Capítulo 5.

Eros.

–Eres preciosa, Eva – susurro mientras veo cómo su pecho sube y baja al ritmo de su respiración, desabrocho el primer botón de su uniforme militar, dejando ligeramente al descubierto su piel. Eva es blanca como la nieve, su piel se ve tersa, suave y yo quisiera tocarla. 

Me relamo la boca, es igual a como la recuerdo de hace tres años, solo que ahora es una mujer mayor y más madura, entonces ella era solo una chiquilla, ahora se ha convertido en una pantera, es hermosa, pero tengo la impresión de que se convertirá en un problema para mí. Quiero quitar mis ojos de encima de ella, pero no puedo, y tampoco deseo luchar contra mis instintos más salvajes, así que hago todo lo contrario a apartarme.

Alargo la mano y con el dedo índice marco un recorrido de caricias desde el cuello hasta su pecho, donde se resaltan unas tetas pequeñas, pero jugosas, Eva suelta un pequeño jadeo y yo sonrío, espero que esté soñando conmigo entre sus piernas. ¡Maldita sea! He querido follarmela desde que la vi en la formación.

–¡Campbell! M*****a sea, ¿Dónde la tienes? – alguien aporrea la puerta de mi habitación.

Me alejo de Eva y voy hasta la puerta donde el imbécil de su prometido sigue gritando.

–¿Qué putas quieres? – escupo. 

–¿Dónde está Eva? ¿Dónde la tienes? - Sotavento tiene la cara roja de la ira, la vena en su frente está hinchada y parece un niño al que le han quitado su dulce favorito, me gusta ver la cara de idiota que tiene, me gusta la frustración y la zozobra en su mirada. Es lo mismo que yo sentí doce años atrás cuando por culpa de él hirieron a la única mujer que yo he amado en mi vida.

Me aprovecho de la situación, no se lo voy a hacer tan sencillo, así que salgo de la habitación, cierro la puerta tras de mí y me cruzo de brazos, lo hago esperar y me doy cuenta, por la forma en que su ojo casi que palpita, que lo jode saber que yo tengo el sartén por el mango.

– Eva está en mi cama, durmiendo.

–¡¿Qué le hiciste?! – me grita.

–Nada que ella no quisiera – juego con su cabeza, su mirada se descoloca y su respiración se agita.

–¡Quítate de ahí Eros antes de que…! – respira con dificultad.

–¿Antes de que? – lo reto.

–Antes de que te mate – grita – ¡Eva! ¡Sal de esa m*****a habitación!

–Ella no va a responder por ahora.

–Te dije que no la metieras a ella en esto – él me agarra por las solapas del uniforme, yo dejo que se enloquezca, me conviene que pierda la cordura, el mejor secreto en una venganza es dejar que la otra persona se consuma por sí sola, que su mente le gane, que piense que ha perdido cuando la guerra ni siquiera ha comenzado. Sotavento es demasiado estupido como para darse cuenta de lo que estoy haciendo – lo que pasó hace doce años no tiene nada que ver con ella, es entre tu y yo.

–Yo también fui claro contigo – gruño – me jodiste Sotavento, gracias a ti la mataron, he estado esperando mucho por este momento, llegó tu hora de pagar todo lo que hiciste.

–Pero no con Eva – escupe, pasa a mi lado y se mete en la habitación.

Dejo que lo haga, después de todo, este no es el único momento que tendré para joderlo.

–¡Eva! Vámonos de aquí – él la zarandea como un animal.

–¿Dónde estoy? – ella se despierta y mira a su alrededor, sigue igual de pálida que antes.

–No te hagas la tonta – Aaron la carga de la misma forma en que yo lo hice y la saca de la habitación.

Ella me mira con el ceño fruncido y su mirada no se despega de la mía. Esa chica está metida en un lío que ni ella misma alcanza a dimensionar. No se ha dado cuenta de que está en la mitad de una guerra en la que tristemente ella no va a ganar, y no voy a mentir, me gusta este juego, me prende porque de haber sabido que el camino para vengarme de Sotavento, era tan sensual y tan exquisito como Eva Larsson, habría venido antes a este maldito batallón.

Le he puesto el ojo encima, y el problema es que yo siempre tengo lo que quiero. Cueste lo que cueste.

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