El mensaje

—Elijan, yo seguiré viviendo con Regina... —afirmé, tratando de mantener la calma—. Ella pronto me vendera el departamento. Ya hemos llegado a un acuerdo.

—No digas tonterías —me interrumpió, su mirada fija en mí—. Tú eres mía, mi mujer, y tu lugar es en mi cama.

Su tono era autoritario, y una oleada de enojo y confusión recorrió mi cuerpo. Intenté mantenerme firme.

—Ve a buscar tus pertenencias y las de los niños. Paso por ti a las ocho —sentenció, como si tuviera el control total de la situación.

—No me has escuchado, Elijan. Te dije que no volveré contigo... —replicqué, sintiendo la necesidad de defenderme—. No quiero seguir siendo tu amante. Te pagaré todo el dinero que gastaste en el juicio. De todas formas, ya no vale la pena; mis hijos son solo míos y la custodia es mía.

Elijan frunció el ceño, su rostro tornándose serio, casi amenazante.— Paso por ti a las ocho, Alexa.

Cuando le dieron el alta a Remo, me dirigí de inmediato al departamento de Regina. Al abrir la pu
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