Mato a mi bebé

Estoy completamente desesperada. La noche está cayendo y sigo sin saber nada de mi pequeño Remo. Levanté la denuncia, revisaron las cámaras de la clínica, y todo apunta a que este miserable lo tenía planeado; las cámaras estaban apagadas justo cuando se lo llevaron. Se sabe cuidar demasiado bien.

He pasado todo el día haciendo trámites, proporcionando información a la policía y recorriendo lugares con Raegan, pero todo fue en vano. Me siento agotada. Finalmente, llegué al departamento de Regina, quien me dijo que Rubí ha estado preguntando por mí.

Antes de entrar, Raegan me detiene y coloca una mano en mi cintura.

—Necesito que te calmes —me dice, con voz firme pero suave—. Rubí no puede verte mal.

Asiento lentamente, tomando aire y tratando de recomponerme. Cuando entro, veo a Regina en la sala, sentada junto a Rubí, quien está prácticamente dormida en sus brazos.

—Hola, Alexa —susurra Regina al verme—. La pequeña ha estado preguntando mucho por ti, pero logré calmarla.

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