FLASHBACK —¡Dante! ¡Maldita sea! No se la pudo haber tragado la tierra, ¡NO! —gritó Xavier, furioso, como lo hacía cada día desde que Elizabeth había huido de su auto. —Señor, hemos revisado todos los registros de la ciudad. Todos los niños de las posibles edades de su hijo han sido investigados, pero no hemos podido ubicar a la señora. Como le dije, creo que ella está muerta. Xavier escuchó las palabras de Dante resonar en su mente, y con rabia estrelló su copa contra la pared, rozando peligrosamente la cabeza de su hombre. —¿Muerta? ¿Tienes pruebas de eso? —se acercó, mostrando los dientes como un perro de caza. Desde que Elizabeth se escapó, le costaba conciliar el sueño. Su estado se había vuelto pésimo; había invertido millones de su fortuna en la búsqueda de la mujer, pero nunca encontró una sola señal de ella. Y eso era lo que realmente lo solevaba. Desde que era un niño, todo lo que pedía era concebido, venía de una gran dinastía de mafiosos, y no aceptaba un no p
Presente Una sonrisa de satisfacción se dibujó en el rostro de Xavier; no podía apartar la mirada de la madre de sus hijos. El rostro de Elizabeth era un poema de agonía. —¡Mami! —exclamaron los niños al unísono al verla, pero no se molestaron en ir a recibirla, estaban embelesados con los nuevos juguetes que Xavier les había traído. —Mis amores, ¿están bien? —preguntó Elizabeth, y ambos asintieron, sin mostrar ni un ápice de dolor. Los niños parecían encantados con el desconocido, asombrados por los juguetes y la atención que Xavier les brindaba. A Elizabeth le temblaban los labios, incapaz de pronunciar palabra. Se restregó los ojos, como si pudiera borrar la imagen que tenía ante ella, que se sentía como una pesadilla. Tal vez estaba soñando, pensó. —Mira, Eithan, puedes programar este robot para que juegue al fútbol contigo —dijo Xavier mientras presionaba algunos botones. El pequeño robot que le había regalado comenzó a moverse con gracia, y Eithan abrió la boca, sorprendid
Xavier se acomodó en el asiento del copiloto, mientras Elizabeth se sentaba junto a sus hijos, quienes apenas la miraban, envueltos en el pánico y la confusión por sus gritos. —Mami, ¿estás bien? —preguntó Emma, abrazando la muñeca que Xavier le había regalado. —Sí, cariño, estoy bien, mis amores. No se preocupen. —Con la palma de su mano, secó sus lágrimas y, sufriendo en silencio, permaneció callada durante todo el trayecto. Al llegar a la mansión de Xavier Montiel, Elizabeth recordó su anterior visita y no pudo evitar sentirse devastada. Xavier abrió la puerta y les ayudó a bajar. Los niños, impresionados por la imponente casa que se alzaba frente a ellos, corrieron emocionados hacia la entrada. Xavier extendió su mano hacia Elizabeth, pero ella lo ignoró, pasándole por el lado casi empujándolo. Él no le dio importancia; sus verdaderos invitados lo estaban esperando en la puerta. —Hemos llegado a su nueva casa —anunció Xavier mientras abría la puerta, revelando una imagen fasc
¡Por fin llegó el amanecer! La noche había sido larga para Elizabeth y Xavier. Habían dormido dándose la espalda, desconfiando el uno del otro, pero anhelando su contacto.Xavier fue el primero en levantarse y se dirigió al baño. Elizabeth, despertando de golpe, echó un vistazo y vio cómo la figura torneada y sexy de Xavier desaparecía de su vista. Tragó en seco, se puso una bata y se dirigió rápidamente hacia donde estaban sus pequeños.Al llegar, no los encontró en la habitación y, sintiendo la angustia, comenzó a buscarlos.—¡Niños! ¡Niños! ¿Dónde están? —exclamó, corriendo por el pasillo. Su corazón se calmó al verlos sentados en la sala de estar, perfectamente arreglados.—¡Mami! —gritaron al unísono, levantándose para correr hacia ella.—Mis amores, ¿qué hacen despiertos tan temprano? —preguntó, un poco más aliviada—Es la hora en que siempre estamos listos para ir al colegio —respondió Emma, encogiendo los hombros—. ¿No iremos hoy?Elizabeth se quedó en silencio, procesando las
—Tengo que salir, Elizabeth. —¿Te demoras? —preguntó ella con suspicacia, intentando obtener más información. Ya sabía que él se iba, pero necesitaba saber cuánto tiempo.—No lo sé, pero todos mis hombres están al tanto de cualquier novedad. Elizabeth asintió.Xavier continuó su camino hacia la habitación. Desde su teléfono, utilizó el mando a distancia para cortar todas las comunicaciones de la mansión, incluyendo el internet, sin que Elizabeth lo notara. Descendió rápidamente y, al llegar a la sala otra vez, la encontró todavía ahí, sonriendo y fingiendo que todo marchaba con normalidad. —Que te vaya muy bien —lo despidió la mujer de manera hipócrita. Él solo resopló y salió de la mansión. Los guardaespaldas, siempre apostados en la sala de estar, miraron fijamente a Elizabeth, advirtiéndole que no se acercara a la salida. Pero nadie le dijo que no podía recorrer la mansión. Sin más preámbulo, se dirigió al despacho de Xavier, sin que nadie la viera. Sin embargo, al llegar, se e
Xavier miró a Elizabeth con recelo; no le había gustado que insistiera en hablar con sus empleados, así que se dirigió directamente hacia las escaleras. Dante, angustiado, lo siguió.—Señor, su herida...—le dijo, preocupado. Pero Xavier lo ignoró.—Ya puedes irte, Dante. Hablaremos luego.Xavier comenzó a subir lentamente las escaleras. Aunque trataba de no emitir ni un solo suspiro, de su boca se escapaban leves jadeos de dolor, y Elizabeth pudo notarlo.Ella miró a Dante y le hizo un gesto, esperando que el hombre fuera tan abierto como Marcell y dijera algo. Sin embargo, él apenas esquivó su mirada y salió de la mansión tal como Xavier se lo había ordenado.Los pasos de Xavier eran lentos, y ella lo observó segundo a segundo mientras subía las escaleras, decidida, lo siguió lentamente.—¿Estás bien, Xavier? —preguntó.—No es de tu incumbencia —respondió él de manera cortante, y continuó su camino. Elizabeth se quedó observando hasta que cruzó la habitación. No pudo resistir la curi
Parecía que en la mansión Montiel las cosas estaban tomando una rutina diaria. A la mañana siguiente, los gemelos estaban listos justo a la hora de ir al colegio. Elizabeth, a la altura de cada uno de ellos, los miró sonriente.—¡No hagan travesuras en el colegio! Sean buenos niños —les dijo, mientras les daba un beso en la frente.Xavier salió de su despacho y, al verlo, los niños se lanzaron sobre él.—¡Papá! ¿Cómo estás? —preguntó Eithan, quien estaba más emocionado de verlo.—Muy bien, pequeño. Obedezcan a mamá y pórtense bien —les respondió, también besando su frente.—Claro que sí, papá —sonrió Emma—. Somos los niños más inteligentes del salón.Todo marchaba como si fueran la mejor familia. Dante llegó por ellos, y los niños no dudaron en salir corriendo, abrazándose a sus piernas.—¡Tío Dante! —dijeron al unísono, y el hombre se sonrojó. Este era el resultado del buen trato que les había brindado y del cuidado que les había mostrado; los pequeños se encariñaron rápidamente con é
Elizabeth apretó los puños, observándolo con desprecio, estaba agotada de sus constantes amenazas, que ya no le importaba desafiarlo. Xavier, inconsciente de su mirada, tocó su herida con la mano y frunció ligeramente el ceño.—¡Espero que se te pudra esa herida! —exclamó ella con desdén mientras se acercaba a la sala para tomar de nuevo el libro.—Elizabeth, ¡maldita sea! Deja de hablarme así.Ella se giró, furiosa, y lo miró directamente a los ojos. Xavier sostuvo su mirada, con una expresión seria que no cedía ante su rabia.—Te hablo como se me dé la gana. ¡Debí dejarte desangrar en ese baño! Quiero largarme de este lugar; no deseo pasar un solo día más a tu lado, en esta casa asquerosa, manchada de sangre —escupió Elizabeth, llena de odio. Luego, se dio la vuelta sobre sus talones y se dirigió al asiento de la sala principal.Tomó el libro y comenzó a fingir que leía, mientras sus pensamientos anhelaban con desesperación que Christian viniera a su encuentro. Los días pasaban y aú