Días Después—Papi, ¿mami está muy enferma? —preguntó Emma a Xavier, al haber notado la ausencia de su madre en los últimos días. —Sí, está muy, muy enferma —respondió él, mientras la ayudaba a cargar la maleta. Luego se giró hacia Eithan, quien bajó la cabeza en un gesto de tristeza. —¿Cuándo la podremos ver? Xavier acarició la cabeza del niño con ternura, mostrando compasión. —Cuando mamá se sienta mejor, saldrá de la habitación. Vayan al colegio; esperemos que se recupere pronto. Ahora su enfermedad puede ser muy contagiosa, pero todo va estar bien.Los dos pequeños asintieron y se fueron con Dante. Xavier suspiró, determinado a no permitir que Elizabeth saliera de su cuarto. Ella había jugado con él y ahora debía asumir su castigo. —Señor, ya está listo el desayuno de la señorita Elizabeth, ¿se lo subo? —Denis interrumpió.—Ven conmigo, yo se lo entrego. —Muy bien —respondió la empleada, y juntos se dirigieron a la habitación.La culpa por la muerte de Christian pesaba como
Reggins, obedeciendo las órdenes de su amigo y jefe, inyectó suero para rehidratar a Elizabeth, seguido de glucosa y algunos medicamentos para estabilizar su estado. —Va a estar bien, Xavier. Logramos actuar a tiempo —dijo Reggins, acomodándose en una silla junto a la cama principal. —¿Y ahora? —Esperar a que despierte —resopló el doctor, recostando la cabeza con un suspiro de agotamiento. Xavier comenzó a caminar nerviosamente por la habitación, vigilando cada movimiento de Elizabeth. Sin embargo, en las horas que siguieron, ella permaneció inmóvil. Finalmente, se sentó en el suelo junto a la cama y, agotado, apoyó su cabeza sobre el colchón, cayendo dormido. ***Un jadeo lo despertó de golpe. —¡Humm! Los pies de Elizabeth se movieron, y, afortunadamente, él tenía un sueño ligero. Se incorporó de un salto; ya era de mañana. —Elizabeth. Ella abrió los ojos lentamente, luchando por tragar con dificultad.—Reggins, Elizabeth se ha despertado. El doctor movió la cabeza y se lev
Elizabeth sentía su pecho arder tras el episodio de vómito y, en un arrebato de frustración, gritó: —¡Déjenme en paz! Denis, con compasión, se acercó sosteniendo una pijama limpia en las manos. —Señorita Elizabeth, por favor, debe limpiarse. Está cubierta de vómito y sudor; es parte del proceso de recuperación. —¡No quiero nada! —replicó Elizabeth, manteniéndose firme en su negativa. —Por favor, necesitamos cambiar las sábanas; puede propagar gérmenes y bacterias, además huele fatal —insistió Denis, intentando ayudarla a levantarse. Pero Elizabeth, en un acto de rebeldía, se quitó las sábanas sucias de encima y trató de bajar del lecho, solo para caer al suelo, débil y desorientada. —¡Señora! —¡No me toques! —gritó Elizabeth, arrastrándose hasta el sofá, donde finalmente se sentó. Mientras tanto, Denis y otras dos empleadas se afanaban en limpiar las sábanas vomitadas y arreglar la habitación, que era un completo desastre. Elizabeth, sentada al borde del sofá junto a la cama,
Días después—¡Qué rico! Denis preparó nuestra comida favorita. —Emma clavó el tenedor en un wafle, mientras que Elizabeth cortaba el de su hermano con los cubiertos.—Sí, Denis siempre tan consentidora. —Elizabeth chistó con un toque de sarcasmo.—A ti también te prepara un buen desayuno. —intervino Xavier, pero Elizabeth lo ignoró, como si no le hablara a ella.—Mami, no me des pedazos tan pequeños, no soy un bebé. —Eithan hizo un puchero, y Elizabeth resopló.—Pronto deben irse o llegarán tarde. Recuerden que siempre deben estar atentos en la escuela. Cualquier cosa, por rara que sea, me deben contar, ¿entendido?Los niños asintieron, mientras Xavier la miraba algo confundido.Los niños se levantaron, listos para ir al colegio. Elizabeth les dio instrucciones sobre cómo cuidarse, ya que un asesino como Xavier, despiadado y cruel, seguramente tendría enemigos de su misma índole. Así que debía enseñar a sus hijos a protegerse.Dante llegó por ellos, y sin terminar completamente el
La noche había caído cuando Xavier entró a la habitación justo cuando Elizabeth terminaba de guardar las compras.—¿Cómo te fue en la tienda de vestidos? —preguntó mientras se desabrochaba la corbata.Ella guardó silencio, concentrada en quitar las etiquetas del bolso.Xavier se desabotonó la camisa, dejándose ver con el torso desnudo.—Póntelo—Xavier señaló el vestido — quiero ver cómo te queda —ordenó con tono firme.—¿Qué? —Elizabeth reaccionó al fin.—Obedece —dijo Xavier, acercándose y plantándose frente a ella. Su cuerpo quedó a la distancia perfecta para que sus ojos no pudieran evitar notar el bulto que sobresalía de su entrepierna.Nerviosa, se levantó y tomó el vestido para ir al baño a cambiarse. Pero, antes de que pudiera dar un paso, Xavier rozó su brazo y ella se giró hacia él.—Cámbiate aquí, delante de mí.Elizabeth tragó con dificultad y, resignada, se quitó la ropa que llevaba puesta, mientras Xavier la devoraba con la mirada. La deseaba como a nada, su cuerpo lo vol
Mientras Xavier y Paulina se dirigían a la pista de baile, el padre de esta última se quedó junto a Elizabeth y la observó de arriba abajo. —Entonces, ¿tú eres la famosa Elizabeth? —preguntó, sorbiendo su bebida. Elizabeth resopló con desgano. Gabriel soltó una carcajada burlona, terminó su trago y sacudió la cabeza por el mal sabor. —Para él, no eres más que una de sus amantes de turno, Elizabeth. Si fuera tú, buscaría la forma de irme. Elizabeth sonrió con descaro y finalmente habló. —¿Por qué lo dice? ¿Es ese el hombre que quiere para su hija? Si es así, puede ayudarme a irme, y ya Xavier quedará disponible para ella sola —respondió mientras dirigía la mirada a los bailarines, que parecían disfrutar de la música. Paulina se aseguraba de no soltar a Xavier. —¿Ayudarte a ti? —Gabriel chasqueó la lengua—. Estás loca. Solo dejaré que él se deleite contigo todo lo que quiera, juegue contigo y cuando se canse, te lanzará a su jauría de perros. ¡JA! Gabriel se alejó, riendo de man
Christian tomó la mano de Elizabeth y le dio un suave beso en el dorso. —No tienes nada de qué disculparte, ni de qué sentirte mal, Elizabeth. Todo lo que hago, lo hago porque te amo. Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario, pero voy a liberarte de ese maldito animal.Apretó su mano con firmeza y la guio por un pasillo hacia una habitación al final. Sin embargo, ella no avanzaba.—No puedo huir ahora mismo. Sabes que están mis hijos; él… él podría hacerles daño. —El solo pensamiento de lo que Xavier podría hacerles a sus pequeños hizo que la piel de Elizabeth se erizara, y quiso regresar.—No es momento para arrepentimientos. Debemos hablar con Vicenzo; mi tío nos está esperando al otro lado de esa puerta. Esta es nuestra única oportunidad, Elizabeth, no podemos desperdiciarla, por favor. A pesar de sus dudas sobre seguir a ese hombre, Elizabeth bajó la mirada y continuó caminando. Si tenía que venderle el alma al diablo, estaba dispuesta a hacerlo.***Una gran pantalla proy
Al escuchar la desafiante propuesta, Elizabeth sintió que su corazón iba a estallar por la fuerza de su latido. Vicenzo se tomaba en serio su oferta y estaba pidiendo algo realmente peligroso, así que decidió indagar más. —¿Qué? Estar a su lado... Eso es precisamente lo que no quiero. Es demasiado arriesgado. ¿Y si se da cuenta? Vicenzo la miró de arriba abajo con un tono insinuante. —Entonces, deberás encontrar la manera de hacerlo sin que él se dé cuenta, mi querida Elizabeth. Porque si te descubre, estoy seguro de que no mostrará ni un ápice de compasión. ¡Y va a matarte! —le dijo apretando los dientes.El miedo la envolvió, y se abrazó a sí misma. Guardó silencio por un momento, sabiendo que Vicenzo tenía razón: si Xavier la descubría, no solo sería ella quien sufriría, sino también sus hijos. —¿Y qué piensas hacer con esos documentos? —preguntó Elizabeth, con un aire de ingenuidad. Vicenzo sonrió, divertido, y encogió los hombros antes de responder con tono irónico. —Nosotr