FINGIDA PREOCUPACIÓN

Xavier miró a Elizabeth con recelo; no le había gustado que insistiera en hablar con sus empleados, así que se dirigió directamente hacia las escaleras. Dante, angustiado, lo siguió.

—Señor, su herida...—le dijo, preocupado. Pero Xavier lo ignoró.

—Ya puedes irte, Dante. Hablaremos luego.

Xavier comenzó a subir lentamente las escaleras. Aunque trataba de no emitir ni un solo suspiro, de su boca se escapaban leves jadeos de dolor, y Elizabeth pudo notarlo.

Ella miró a Dante y le hizo un gesto, esperando que el hombre fuera tan abierto como Marcell y dijera algo. Sin embargo, él apenas esquivó su mirada y salió de la mansión tal como Xavier se lo había ordenado.

Los pasos de Xavier eran lentos, y ella lo observó segundo a segundo mientras subía las escaleras, decidida, lo siguió lentamente.

—¿Estás bien, Xavier? —preguntó.

—No es de tu incumbencia —respondió él de manera cortante, y continuó su camino. Elizabeth se quedó observando hasta que cruzó la habitación. No pudo resistir la curi
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