que tiene pegada en su piel de porcelana y me vuelve a saludar con la mano. Esta muy pálida y más delgada, que me da miedo que se le rompa un huesito, pero esa sonrisa hermosa no la abandona nunca.El doctor James y una enfermera están preparando todo para su trasplante. Diviso los tubos que le sacaron a Reagan en la operación y ese cosquilleo no desaparece. Porque no puedo dejar de estar más agradecida con Dios de haber puesto a mi esposo en el camino. Reagan es el que le esta donando vida, a cambio de nada, que los ojos se me vuelven a humedecer, por ese corazón tan grande generoso que tiene con nosotras. La vida me quito a mis padres, pero también me recompenso con otra familia, que me ama, que me apoya y que están conmigo en las buenas y en las malas, por eso y más supongo que la vida no está si
KIARAReagan sale del ascensor, vistiendo con un traje azul rey, camisa blanca con colleras de plata y su corbata rayada azul. Luce unos zapatos café claro bien lustrado, que prácticamente brillan.Me quedo observándolo, porque esa estampa y postura sexy nunca desaparece. Camina con una seguridad que te hace temblar y una altivez superior a todos los que le rodean. Una mano en su bolsillo y se peina el cabello con la otra.Es un ser de otro planeta, que incluso algunas chicas que están en la sala de espera se dan vuelta a mirarlo, babeando sobre él. A veces los celos me invaden un poquito generándome esa sensación en medio del pecho, pero cuando me mira como lo hace ahora, todo enojo e inseguridad desaparece, ya que siempre me muestra que tan solo tiene ojos para mí.Me levanto a recibirlo y me cuelgo de su cuello en medio del pasillo. Su sonrisa me hace delirar y ansiarlo cada día más, que estampo mis labios en los suyos. Sus manos se enredan en mi cabello largo empuñando mis hebras
REAGANMe estaciono frente de la propiedad de los Armstrong con un nudo en la garganta, ya que desde que ocurrió todo, es que no he pisado este lugar que ya no me gusta, porque me trae malos recuerdos.Me bajo del McLaren y camino por aquellos caminos de piedras, que alrededor están los jardines llenos de rosales rojos, blancos y amarillos junto al césped verde, que el olor dulce de los pétalos se filtra por mis fosas nasales, mientras que llego a la entrada.Ahora que estoy en la terraza, me doy cuenta que todo este tiempo, aislé de mi memoria todo lo que me provocaba dolor, preferí enfocarme en el trabajo, en el pequeño departamento que aún no dejamos con Kiara, ni con Raven y en el centro oncológico de Kelly, rogando por su recuperación, que por fin ocurrió, dejándome más tranquilo.Pero todo lo demás lo dejé lado, aislé el dolor, aislé la frustración de no poder lidiar con las pérdidas y aislé la ira de saber que hay cosas que simplemente nunca voy a poder controlar.Gracias a Kia
REAGANMe voy al despacho del que fue mi padre y sin mirar más a mi alrededor, camino directo a donde me señalo. En la pared blanca que está detrás de su escritorio, esta colgado aquel cuadro familiar que nos tomaron cuando éramos muy pequeños. Raven tan solo tenía tres años, yo once y Robert quince.Mis padres salen abrazados, tan sonrientes que nunca podre dimensionar del todo la maldad que ocultaban esas sonrisas que creí sinceras. Mi abuelo Royer me está abrazando, mientras Robert le hace caras graciosas a Raven que llora en la falda de la abuela. Es la única fotografía que tenemos los seis juntos, como una familia aparentemente normal.El fotógrafo que saco aquella sesión nos hizo distintos ángulos y tomas, pero cada una de las imágenes terminaron guardadas en el baúl de la abuela, que cuando la esposa de mi abuelo murió, nos encontramos con todos sus tesoros más bonitos. Por eso papá decidió mandar a agrandar aquella fotografía haciendo alusión a la familia que siempre fuimos
KIARALlego con la hora justa a la oficina del abogado del señor Royer sosteniendo la carpeta con todos los documentos necesarios. Las puertas dobles de vidrio en el cual tiene el logo de su nombre me reciben. Es un estudio bastante grande, elegante y sofisticado. Camino por el pasillo de mármol y hay dos señoritas de traje negro que están detrás de un mesón de madera de nogal, que parece casi de chocolate. Me dirijo a la de cabello cobrizo, ya que la rubia se ve que esta más ajetreada con el teléfono que tiene en su oreja atendiendo quizás algún cliente malhumorado. —Buenas días ¿En qué puedo ayudarla? —pregunta amable.Me aclaro la garganta para contestarle.—Buenas días. Tengo una cita a las 10:00 de la mañana con el abogado Hamilton. Ella revisa el computador, teclea y verifica las horas en una agenda.—¿Usted es la señora Armstrong?—Si, soy yo. —Espéreme un momento. Hare una llamada para avisar de que usted esta aquí.Asiento, mientras me entretengo mirando los cuadros que