La lista
Gina
Escuchaba un pitido, un sonido incesante que me iba a hacer explotar la cabeza. Me senté sobre la cama, aturdida, y me quité el cabello que se encontraba esparcido por mi cara. Tenía sed, mucha sed. Volví a oír el sonido infernal y me di cuenta de que se trataba de mi teléfono. Me puse de pie. Cuando visualicé mi desnudez, volví a sentarme. Las imágenes, todas, una por una de la noche anterior, llegaron a mi cabeza.
Agarré mi móvil con rapidez y pedí el no haber hecho lo que pensaba que hice. Aún tenía la llamada entrante de Adrián, pero primero debía verificar los mensajes salientes. Me llevé la mano a la boca ante la sorpresa de lo que vi; anoche no solo me pasé de tragos, estaba realmente ebria y los hechos lo dejaron más que comprobado.
El teléfono volvió a sonar y sa
La únicaAlessioContemplaba pensativo la vista panorámica de la ciudad. Decidí cancelar aquella demanda. No podía seguir adelante con eso sabiendo que tenía sentimientos por Gina, los cuales iban más allá de lo pasional. Me ponía ansioso el verla de nuevo después de lo de anoche, pero si quería ganármela debía comenzar a comportarme como el hombre que ella se merecía.—La señorita Stevens ya está aquí.—Dile que pase —Me acomodé la corbata por enésima vez.Gina entró, sigilosa. Se me cortó la respiración al mirarla; se recogió el cabello y optó, como siempre, por usar una de esas camisetas con dibujos en el frente y unos jeans gastados, aunque cabía destacar que sus senos se abrazaban a la perfección por aquella camiseta.Le
Ninguna otraGinaTodos mis encuentros con Alessio, por más insignificantes que fueran, eran demasiado intensos. Mi corazón latía a mil por hora. Aunque me moría por besarlo, no dejé que fuese tan fácil. Aquello de la lista me mortificaba y no había obtenido más que un “No quieres saberlo” de su parte. Él guardaba muchas cosas oscuras, pero quería conocerlo. Si en verdad me iba a embarcar en su mundo, debía saberlas.—Disculpe, señorita —dije a la joven de recepción—, ¿me puede indicar dónde está la oficina del señor Alexander? Debe entregarme unos documentos.—Claro. Al final del pasillo a la derecha —me indicó con mucha simpatía.Si alguien sabía y tenía más que claro lo de la lista, era la mano derecha de Alessio. Quizá
El mejor cumpleañosAlessioLas luces del club me molestaban. Aunque estaba rodeado de gente, me sentía solo. La alta sociedad esperaba este día con ansias: el cumpleaños del más influyente empresario. En otra época habría disfrutado toda aquella oblación. El saberme superior a todos los demás era algo que alimentaba mi ego, pero hoy en particular solo quería estar en un lugar y escuchar su voz. Era el único regalo que quería de verdad.—Toma —comentó Alexander pasándome un trago de whisky—, y cambia esa maldita cara. Si no está aquí, si ni siquiera ha venido, es porque no le importas, así que disfruta tu noche y sé el maldito Alessio Lombardi que eres.Me bebí el whisky de un solo trago.—Yo soy el puto amo —dije con altanería y agarré la botella p
Catalina LeoniGinaMe dolía el coño, debía admitirlo, pero era una sensación gratificante, una de las miles que me estaba perdiendo. Agradecía haber experimentado aquello con el hombre a mi lado. La noche fue demasiado intensa. Tenía unas ganas inmensas de quedarme en la cama, mas no podía. Alessio dormía plácidamente a mi lado y no pude evitar mirarlo, embobada. Los tatuajes que cubrían su cuerpo eran una obra de arte y sus malditos abdominales parecían hechos a mano. Tenía un cuerpo de infarto, uno que nunca imaginé tocar. No quería ilusionarme. Él me había dicho que estaba enamorado de mí, pero ¿qué tal si eso era una absurda fantasía?—¿Adónde vas? —Sostuvo mi brazo con firmeza—. ¿Te piensas escapar? —Me haló con tanta fuerza que caí so
Descubriendo el pasadoAlessioMiraba ansioso la hora en mi reloj. Le propuse a Gina pasar por ella, pero decidió que nos reuniéramos en el restaurante. Hacía tiempo que no salía a comer con alguien. Mis encuentros con mujeres habían sido exclusivamente sexuales, pero con ella lo quería todo. Flores, serenatas y hacer el amor bajo las estrellas. Quizás era demasiado dulce para mí, sin embargo, debía hacer que ella no mirase a otro hombre.La vi entrar, pero algo cambió. Su mirada estaba apagada y perdió el brillo en su rostro. Eso me alertó. Me puse de pie y la ayudé a acomodarse. Supe que algo extraño pasaba cuando intenté darle un beso en los labios y ella me puso la mejilla. Me sentí molesto al instante y me reí sin nada de gracia, pues sabía que su actitud
El único lugarGinaLa conversación con aquella mujer me dejó pasmada, pero con Alessio me desconcertó. Catalina Leoni fue más que clara y no se anduvo con rodeos, aceptó aquel trabajo solo para conocerme y saber quién era la mujer por la que Alessio rompía todas sus reglas. Quería conocer a la mujer que se convirtió en su obsesión.Me encontraba desorientada. Recibí demasiada información en un solo día y mi cabeza estaba a punto de estallar. Salí del restaurante sin rumbo fijo. No quería ir a casa, pero mucho menos a la empresa, así que solo decidí seguir caminando hasta que me cansara. Era triste estar tan sola. No podía acudir a alguien en un momento como este, pues no tenía a nadie. Pensé que tenía Alessio, pero ahora no estaba tan segura.Mi teléfono comenzó a
No lo permitiréAlessioContemplaba con una sonrisa de idiota la mujer a mi lado. Nuestras piernas estaban enredadas y no pude resistir la tentación de tocar sus muslos desnudos. Recorrí cada imperfección con mis manos, que ante mi tacto se sentían perfectas. Gina se removió y abrió los ojos despacio. La sonrisa que iluminó su rostro me mató. Podría acostumbrarme a esto y pasar a su lado el resto de mis días.—No te fuiste —dijo aún soñolienta.—¿Y por qué debería irme? —Trató de apartar sus piernas, pero se lo impedí.—Tienes que trabajar.—Soy el dueño, Gina. —Levanté una de mis cejas.—Perdón, señor Lombardi.La llevé más cerca de mí y dejé un beso en sus labios.&md
No confíoGinaNo podría soportar esperar hasta la hora de salida. Tenía unas ganas inmensas de ver a Alessio. Necesitaba sentirlo cerca de mí. Aquello era una locura y no razonaba las cosas, pero ya estaba metida en esto. Decidí confiar en él. El solo pensar que era suya me hacía sentir como una maldita diosa.—Veo que tienes prisa.Me colgué la cartera al hombro y me giré para enfrentarla.—Voy a comer —resollé e intenté marcharme.—Con él, ¿verdad?Pensé con calma mis siguientes palabras, mas no iba a permitir que ella me intimidara.—Supéralo, Catalina —mascullé—. Él es mío ahora.Separó los labios, pero los volvió a juntar y aproveché para salir de aquella habitación. No sabía cuáles