Eva.
Refunfuño y continúo corriendo, no siento las piernas, me queman las pantorrillas y el talón de la bota me está masacrando el pie, seguramente quedaré destruida después de esto. El sol está calentando fuerte sobre mi cabeza, si no fuera por la gorra militar ya estaría completamente derretida.
–¿Cuántas vueltas le faltan, capitán? – grita Eros vigilándome desde la sombra. ¡Maldito sea el momento en que decidí que contarle a Gigi que Aaron no queria sexo en medio de la formación fue una buena idea!
–Ocho, señor – respondo con fuerza, pero la verdad es que por dentro siento que ya no puedo ni con mi alma.
A veces olvido porque demonios fue que decidí meterme en la milicia, es decir lo amo, pero cuando me encuentro con personas como Eros no quisiera hacer más que renunciar, o darle una patada en las bolas con la punta de acero de las botas, cualquiera de las dos opciones está bien por mí.
–¡Mueva el culo, capitán! No tengo todo el día.
Eros se sienta en una de las bancas bajo un toldo de plástico que lo protege del sol, sube los pies y los cruza en un banco frente a la silla, se lleva una botella de agua a la boca, como si el maldito estuviera en la playa y no en medio de un campo de entrenamiento militar. Creo que está disfrutando de verme destruida, de eso estoy segura.
¡Eros Campbell pagará por esto! Él sabe mejor que nadie, que un castigo así es una degradación para alguien con mi rango, aun así aprieto los puños y acelero el paso, no voy a darle el beneplácito de verme fallar, así que esfuerzo mis músculos tanto como puedo, tanto que siento que voy a vomitar, tengo el estomago revuelto y me cuesta respirar con normalidad, pero necesito terminar las cincuenta malditas vueltas. porque después de esto, me espera una conversación con Aaron. más bien una pelea.
–¿Cuántas vueltas, capitán? – pregunta.
–Faltan 1 señor.
–Agregue cinco.
Me detengo en seco cuando llego a donde él está.
–Ya terminé las cincuenta vueltas de mi castigo – jadeo.
–No son suficientes, quiero verla hacer cinco más.
–No – niego con la cabeza y camino debajo del toldo para librarme del sol.
–¿Cómo dijo? – Eros se pone de pie y me mira como a una cucaracha.
–Que ya cumplí con mi castigo, hice cincuenta vueltas y ahora solicito permiso para retirarme Señor– digo sin titubear.
–¿Está desobedeciendo mis órdenes?
–No, yo ya obedecí, ahora me voy.
–Usted no va para ningún lado, Larsson.
Chasqueo la lengua – ¿coronel, usted de verdad cree que yo voy a hacer lo que me pide únicamente por su rango? Le recuerdo que mi futuro esposo es el mayor del batallón, él no va a permitir que usted se aproveche de su puesto, tiene sus ojos sobre usted, así que, por su bien, le recomiendo que me deje ir y que mantengamos la fiesta en paz.
Intento caminar, pero él me agarra del antebrazo y me lo impide.
–Buenos días, coronel –saludan de forma formal y militar dos soldados que pasan a nuestro lado, sus movimientos son torpes y puedo jurar que a uno de ellos le tiemblan las rodillas.
–Soldados – es lo único que responde Eros asintiendo con la cabeza. Una mirada del hombre es suficiente para que los pobres soldados salgan prácticamente corriendo.
Eros vuelve a poner su atención en mí una vez que los reclutas se han alejado –Dile a tu prometido, Eva, que se puede ir al infierno – él me tutea y yo me siento extraña, mi nombre en su boca suena como a una ofensa – mientras estes bajo mi cargo, tienes que hacer lo que yo digo, cuando yo lo digo, y por las razones que a mi se me den la gana – él me mira fijamente, sus ojos me atraviesan el alma y yo estoy a punto de desmayarme.
–Aaron me advirtió de ti – le devuelvo la jugada – me dijo que eres un maldito arrogante y resentido con la vida, y lo siento, pero no voy a convertirme en el chivo expiatorio, así que ¡Suéltame! – levanto la voz y me sacudo para que me suelte el brazo.
–¿Aaron te contó porque lo detesto?
–Si – respondo.
Él sonríe de medio lado, un hoyuelo se forma en su mejilla y yo tengo que aguantarme para no chorrear la baba, los hoyuelos de Eros no son como los inocentes del resto del mundo, en él se ven como algo erótico y provocativo.
–Mientes – susurra.
–No estoy mintiendo.
Se acerca a mi y mis fosas nasales se inundan con el aroma de su perfume, el aroma evoca miles de cosas dentro de mi cabeza, la combinación del sol y el aroma masculino me está afectando el cerebro.
– si supieras la verdad, no estarías con él.
–Entonces dímelo tú – lo reto.
–¿Y qué recibo a cambio? – levanta una ceja y se acerca más a mí.
–No sé qué quieres recibir, pero sé que te puedes evitar, y es una patada en las bolas. Evita meterte conmigo, Eros Campbell, no vas a venir a hablarme b**** Ni de Aaron ni mucho menos, asi que jodete y déjame la vida en paz – me alejo de él con la barbilla arriba y el ego intacto, que ni crea que me va a tratar como a una muñeca de trapo.
Doy un par de pasos lejos de Eros, pero en cuanto me enfrento nuevamente al sol siento que pierdo el equilibrio, mi cabeza comienza a dar vueltas, veo borroso y todo a mi alrededor se tambalea, trato de sostenerme de algo, pero antes de darme cuenta mi cuerpo se desvanece.
–¡Eva! – es la voz de Eros que me grita.
Cuando vuelvo a abrir los ojos, ya estoy en los brazos de Eros. sus músculos me sostienen con fuerza y su aroma me invita a quedarme dormida.
–No cierres los ojos, Eva – me pide.
ehhh, qué bien huele él. No voy a poder obedecer, me pesan mucho los párpados.
–¿Qué estás haciendo? – balbuceo con la voz lenta y tonta.
Él me mira, frunce los labios, pero no dice nada.
–Soldado, acérquese – le grita a un chico.
–Si, señor – habla con formalidad.
–Saque las llaves que están en mi bolsillo y abra la puerta de la habitación.
Veo todo como en cámara lenta. Intento mantenerme despierta pero el sonido de las llaves me acribilla la cabeza y la luz del día me hace sentir como una imbécil, no puedo coordinar mi cerebro con mi cuerpo.
La puerta se abre, Eros entra conmigo aun cargada y cierra detrás de él, me deja sobre la cama y se aleja. Cuando regresa trae consigo una cuchara con algo que no quiero saber que es.
–Abre la boca – lo dice como un orden. Yo me siento muy mal como para llevarle la contraria así que simplemente lo observo mientras vierte el contenido dentro de mi boca– déjate esto en la cabeza – me pone un paño con agua fría en la frente – ahora puedes descansar.
¿Acaso me dio un somnífero? Mi cuerpo se siente pesado, ¿Qué es lo que me está pasando?
–Descansa Eva, yo voy a cuidarte, no te preocupes – susurra.
Lo último que veo antes de dormirme son sus ojos azules y su boca roja.
Eros. –Eres preciosa, Eva – susurro mientras veo cómo su pecho sube y baja al ritmo de su respiración, desabrocho el primer botón de su uniforme militar, dejando ligeramente al descubierto su piel. Eva es blanca como la nieve, su piel se ve tersa, suave y yo quisiera tocarla.Me relamo la boca, es igual a como la recuerdo de hace tres años, solo que ahora es una mujer mayor y más madura, entonces ella era solo una chiquilla, ahora se ha convertido en una pantera, es hermosa, pero tengo la impresión de que se convertirá en un problema para mí. Quiero quitar mis ojos de encima de ella, pero no puedo, y tampoco deseo luchar contra mis instintos más salvajes, así que hago todo lo contrario a apartarme.Alargo la mano y con el dedo índice marco un recorrido de caricias desde el cuello hasta su pecho, donde se resaltan unas tetas pequeñ
Eva.–¡Joder Eva! Necesito que reacciones – Aaron me zarandea y no se molesta en dejarme sobre un colchón, como lo hizo Eros. Aaron simplemente me deja en tierra firme nuevamente, al principio me toca sostenerme de la mesita de noche porque me siento jodidamente débil.–No me siento muy bien – suspiro, esperando que eso sea suficiente como para que mi prometido deje la histeria – voy a dormir un poco más, discúlpame con el coronel, volveré a …–¡Yo no te voy a disculpar con nadie! – grita – mucho menos con la porqueria tienes de coronel – sus fosas nasales se hinchan al llenar sus pulmones de aire – ¿Qué demonios fue lo que pasó? ¿Porque diablos estabas en su habitación? – él se acerca a mí, me agarra de los hombros y me inspecciona.–Yo no estaba en su habitaci&oacu
Eva.Es tarde, hora del almuerzo y no he hecho nada más que pelear con el nuevo coronel y con mi prometido ¡Agh! Esta será una semana difícil, pienso mientras salgo de las torres de habitaciones.–¿Dónde estabas metida? – Zoé sale de no sé dónde y camina a mi lado.–Estaba con el coronel – la molesta Gigi.–Estaba con Aaron en mi habitación - corrijo.–Si, peleando por el coronel – termina Gigi.–¿Tu como sabes? – frunzo el ceño.–Todos han estado hablando de eso, de cómo te desmayaste en el campo de artillería, pero sobre todo, de cómo Eros te llevó en sus brazos hasta su habitación.–Solo lo hizo porque no encontró otro sitio a donde ir.–¡Aja! – Gigi se burla y le doy un codazo para que se
Eva.–¿El coronel Campbell está? – le pregunto a Tania, su secretaria.Se supone que debo entregarle un informe con todos los atentados de las águilas negras, el grupo terrorista más peligroso del mundo en este momento, el mismo al que nosotros debemos vencer.–No, tendrás que volver después, linda.–¿Sabes si tardará mucho? – no quiero que nada retrase mi noche con Aaron, hace unos minutos que confirmé que estaría libre, y eso ya es todo un acontecimiento.–Es posible que sí, está en una reunión importante con los coroneles de otras dos centrales, ¿Necesitas que le deje algún mensaje o que le entregue algo? – ella mira el portafolio en mi mano.–No, está bien – sonrío – volveré después.Doy media vuelta y vuelvo a mi oficina, dejo la carp
Eva.No puedo explicar lo que siento dentro del cuerpo, solo sé que estoy experimentando una mezcla de emociones muy confusas, quiero hacerlo, ¡joder! He estado pensando en este momento más de lo que me gustaría aceptarme incluso a mi misma.–Eros, no – intento razonar y pensar con cabeza fría, a pesar de que me cuesta demasiado, Eros es el hombre más excitante del mundo, no sé porque diablos no está casado o porque no tiene una novia.¡Ah! Es cierto, no tiene novia porque es un maldito don Juan de verdad que no tiene una sino muchas mujeres.–Deja de pensar, Eva – él besa mi cuello, me deja pequeños mordisquitos que me encienden más de lo que ya estoy.Su mano derecha se posa en mi cintura y me aprieta a él, el deseo se intensifica cuando siento su miembro duro como una roca chocar con mi cuerpo, ¡Si así es
Eva.–¿Puedes desatarme ahora? - le pregunto.Él sale de mi dejando el escritorio lleno de flujos y desata mis manos, yo las veo y me doy cuenta de que tengo marcas rojas y mis palmas han comenzado a ponerse moradas.–¿Dónde diablos aprendiste a hacer nudos tan fuertes? – me froto las zonas rojas.–Soy un coronel, sé hacer eso y mucho más – suelta con arrogancia mientras busca su ropa para vestirse – ya puedes irte, Eva.–¿Qué? – trago saliva.–Ya puedes irte, no hay ninguna otra razón por la que debas estar aquí más tiempo.Me bajo del escritorio que ha quedado hecho un desastre y me pongo el vestido, lo miro confundida, ¿De verdad piensa echarme asi como asi?–Te equivocas. Todavía tenemos que discutir lo concerniente a las águilas negras.Él me mira, chasq
Eva.Sus labios me hacen olvidar de absolutamente todo, del mundo a nuestro alrededor. Se supone que no volveríamos a hacer esto, y aun así aquí estoy, apretando contra su polla mientras siento la presión en mi entrepierna, Eros me muerde el labio inferior y yo gimo al tiempo en que mis bragas se mojan.Tal vez no vamos a poder coexistir en el batallón, pero si dentro de su oficina, algo me dice que este se convertirá en mi lugar favorito.Él me acaricia el pecho sobre el vestido y aprieta su pierna contra mi centro, causándome placer y dolor al mismo tiempo, necesito que me toque y me libere de la presión que siento por dentro.–¡Eros! – gritan desde afuera, es la voz de una chica que también está tocando a la puerta de forma insistente.Ambos nos quedamos quietos, el corazón me comienza a latir muy rápido, esta vez no por la excitaci&oacut
Eva.Me amarro el abrigo en la cintura para que nadie pueda darse cuenta de que debajo tengo puesto un minivestido que ni siquiera me cubre lo suficiente. Espero un par de minutos para que Zoé pueda estar lejos de la oficina y entonces salgo del escondite improvisado.–Tengo que irme.–Es lo más sensato – asiente con la cabeza.Chasqueo la lengua y me muerdo el interior del cachete, quiero preguntarle por su matrimonio, pero sé que no tengo el derecho para hacer esa clase de cuestionamientos, Eros no es nada mío, nada más que mi coronel… Se supone. Pero no puedo dejar de pensar en él esperando en un altar por una mujer, definitivamente él no tiene ese prototipo, él no es la clase de hombre que va a soltar lágrimas cuando vea a su futura esposa caminar hacia él. Eros es muchas cosas, menos un hombre familiar.Intento morderme la leng