58. Mi mente divaga.

La cadena en mi cuello se tensa con cada respiración.

El hierro está frío, pesado, impregnado con un olor a sangre seca que no es mía. Estoy encadenado en el sótano, un lugar oscuro y húmedo, donde las paredes de piedra exudan una humedad pegajosa. Apenas hay espacio para moverme.

Intento levantarme, pero las cadenas me muerden la piel. Mi cuerpo está destrozado. No puedo regenerarme bien, no con estas malditas cadenas de plata quemando mi carne.

Pero nada de eso importa.

Lo único que importa es Rita.

Cierro los ojos y me obligo a respirar hondo, a calmar el temblor que sacude mi cuerpo. La última imagen que tengo de ella me quema más que cualquier herida. Natan, parado frente a mí, con esa maldita sonrisa torcida, sujetándola del brazo como si fuera un objeto. Rita forcejeando, gritando mi nombre, con los ojos encendidos de furia y terror.

Y yo, vencido.

La manada rugió su veredicto como un solo ente. No eras digno, Luke. No eres apto para liderarnos. Has caído por una humana.

Muerdo
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