Han pasado dos días desde que le pedí el divorcio a Martín. En el momento en que se lo dije, todo se volvió un descontrol total. El hombre comenzó a caminar de un lugar a otro como un animal enjaulado y luego empezó a suplicar que no lo hiciera. Hasta que empezaron los gritos y no me quedó más remedio que llamar a seguridad para que lo sacaran.—Amiga, Rox está aquí —mierda, lo que faltaba, la madre de Martín.—Ya bajo —tomé aire y salí de la habitación.—Querida —Rox se acercó dándome un abrazo reconfortante que no dudé en responder.—Es bueno verte, Rox —dije dedicándole una sonrisa—. Ojalá no hubiera sido en estas circunstancias.—No tengo palabras para lo que hizo mi hijo. Siento tanta vergüenza.—No es tu culpa, Rox. Martín es un hombre hecho y derecho que toma sus propias decisiones.—Es que no puedo creer lo que hizo. Tanto que habló de su padre y míralo.—Lo sé, Rox —ella tomó mi mano levantando mi cabeza.—Sé que estás mal, Lisa. No sabes cómo me duele verte así. Tú te has vue
Un año después.- Lisa, ¿ya tienes lo que te pedí? – M****a, mi jefe me matará.- Señor, ya subo – cuelgo el teléfono y tomo los papeles que me pidió, aunque falta alguna información, ya que anoche me quedé dormida por lo cansada que estaba.- Adelante – tomo aire y entro a la oficina – espero tenga lo que le pedí, señorita Molina.- Señor García, con respecto a eso – él levanta su vista esperando lo peor.- ¿No tienes lo que le pedí? – su voz suena irritada y su rostro irradia molestia.- Señor, es que... – da un golpe fuerte a su escritorio, mientras toma todo el trabajo que hice anoche haciéndolo añicos.- ¡ERES UNA INCOMPETENTE!- Señor, solo falta unos datos, lo puedo hacer ahora.- Escúcheme bien, señorita Molina. Va a ir a su m*****a oficina, va a volver a realizar su maldito trabajo y lo quiero en una hora aquí completo. ¿¡Una hora!? Es muy poco.- Está bien, señor.- Ahora lárgate – salgo de su oficina molesta, mientras veo cómo las personas de la oficina me miran con una sonr
LISALlego a la oficina con unas notorias ojeras; anoche no dormí absolutamente nada por terminar lo que el imbécil del señor García pedía, aunque no entiendo su capricho, ya que todo lo que le había dado estaba bien.- Señorita Molina, espero tenga lo que le pedí hoy - tomo aire tratando de controlar mi furia.- Aquí tiene, señor García - le extiendo la carpeta y este la toma de mala gana.- Los revisaré. Ahora, tenga estos análisis, revíselos, y espero que esta vez sí lo haga bien - llego a mi oficina y doy un fuerte portazo, con ganas de acabar con todo lo que hay a mi alrededor, pero el sonido de mi celular interrumpe mis pensamientos destructivos.- Hola, Salva.- ¿Ya te has olvidado de los amigos?- No, ¿cómo crees? Es que aquí hay mucho trabajo y... - en ese momento me llega un fuerte mareo, haciendo que me tenga que agarrar con fuerza del escritorio.- ¿Lisa, todo bien? - trato de recobrar la compostura.- Sí, estoy bien. Mejor cuéntame, ¿cómo estás tú?- Extrañándote. ¿Cuándo
Estaba arreglándome para ir a la empresa, ya que tenía que ir a recoger mis cosas. Martín, luego de tanta insistencia suya y de Ana, me convencieron de volver a México, pero le dije que no trabajaría para ir. La sola idea de encontrarme con Erika me producía malestar.-Si ese imbécil te dice algo, te juro que lo muelo a golpes - amenazó Martín.-Cálmate - entré a mi oficina y comencé a recoger con su ayuda mis cosas, pero la tranquilidad se fue cuando apareció el señor García.-Veo que ya se va, señorita Molina - dijo el señor García.-Así es, señor García - metí las últimas cosas en las cajas - Gracias por todoSalimos de la empresa y al fin logré respirar tranquilidad. Ahora que lo pienso bien, durante este año que estuve aquí no tuve la oportunidad de conocer bien Londres.-¿En qué piensas? - preguntó Martín, sacándome de mis pensamientos.-En nada-Lisa, te conozco. Sé que algo ronda por tu cabeza - solté una pequeña risa.-Llevo un año viviendo aquí en Londres, aunque jamás he ido
MARTÍN FERREREsto era increíble, resultó ser que el idiota de Salvatore es gay. Ahora me siento más idiota que nunca, todo este tiempo pensé que él estaba detrás de mi esposa, pero la realidad era otra: ellos son solo amigos.—¿Todavía sigues impactado? —Marcos está con dos vasos de whisky en la mano—. Supuse que necesitabas uno de estos —tomé el trago que me ofreció y me lo bebo de golpe.—Me siento un imbécil. Destroce mi matrimonio acostándome con Erika por celos, pensé que Lisa me estaba traicionando con Salvatore y ahora resulta que es gay —voy al bar que tengo en mi despacho y me sirvo otro trago.—Sé que debe ser difícil para ti, hermano, pero debes hacer todo lo posible para reconquistar a tu esposa, debes recuperarla.—No sé cómo lo voy a lograr, Lisa está muy dolida y está en todo su derecho de estarlo, me porté como un idiota.La rabia y la impotencia se apoderan de mí, haciendo que estrelle el vaso contra la pared.—¡Soy un imbécil! Yo no merezco a esa mujer, pero soy tan
**LISA MOLINA**Aún siento las mariposas en mi estómago, los labios y las caricias de Martín en todo mi cuerpo. Aunque no lo quiera aceptar, mi cuerpo aún reacciona a él.—Dios, ¿ahora qué voy a hacer? —me siento hasta tonta hablando sola, desearía poder hablar con alguien en estos momentos. Como por arte de magia, mi teléfono suena y veo que es Ana.—Hola, Ana.—¿Con que estabas con tu esposito? —¿cómo lo supo?—¿Me estás espiando? —digo en tono de diversión.—Tengo informantes. —Jumm, ya sé quién es el dichoso informante.—¿De casualidad ese informante no se llama Salvatore? —Ana suelta una carcajada, lo que me indica que sí es.—Mejor cuéntame, ¿por qué estaba allá Martín?—Vino a traerme unas rosas —miro donde tengo las rosas, haciendo que una sonrisa se me escape—. Él quiere recuperar nuestro matrimonio.—¿Y tú qué piensas?—No sé qué hacer, me tiene muy confundida todo esto. Por una parte, siento que lo necesito en mi vida, que podemos superar esto, pero luego recuerdo todo lo qu
Han pasado una semana desde que Martín y yo decidimos darnos una oportunidad. Luego de varios días, al fin nos mudamos a la casa que escogimos. La casa es preciosa, con mucho espacio y un jardín enorme para que, en un futuro no muy lejano, nuestros hijos puedan jugar.—¿Estás emocionada? —dice Martín mientras rodea mi cintura con sus fuertes brazos.—Sí, no veo la hora de estar ya en nuestra casa, será como un nuevo comienzo para nosotros —me volteo y al hacerlo puedo ver un brillo especial en Martín. Levanto mi mano acariciando su rostro, Martín cierra sus ojos disfrutando de mi toque.—Amo sentir tus caricias —toma su mano y la posa en mi rostro, comenzando a dar leves caricias en mi mejilla, logrando que todo mi cuerpo se estremezca.—Yo también amo sentir tus caricias.Luego de veinte minutos de recorrido, al fin estamos en nuestro hogar. Todo estaba decorado tal como lo pedimos Martín y yo, era nuestra casa soñada.—Hogar, dulce hogar —susurro, Martín toma mi mano para recorrer me
Despierto al sentir unas caricias en mi espalda baja, seguidas de besos en el cuello.—Despierta, dormilona —me volteo con una sonrisa en el rostro al ver a mi flamante esposo como Dios lo trajo al mundo.—Qué buen despertar el que me acabas de dar —lo miro de forma pícara.—Y puede ser mejor —sin esperarlo, él me carga llevándome hasta el baño, metiéndonos en la ducha. Ni siquiera me dio tiempo de quitarme la pijama.—¡Oye!, mi pijama —él se ríe y posteriormente me la retira. Ambos juntamos nuestros labios y, en el momento que lo siento duro como una piedra, me carga haciendo que enrolle mis piernas en sus caderas. Gemimos cuando su miembro se pierde en mi interior de una sola estocada. Mis manos se aferran a su espalda mientras comienza a embestirme sin piedad.Mis piernas se aprietan más a sus caderas mientras me penetra. Gemimos. Muerde mi piel. Me aferro más fuerte a su cuello cuando siento mi orgasmo llegar. Ambos gemimos por última vez, mientras nos invade el placer.—Me encanta