Elijan MorganEstaba en la imponente mansión de los Foster, un lugar donde cada rincón destilaba lujo y poder. Me encontraba allí con Julia, su padre Alessandro, Diego y Michael, conversando en torno a las estrategias de negocio que Alessandro había estado planeando desde hacía meses. La atmósfera era relajada, aunque yo podía notar la intensidad en la mirada de Alessandro cada vez que el tema de las elecciones surgía en la conversación.Alessandro estaba visiblemente satisfecho, hablando con una confianza que, en su caso, rozaba la arrogancia. Las encuestas le daban una ventaja considerable, y no dudaba en compartir su entusiasmo. Mientras hablaba, sus manos gesticulaban con seguridad, como si estuviera señalando su victoria inevitable. La única preocupación que parecía perturbar ligeramente su paz era Raegan, un candidato joven que se había ganado cierta popularidad entre los votantes. Alessandro se encogió de hombros, restándole importancia.—Es una amenaza insignificante —comentó
Alexa Brown Cuando desperté, la confusión me envolvió como una niebla espesa. Apenas recordaba mi conversación con Elijan. La habitación era extraña, llena de luces brillantes y un zumbido constante que me molestaba. Entonces, noté que Raegan estaba a mi lado. Intenté hablar, pero la tos me interrumpió, rasgando mi garganta. —Tranquila, no te quites la máscara, tragaste mucho humo —dijo él, su voz calmada y serena. —¿Qué pasó? ¿Elijan? ¿Cómo se incendió? —pregunté, la preocupación creciendo en mi pecho. —No lo sé. Los forenses creen que fue provocado, están investigando. Nadie lo sabe, pero vieron a uno de los hombres del Zar merodeando —respondió Raegan, su mirada seria y tensa. —No puede ser... Mis hijos, ¿dónde están? —la angustia me atravesó, y la ansiedad me llenó de frío. —Están en mi casa con Regina. Yo los protegeré, Álex... —dijo, dejando un beso suave en mi frente—. Te amo tanto; casi morí cuando sentí que te perdía. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Las palabr
Raegan me toma de la mano y me guía hacia la majestuosa entrada de la mansión de los Stravos. No puedo evitar sentirme pequeña ante la inmensidad de aquel lugar, y el peso de la situación me llena de nervios. Sé que no tengo más opciones: no tengo el departamento, ni familia, ni nadie a quién acudir, y, en muchos sentidos, perdí la seguridad que alguna vez tuve. Pero lo que me resulta más doloroso es saber que mis hijos no merecen vivir en la calle, y eso me da el valor para seguir adelante. Al poco tiempo de entrar, una de las sirvientas se acerca tímidamente a mí, mirándome con curiosidad. Antes de que yo pueda decir algo, Raegan da un paso al frente y, con voz firme y autoritaria, se dirige a todos los empleados presentes en el vestíbulo. —Escuchen todos —dice, su voz resonando con un tono que exige respeto—. A partir de hoy, la señora Alexa es la dueña de esta casa. Quiero que todos se pongan a su disposición y le brinden cualquier cosa que necesite. No habrá espacio para erro
Raegan StravosLa satisfacción se extendía por todo mi ser, como una llama avivada por el poder que ahora sentía al alcance de mis manos. Finalmente, tenía todo lo que siempre había deseado: a mi hermosa Alexa y a nuestros hijos bajo el mismo techo. Pronto, con la candidatura a punto de ser mía, la vida que había soñado se convertía en mi realidad. Me deleitaba con la idea de esta vida perfecta mientras me encontraba en mi despacho, conversando con mi padre.—Raegan, no puedes casarte con esa niña —me reprendió, con un tono que intentaba imponer autoridad—. No es de nuestra posición. Jamás aceptaré algo así —sus ojos, fríos y severos, intentaban hacerme entrar en razón, pero solo lograron provocarme una risa irónica.—No me importa lo que pienses, padre —respondí con una sonrisa desafiante, cruzando los brazos—. Mis hijos no serán bastardos, y esa mujer es mía —sentencié con firmeza, sin apartar la mirada.Mi padre me observó en silencio por un instante, sin decir nada, como si mis pa
Desde el otro lado de la sala, observaba cómo Raegan conversaba con su asesora, la había contratado para orientarlo para ganar la candidatura. Era una mujer morena de cabello oscuro, con una figura impresionante y un porte seguro que dejaba claro que estaba acostumbrada a la atención. Me sentí incómoda al notar cómo sus ojos me analizaban de arriba a abajo, con una mirada que no lograba ocultar del todo su desdén. —Ella es Alexa, mi prometida y ella es Laura mi asistente.—dijo Raegan, presentándome sin un atisbo de duda en su voz. La asesora levantó una ceja, y en su expresión apareció una leve sonrisa que, a pesar de ser cordial, no escondía del todo un matiz de burla. —Un gusto conocerte, Alexa —dijo ella, con un tono que sonaba más formal que sincero. Sus ojos recorrieron mi figura rápidamente, deteniéndose un segundo más de lo necesario en mi atuendo—. Raegan no me mencionó que estuviera comprometido… Aunque, claro, no me sorprende. Raegan siempre tiene sus… caprichos —añadió,
Elijan Morgan No podía sacarla de mi mente. Su voz, su aroma, su cuerpo… Alexa se había convertido en una presencia constante en cada uno de mis pensamientos, como una sombra que me perseguía a donde fuera. Y ahora, con el anuncio oficial de su compromiso con Raegan, sentía un vacío profundo, como si una parte de mí se desgarrara. La idea de que ella pudiera ser la esposa de otro hombre me atormentaba.Me repetía a mí mismo que no tenía ningún derecho sobre ella, que fui yo quien decidió regresar con Julia, quien tomó la decisión de alejarme de Alexa. Pero a pesar de todas mis decisiones, su imagen no me dejaba en paz. Ahora, en mi oficina, con un vaso de vodka en la mano, observaba aquella maldita fotografía. Alexa estaba tan hermosa en ella, con su cabello ondulado enmarcando ese rostro que había llegado a obsesionarme. Sus ojos, esa extraña y fascinante mezcla de gris y verde, parecían mirarme, y su sonrisa, tan suave y distante, me llamaba de una forma enloquecedora.Estaba tan p
Me sentía ahogada en esa fiesta, como si cada pared y cada risa fueran una soga apretando mi cuello. Necesitaba respirar, liberarme aunque fuera por un momento, así que me dirigí al jardín. Las luces y el bullicio de la fiesta quedaron atrás, y el aire fresco de la noche me golpeó el rostro, calmándome ligeramente. No podía entender por qué Elijan la había traído aquí, sabiendo que yo estaría presente y la había besado frente a mí. Era cruel. No quería llorar, no aquí. Pero la imagen de ellos juntos, tan cómodos y cercanos, me dolía más de lo que quería admitir. Me quedé varios minutos allí no estaba segura de cuánto tiempo había pasado. Me había alejado para no ser vista por nadie.Me abrazaba a mí misma en el silencio del jardín cuando escuché pasos detrás de mí. Allí estaba Elijan, y apenas se acercó, el olor a alcohol llegó hasta mí, intenso y amargo. Sus ojos estaban enrojecidos, y su expresión reflejaba una mezcla de desesperación y vulnerabilidad que nunca antes había visto en
Cuando llegamos a la casa, apenas cerré la puerta, Raegan no soltó mi brazo, sujetándome con una fuerza que me hizo fruncir el ceño de dolor. —¡Raegan, me estás lastimando! —grité, tratando de liberarme, pero su agarre solo se hizo más firme. Su mirada estaba llena de furia y decepción, y su voz salió en un grito cargado de enojo y celos. —¿Qué hacías a solas con ese imbécil, Alexa? —me espetó, cada palabra como un latigazo. Sentí cómo la tensión crecía entre nosotros. Sabía que no había sido la mejor situación, pero también estaba harta de que me culpara sin escucharme. Lo miré, furiosa, y traté de mantener la calma, aunque mi corazón latía con fuerza. —¿De verdad crees que yo quería estar ahí? —le respondí con voz firme, aunque una parte de mí temblaba—. No tenía intención de hablar con él, Raegan, fue él quien me buscó… estaba borracho y fuera de control. Él soltó un bufido, como si no pudiera creerme. —Siempre es lo mismo, Alexa. Dices que no quieres verlo, pero ca