Lejos de todos.

Más tarde esa noche.

Toco la puerta de mi arrendador con insistencia.

—¿Qué es lo que le pasa Alicia? Es hora de dormir, y vienes y casi tiras mi puerta.

—¿Usted cambió las cerraduras de mi casa? No puedo entrar.

—Te avisé hace tres semanas Alicia. Se que tuviste gastos con la muerte de doña Amanda Y de verdad lo lamento. Pero el dueño me obligó. Esa casa será ocupada mañana por nuevos inquilinos. Lo siento—Lo miro aterrada, ¿Qué voy a hacer Ahora? Pero, en vez de llorar siento coraje por tanta insensibilidad. Sin embargo, reclamar, exigir y luego implorar no sirvió de nada.

—Gracias por dejarme quedar esta noche Salma. Solo será por hoy, mañana veré qué hago. Afortunadamente mi arrendador dejó que sacará mi ropa.

—Debiste decirle todo al señor Brown Alicia. Caramba, era tu oportunidad y la perdiste—Ambas conversamos en susurros. Su hermana duerme en la parte alta de la litera.

—Quise hacerlo, pero lo pensé bien. No sabía cómo iba a reaccionar y ¿Te imaginas que me hubiera
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