¡Fuego!

Al llegar a casa, el dolor que sentía se hizo insoportable. Las lágrimas caían sin cesar, como si con cada una intentara soltar la angustia atrapada en mi pecho. Apenas crucé la puerta, me encontré con Regina, quien me miró con preocupación y me envolvió en un abrazo cálido.

—¿Dónde estabas, amiga? —preguntó suavemente, como si temiera romperme.

Tragué el nudo en mi garganta, pero las palabras salieron entre sollozos.

—Hoy es el cumpleaños de Elijan... y le llevé el pastel que le preparé —logré decir, mi voz temblando.

Regina se quedó en silencio un momento, tratando de asimilar mis palabras.

—¿Por qué hiciste eso, Alexa? —me preguntó al fin, su tono reflejando una mezcla de ternura y tristeza—. Ese tipo está casado.

Asentí, sintiéndome avergonzada.

—Pues sí... pero pensé que tenía una explicación. Pensé que, tal vez, podía haber una razón... pero estaba con ella, Regina. Ya están viviendo juntos. —Las palabras se ahogaron en otro sollozo—. Soy tan estúpida.

Regina me apretó con más f
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