El frío del campo baldío se sentía como una advertencia. Mientras avanzábamos, cada paso me llenaba de una mezcla de desesperación y rabia. No podía aceptar que Remo estuviera ahí, no el hijo de Alexa, no el pequeño que había iluminado su vida y, de alguna forma, también la mía. Esos dos mocosos no eran como otros niños, tenía la necesidad de protegerlos. Raegan caminaba a mi lado, pero su calma era casi inquietante. Observaba el área con una mirada fría, como si no se permitiera reaccionar, o tal vez como si ya estuviera planeando su siguiente movimiento. Cuando llegamos al cuerpo, vi a los oficiales intercambiar miradas, uno de ellos asintiendo con pesar antes de mirarme. —¿Es... el niño que buscan? —preguntó uno, cauteloso. Tragué el nudo en mi garganta y apreté los puños, negándome a responder. Me acerqué con lentitud, la rabia encendiéndose en mí mientras contenía las lágrimas. Raegan se mantuvo a mi lado, su rostro imperturbable, y entonces, antes de que pudiera hacer al
Mis pensamientos eran un caos, la confusión y el miedo se mezclaban en mi mente. Solo había salido a caminar, necesitaba un poco de aire, despejarme, salir del departamento sin que Regina se diera cuenta. Pero alguien me había cubierto la boca, y lo siguiente que recordaba era haber despertado en este lugar, con los ojos vendados y amarrada a una silla. —Por favor... —mi voz salió rota, apenas un susurro que se fue transformando en un grito desesperado—. Quiero ver a mi hijo, por favor. Él necesita estar internado... se los suplico... Las lágrimas resbalaban por mis mejillas, mientras me esforzaba por controlar el temblor que se apoderaba de mi cuerpo. Fue entonces cuando escuché la puerta abrirse, los pasos pesados acercándose. Alguien estaba aquí, pero no podía verlo. Sentí cómo la figura se inclinaba hacia mí, una mano áspera acariciando mi mejilla, antes de que su agarre se trasladara a mi cuello. —Mátame a mí —sollocé, con la voz quebrada por el terror—, pero no le hagas da
Elijan MorganLa rabia me consumía mientras buscaba desesperadamente algún rastro de Alexa. No podía entender cómo alguien podía desaparecer sin dejar rastro, y mucho menos ella. Mis contactos me decían que no sabían nada, que estaban investigando, pero para mí, eso no era suficiente. La incertidumbre y la frustración me hervían en las venas. Después de horas de buscar y presionar a los informantes, finalmente recibí una pista. Un lugar apartado, en las afueras de la ciudad, uno de esos sitios donde nadie se atreve a entrar sin razón. Apreté los dientes, sin dejarme llevar por la duda, y conduje hasta allí con una velocidad que hacía rechinar los neumáticos. Al llegar, el silencio era inquietante. Me adentré en la oscura edificación, siguiendo el único rastro que había encontrado. Finalmente, al abrir una puerta entreabierta, me encontré con la figura diminuta de Remo, acostado en una camilla, conectado a varias máquinas. Su pequeño cuerpo parecía frágil, cubierto por una manta, y
Me acerqué a ver a Remo y lo abracé con todas mis fuerzas. Él ya estaba despierto, sus bellos ojos azules intensos y su cabello oscuro desordenado me llenaron de alivio. Deje varios besos en su carita, haciéndolo reír. —Mami, ya... —se queja, con una sonrisa. —Mi amor, te extrañé tanto —le respondí, sintiendo el nudo en mi garganta. —Mami, te vi ayer... —me dice él, con su inocencia brillando. —¿Qué es lo último que recuerdas, cariño? —le pregunté, preocupada por cualquier indicio de lo que había pasado. —Que me diste muchos besos y me dijiste que vendrías mañana —responde, su expresión relajada. Una mezcla de tristeza y alegría invadió mi corazón. Quería protegerlo de todo lo que había ocurrido, de la oscuridad que lo rodeaba. —Eso es verdad, mi amor —le dije, acariciando su cabello—. Siempre estaré aquí para ti. —¿Vas a quedarte? —me pregunta, sus ojos llenos de esperanza. —Claro que sí. No te dejaré solo nunca más —le aseguro, aunque sabía que la amenaza del pasad
—Elijan, yo seguiré viviendo con Regina... —afirmé, tratando de mantener la calma—. Ella pronto me vendera el departamento. Ya hemos llegado a un acuerdo. —No digas tonterías —me interrumpió, su mirada fija en mí—. Tú eres mía, mi mujer, y tu lugar es en mi cama. Su tono era autoritario, y una oleada de enojo y confusión recorrió mi cuerpo. Intenté mantenerme firme. —Ve a buscar tus pertenencias y las de los niños. Paso por ti a las ocho —sentenció, como si tuviera el control total de la situación. —No me has escuchado, Elijan. Te dije que no volveré contigo... —replicqué, sintiendo la necesidad de defenderme—. No quiero seguir siendo tu amante. Te pagaré todo el dinero que gastaste en el juicio. De todas formas, ya no vale la pena; mis hijos son solo míos y la custodia es mía. Elijan frunció el ceño, su rostro tornándose serio, casi amenazante.— Paso por ti a las ocho, Alexa. Cuando le dieron el alta a Remo, me dirigí de inmediato al departamento de Regina. Al abrir la pu
Elijan Morgan Me dediqué a jugar con esos pequeños demonios, haciéndole cosquillas a Rubí, que se retorcía de la risa en mis brazos. Su risa era contagiosa, clara y cristalina, y ver su rostro iluminado me llenaba de una alegría que rara vez sentía. Besé sus mejillas una y otra vez, hasta que me rogó entre risas que me detuviera. Remo observaba desde la cama, aún algo débil, pero con una sonrisa suave en sus labios. No quería hacerlo reír demasiado fuerte, así que me acerqué a él y le revolví el cabello con cariño. —¿Así que tú eres el valiente, eh? —le dije, guiñándole un ojo. Rubí, recuperando el aliento, se acomodó en mi regazo y me miró con curiosidad. Luego, como si estuviera pensando en algo muy serio, me soltó de repente: —¿Tienes hijos, Elijan? Su pregunta me sorprendió. Me quedé mirándola, sin saber exactamente qué responder, y terminé sonriendo. —No, princesa. Ustedes son lo más parecido que tengo. Rubí me abrazó con fuerza y apoyó su cabecita en mi pecho, com
Alexa Brown Estoy aquí, intentando dejar atrás la furia y el dolor que Elijan me provoca, buscando en cada rincón de esta hacienda un respiro de la tormenta en la que él me ha sumido. Estoy cansada de su desprecio, de cómo me trata como si fuera un simple objeto que puede tener y desechar a su antojo. Ya no puedo con eso. Pero no quiero que ese enojo se note hoy, no aquí, no con Regina, quien ha sido una verdadera amiga para mí. Estamos en la hacienda de los Stravos, y aunque la belleza del lugar es innegable, se siente cargada de la autoridad de Luca Stravos. Él, el padre de Raegan, es una presencia intimidante. De ojos azules penetrantes y cabello oscuro, su porte es imponente, proyecta una mezcla de poder y frialdad. Es un empresario y político influyente, y se nota en la manera en que todos a su alrededor parecen medir sus palabras antes de hablar. Luego está la madre de Raegan, mucho más callada, sumisa, y siempre al lado de su esposo. Ella se llama Eleonora. Su mirada ref
Llegamos al departamento después de un largo día en la hacienda. Raegan estacionó el auto, y al abrir la puerta, el aire frío de la noche me despertó un poco. Me giré para ver a Regina y a los niños dormidos en el asiento trasero, tan tranquilos. Sin embargo, al mirar la pantalla de mi celular, noté varias llamadas perdidas de Elijan y mensajes que decían: "¿Dónde estás? No seas infantil, Alexa. Responde el celular." Nos despedimos de Raegan y entramos al edificio yo tenía a mis bebés entre los brazos. Al abrir la puerta del edificio, supe que algo andaba mal. Elijan estaba ahí, esperando en el pasillo del departamento, su figura rígida y dominante bajo las luces tenues. Me detuve en seco, y mi corazón empezó a latir más rápido. Lo miré unos segundos, tratando de evaluar la situación, cuando Regina apareció detrás de mí, cargando a los niños. Al verla, Elijan torció la boca en una sonrisa sarcástica. —Vaya, una reunión familiar —murmuró, sin apartar su mirada de mí. Regina