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Capítulo 5 "Dosis doble de amor"

Llegué a mi casa un poco confundido, me abordaba la satisfacción, como si haber hecho lo que hice no estuviera mal, como cuando lograba concretar un proyecto importante, era exactamente la misma sensación en una situación inusual.

Me tiré en el sofá con la única intención de descansar, quizá quedarme imaginando miles de escenarios mientras veía el techo, delirando con cosas que ni siquiera deseaba de verdad, como el estar con Marcelene, recostado con ella mirando las estrellas.

Nunca había sido del tipo de hombre romántico empedernido que va preparando cenas a la luz de las velas o del tipo de hombre que va gritando por el mundo que está enamorado, lo que nuevamente me llevaba a sentirme jodidamente extraño, porque yo no quería sentir esto por esa mujer.

No estaba listo para esto, no estaba listo para ser el hombre que cualquier mujer necesitaría, estaba bien con mi relación en la que Cecily se ocupaba la mayor parte del tiempo de salir con sus amigas, de estar ocupada en eventos y que aunque ella quisiera estar más tiempo conmigo terminaba por conformarse.

Al final es cierto que Marcelene se parece más a mí, tal vez eso era lo realmente aterrador, una mujer que es una verdadera competencia, decidida, capaz, que tiene claro en todo momento lo que verdaderamente desea, eso es lo que en ocasiones me impresionaba de ella cuando la veía a las distancias, pero era también eso lo que me acojonaba.

En una pareja hay siempre un individuo que destaca sobre el otro, que logra mejores metas sin sentir que está al lado de una persona que todo el tiempo intenta sobresalir por encima, las parejas competitivas entre sí no funcionan, ese es mi pensar.

Por eso ella y yo nunca seríamos compatibles, no existe posibilidad de que haya algún tipo de química, de que pudiera existir un nosotros.

Estaba distraído en todos esos pensamientos cuando el timbre sonó y lo que deseaba era que no fuera Cecily, gracias al cielo cuando abrí aquella puerta no me encontré con ella, sino con una persona agradable de ver.

—Me cansé de esperar a que me llames, no sé cuando será el día que te vea si no aparezco por aquí ¿El día de tu boda? —preguntó con ironía.

Nunca había sido de grandes amigos, ni tampoco últimamente tenía tiempo de desperdiciarlo conociendo personas, tampoco saliendo con las que llevaban toda una vida conmigo.

—Tengo negocios que dirigir, no todos podemos tener la vida que tú llevas —comento encogiéndome de hombros.

Por supuesto que no se quedó ahí parado esperando a que yo le diera paso, simplemente entró y lo primero que hizo fue lanzarse sobre el sofá, como cuando trabajas un día entero.

—Algo me dice que no estás aquí solamente porque querías verme —me siento a su lado pasando las manos por mi cabello.

—En realidad, vine hasta aquí porque quiero que me acompañes esta noche, tengo pases para una fiesta, va a estar fabulosa, mucha gente vip, alcohol, música a alto volumen y una noche loca —canturrea como si fuera la máxima gloria.

—No estoy de humor Thom, tengo muchas cosas en las que pensar, decidí darme un tiempo con Cecily, estoy sintiendo que soy de lo peor —suelto un enorme suspiro.

—Es otra razón para que me acompañes Max, no puedes quedarte aquí contando las líneas del techo mientras te torturas, no me asombra que te hayas tomado un tiempo de Cecily, al final siempre te lo dije, que es una mujer muy diferente a ti —me recuerda haciendo una mueca.

—¿Qué tiene de malo que sea tan diferente a mí? —clavé la mirada sobre Thom.

—En realidad no es que tenga algo de malo, excepto que no comparten los mismos valores y puntos de vista, ella es una mujer que espera que tú hagas el papel que su padre cumplió en su vida, hay que saber diferenciar las cosas.

Me quedé en silencio pensando un momento en lo que me acababa de decir, creo que nunca me había detenido a mirarlo de esa forma.

—Siempre que estoy cerca de ustedes lo veo, que ella espera que le des cosas que simplemente no tienes la obligación de dárselas, en realidad, te lo exige —comenta Thom interrumpiendo en mis pensamientos.

Sabía de lo que hablaba, que la vaya a buscar a sitios cuando tiene su chofer, que cargue sus bolsos, que le compre su café como le gusta, que le dé mi tarjeta para sus compras. Es decir, nada de eso me molesta, por el contrario, ser un hombre servicial me agrada, me gusta que mi pareja sienta mi compañerismo, pero quizá el punto de Thom iba un poco más allá de eso.

—No lo sé, no me desagrada el consentir a Cecily —comento haciendo una mueca.

—Lo sé, de todos modos Max, es un cúmulo de cosas, ella no es comprensiva, habla sobre la empatía cada vez que le conviene, en mi opinión no solamente es caprichosa, sino que también es manipuladora.

En otros momentos si me hubiera dicho esas cosas me hubiera molestado mucho, no me gustaba que nadie dijera algo malo de la mujer con la que pretendía vivir mi vida, pero al verlo desde otra perspectiva, podría llegar a estar en lo correcto.

—Ánimo campeón —me golpea la espalda— No te voy a dejar hundido en un bucle esta noche.

Sonreí de lado, al parecer no era como si fuera a rendirse ante mis negativas, así que terminé por ceder yo, quién sabe, en una de esas el salir de fiesta me podría servir para quitarme de la cabeza a Marcelene.

Thom estaba parado revisando mi armario, me dijo que llevaba demasiado tiempo sin salir como para saber que iba de moda y al parecer yo se la puse bastante difícil, no era un gran comprador de ropa, mucho menos al ser un empresario, vivo más en traje que cualquier otra cosa.

Estaba parado mirando el gesto de disgusto en el rostro de Thom cuando el timbre sonó, quizá esta sería la oportunidad de zafarme de sus planes o eso fue lo que me pasó por la mente mientras caminaba a abrir la puerta.

De repente me encontré con un pequeño rostro, una sonrisa ancha y unos ojos verdes encantadores, de nuevo era ella, no sabía por qué se había obsesionado en arruinar mi vida. 

—¿Qué haces a estas horas en la casa de un desconocido? —pregunté parpadeando incrédulo.

Extiende sus manos con un platillo que tenía un pastel, yo hice una mueca, más allá de que no creía en lo que me estuviera diciendo, realmente no pensaba volver a comer uno de esos deliciosos pasteles malditos.

—No probaré nada que me traigas, aún no sé qué fue lo que contenía ese pastel, pero por tu culpa mi vida está de cabeza —le reclamo a lo que ella suelta una pequeña risa divertida.

—Le pregunté a mis padres si había un antídoto para el pastel, me estuve sintiendo muy arrepentida y culpable por haber llegado tan lejos con mi broma —se quedó con la mirada fija en el pastel— Este no lo hice yo, fue hecho por mi madre.

Tuve dudas de si debía de comerlo, no confiaba mucho en ella, pero en su rostro se veía realmente el arrepentimiento, así que lo tomé y sin dudarlo le di un bocado, si lo pensaba demasiado probablemente no lo haría.

No estaba en condiciones de herir los sentimientos de esa mocosa, en el caso de un simple balón me había hecho un pastel para el amor y ahora si no comía su pastel quién sabe qué haría.

—Leni, cielo —vi a una mujer salir con preocupación del apartamento de al lado cuando nos vio parados en la puerta y vi confusión en su rostro— ¿Por qué estás molestando al vecino?

Fue entonces que con el último pedazo de pastel en la boca comprendí que ese pastel no lo había enviado su madre, que era otra de sus creaciones malévolas, pero esto no iba a quedarse así.

—¿Qué era este pastel? —le pregunté a la niña en un tono lleno de furia.

—¿Qué fue lo que le diste Leni? —preguntó la mujer mirando aproximándose a mirar los restos de pastel.

—Su hija me ha estado envenenando, desde que la vi la primera vez no deja de traer pasteles extraños y de hablar de pociones de amor, señora, no quiero ser grosero, pero no creo en esas cosas —le entregué el plato— Me siguen pasando cosas extrañas y ya no sé si es psicología, pero terminaré por enloquecer.

—Leni —murmuró la mujer con decepción en el rostro— Te he explicado lo importante que es tener en cuenta las reglas, sabes perfectamente que no debes darle un pastel a alguien sin hacer el test del amor que ambas personas deben de rellenar.

—Él rompió mi balón, no me importa si rompí las reglas —dice la niña con los ojos llenos de lágrimas— Ahora tendrá que lidiar con una dosis doble de amor.

—¿Le diste el multiplicador? —preguntó en un hilo de voz e intercambió miradas conmigo.

No sabía de lo que estaban hablando, pero algo me quedaba completamente claro, no se veía como algo bueno.

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