—Tengo que salir, Elizabeth. —¿Te demoras? —preguntó ella con suspicacia, intentando obtener más información. Ya sabía que él se iba, pero necesitaba saber cuánto tiempo.—No lo sé, pero todos mis hombres están al tanto de cualquier novedad. Elizabeth asintió.Xavier continuó su camino hacia la habitación. Desde su teléfono, utilizó el mando a distancia para cortar todas las comunicaciones de la mansión, incluyendo el internet, sin que Elizabeth lo notara. Descendió rápidamente y, al llegar a la sala otra vez, la encontró todavía ahí, sonriendo y fingiendo que todo marchaba con normalidad. —Que te vaya muy bien —lo despidió la mujer de manera hipócrita. Él solo resopló y salió de la mansión. Los guardaespaldas, siempre apostados en la sala de estar, miraron fijamente a Elizabeth, advirtiéndole que no se acercara a la salida. Pero nadie le dijo que no podía recorrer la mansión. Sin más preámbulo, se dirigió al despacho de Xavier, sin que nadie la viera. Sin embargo, al llegar, se e
Xavier miró a Elizabeth con recelo; no le había gustado que insistiera en hablar con sus empleados, así que se dirigió directamente hacia las escaleras. Dante, angustiado, lo siguió.—Señor, su herida...—le dijo, preocupado. Pero Xavier lo ignoró.—Ya puedes irte, Dante. Hablaremos luego.Xavier comenzó a subir lentamente las escaleras. Aunque trataba de no emitir ni un solo suspiro, de su boca se escapaban leves jadeos de dolor, y Elizabeth pudo notarlo.Ella miró a Dante y le hizo un gesto, esperando que el hombre fuera tan abierto como Marcell y dijera algo. Sin embargo, él apenas esquivó su mirada y salió de la mansión tal como Xavier se lo había ordenado.Los pasos de Xavier eran lentos, y ella lo observó segundo a segundo mientras subía las escaleras, decidida, lo siguió lentamente.—¿Estás bien, Xavier? —preguntó.—No es de tu incumbencia —respondió él de manera cortante, y continuó su camino. Elizabeth se quedó observando hasta que cruzó la habitación. No pudo resistir la curi
Parecía que en la mansión Montiel las cosas estaban tomando una rutina diaria. A la mañana siguiente, los gemelos estaban listos justo a la hora de ir al colegio. Elizabeth, a la altura de cada uno de ellos, los miró sonriente.—¡No hagan travesuras en el colegio! Sean buenos niños —les dijo, mientras les daba un beso en la frente.Xavier salió de su despacho y, al verlo, los niños se lanzaron sobre él.—¡Papá! ¿Cómo estás? —preguntó Eithan, quien estaba más emocionado de verlo.—Muy bien, pequeño. Obedezcan a mamá y pórtense bien —les respondió, también besando su frente.—Claro que sí, papá —sonrió Emma—. Somos los niños más inteligentes del salón.Todo marchaba como si fueran la mejor familia. Dante llegó por ellos, y los niños no dudaron en salir corriendo, abrazándose a sus piernas.—¡Tío Dante! —dijeron al unísono, y el hombre se sonrojó. Este era el resultado del buen trato que les había brindado y del cuidado que les había mostrado; los pequeños se encariñaron rápidamente con é
Elizabeth apretó los puños, observándolo con desprecio, estaba agotada de sus constantes amenazas, que ya no le importaba desafiarlo. Xavier, inconsciente de su mirada, tocó su herida con la mano y frunció ligeramente el ceño.—¡Espero que se te pudra esa herida! —exclamó ella con desdén mientras se acercaba a la sala para tomar de nuevo el libro.—Elizabeth, ¡maldita sea! Deja de hablarme así.Ella se giró, furiosa, y lo miró directamente a los ojos. Xavier sostuvo su mirada, con una expresión seria que no cedía ante su rabia.—Te hablo como se me dé la gana. ¡Debí dejarte desangrar en ese baño! Quiero largarme de este lugar; no deseo pasar un solo día más a tu lado, en esta casa asquerosa, manchada de sangre —escupió Elizabeth, llena de odio. Luego, se dio la vuelta sobre sus talones y se dirigió al asiento de la sala principal.Tomó el libro y comenzó a fingir que leía, mientras sus pensamientos anhelaban con desesperación que Christian viniera a su encuentro. Los días pasaban y aú
Días Después—Papi, ¿mami está muy enferma? —preguntó Emma a Xavier, al haber notado la ausencia de su madre en los últimos días. —Sí, está muy, muy enferma —respondió él, mientras la ayudaba a cargar la maleta. Luego se giró hacia Eithan, quien bajó la cabeza en un gesto de tristeza. —¿Cuándo la podremos ver? Xavier acarició la cabeza del niño con ternura, mostrando compasión. —Cuando mamá se sienta mejor, saldrá de la habitación. Vayan al colegio; esperemos que se recupere pronto. Ahora su enfermedad puede ser muy contagiosa, pero todo va estar bien.Los dos pequeños asintieron y se fueron con Dante. Xavier suspiró, determinado a no permitir que Elizabeth saliera de su cuarto. Ella había jugado con él y ahora debía asumir su castigo. —Señor, ya está listo el desayuno de la señorita Elizabeth, ¿se lo subo? —Denis interrumpió.—Ven conmigo, yo se lo entrego. —Muy bien —respondió la empleada, y juntos se dirigieron a la habitación.La culpa por la muerte de Christian pesaba como
Reggins, obedeciendo las órdenes de su amigo y jefe, inyectó suero para rehidratar a Elizabeth, seguido de glucosa y algunos medicamentos para estabilizar su estado. —Va a estar bien, Xavier. Logramos actuar a tiempo —dijo Reggins, acomodándose en una silla junto a la cama principal. —¿Y ahora? —Esperar a que despierte —resopló el doctor, recostando la cabeza con un suspiro de agotamiento. Xavier comenzó a caminar nerviosamente por la habitación, vigilando cada movimiento de Elizabeth. Sin embargo, en las horas que siguieron, ella permaneció inmóvil. Finalmente, se sentó en el suelo junto a la cama y, agotado, apoyó su cabeza sobre el colchón, cayendo dormido. ***Un jadeo lo despertó de golpe. —¡Humm! Los pies de Elizabeth se movieron, y, afortunadamente, él tenía un sueño ligero. Se incorporó de un salto; ya era de mañana. —Elizabeth. Ella abrió los ojos lentamente, luchando por tragar con dificultad.—Reggins, Elizabeth se ha despertado. El doctor movió la cabeza y se lev
Elizabeth sentía su pecho arder tras el episodio de vómito y, en un arrebato de frustración, gritó: —¡Déjenme en paz! Denis, con compasión, se acercó sosteniendo una pijama limpia en las manos. —Señorita Elizabeth, por favor, debe limpiarse. Está cubierta de vómito y sudor; es parte del proceso de recuperación. —¡No quiero nada! —replicó Elizabeth, manteniéndose firme en su negativa. —Por favor, necesitamos cambiar las sábanas; puede propagar gérmenes y bacterias, además huele fatal —insistió Denis, intentando ayudarla a levantarse. Pero Elizabeth, en un acto de rebeldía, se quitó las sábanas sucias de encima y trató de bajar del lecho, solo para caer al suelo, débil y desorientada. —¡Señora! —¡No me toques! —gritó Elizabeth, arrastrándose hasta el sofá, donde finalmente se sentó. Mientras tanto, Denis y otras dos empleadas se afanaban en limpiar las sábanas vomitadas y arreglar la habitación, que era un completo desastre. Elizabeth, sentada al borde del sofá junto a la cama,
Días después—¡Qué rico! Denis preparó nuestra comida favorita. —Emma clavó el tenedor en un wafle, mientras que Elizabeth cortaba el de su hermano con los cubiertos.—Sí, Denis siempre tan consentidora. —Elizabeth chistó con un toque de sarcasmo.—A ti también te prepara un buen desayuno. —intervino Xavier, pero Elizabeth lo ignoró, como si no le hablara a ella.—Mami, no me des pedazos tan pequeños, no soy un bebé. —Eithan hizo un puchero, y Elizabeth resopló.—Pronto deben irse o llegarán tarde. Recuerden que siempre deben estar atentos en la escuela. Cualquier cosa, por rara que sea, me deben contar, ¿entendido?Los niños asintieron, mientras Xavier la miraba algo confundido.Los niños se levantaron, listos para ir al colegio. Elizabeth les dio instrucciones sobre cómo cuidarse, ya que un asesino como Xavier, despiadado y cruel, seguramente tendría enemigos de su misma índole. Así que debía enseñar a sus hijos a protegerse.Dante llegó por ellos, y sin terminar completamente el