Estoy completamente enojado con Alexa. No puedo creer que se haya marchado con ese imbécil de Raegan. Estoy en mi departamento, sentado en el sofá con Rubí, quien me acaba de obligar a cepillar su cabello. —¡Ay, me duele, Elijan! —se queja Rubí, retorciéndose un poco en su asiento mientras trato de desenredar su cabello. —Lo siento, princesa... —le digo, intentando ser suave mientras tomo su cabello con cuidado y lo guardo en una coleta. Su dolor me preocupa, pero mi mente está nublada por la furia hacia Alexa. Mientras la peino, no puedo dejar de pensar en Remo. Ya llamé a mis contactos para que investiguen sobre su desaparición, y la presión crece en mi pecho. —¿Dónde está mi hermano? —pregunta Rubí, mirándome con esos grandes ojos que tanto me afectan. —No te preocupes, cariño. Pronto lo encontraremos —le aseguro, aunque en el fondo siento la desesperación apoderarse de mí. Con un simple mechón de cabello de Rubí, puedo iniciar la investigación para saber quién demonios
Estoy completamente desesperada. La noche está cayendo y sigo sin saber nada de mi pequeño Remo. Levanté la denuncia, revisaron las cámaras de la clínica, y todo apunta a que este miserable lo tenía planeado; las cámaras estaban apagadas justo cuando se lo llevaron. Se sabe cuidar demasiado bien. He pasado todo el día haciendo trámites, proporcionando información a la policía y recorriendo lugares con Raegan, pero todo fue en vano. Me siento agotada. Finalmente, llegué al departamento de Regina, quien me dijo que Rubí ha estado preguntando por mí. Antes de entrar, Raegan me detiene y coloca una mano en mi cintura. —Necesito que te calmes —me dice, con voz firme pero suave—. Rubí no puede verte mal. Asiento lentamente, tomando aire y tratando de recomponerme. Cuando entro, veo a Regina en la sala, sentada junto a Rubí, quien está prácticamente dormida en sus brazos. —Hola, Alexa —susurra Regina al verme—. La pequeña ha estado preguntando mucho por ti, pero logré calmarla. —
El frío del campo baldío se sentía como una advertencia. Mientras avanzábamos, cada paso me llenaba de una mezcla de desesperación y rabia. No podía aceptar que Remo estuviera ahí, no el hijo de Alexa, no el pequeño que había iluminado su vida y, de alguna forma, también la mía. Esos dos mocosos no eran como otros niños, tenía la necesidad de protegerlos. Raegan caminaba a mi lado, pero su calma era casi inquietante. Observaba el área con una mirada fría, como si no se permitiera reaccionar, o tal vez como si ya estuviera planeando su siguiente movimiento. Cuando llegamos al cuerpo, vi a los oficiales intercambiar miradas, uno de ellos asintiendo con pesar antes de mirarme. —¿Es... el niño que buscan? —preguntó uno, cauteloso. Tragué el nudo en mi garganta y apreté los puños, negándome a responder. Me acerqué con lentitud, la rabia encendiéndose en mí mientras contenía las lágrimas. Raegan se mantuvo a mi lado, su rostro imperturbable, y entonces, antes de que pudiera hacer al
Mis pensamientos eran un caos, la confusión y el miedo se mezclaban en mi mente. Solo había salido a caminar, necesitaba un poco de aire, despejarme, salir del departamento sin que Regina se diera cuenta. Pero alguien me había cubierto la boca, y lo siguiente que recordaba era haber despertado en este lugar, con los ojos vendados y amarrada a una silla. —Por favor... —mi voz salió rota, apenas un susurro que se fue transformando en un grito desesperado—. Quiero ver a mi hijo, por favor. Él necesita estar internado... se los suplico... Las lágrimas resbalaban por mis mejillas, mientras me esforzaba por controlar el temblor que se apoderaba de mi cuerpo. Fue entonces cuando escuché la puerta abrirse, los pasos pesados acercándose. Alguien estaba aquí, pero no podía verlo. Sentí cómo la figura se inclinaba hacia mí, una mano áspera acariciando mi mejilla, antes de que su agarre se trasladara a mi cuello. —Mátame a mí —sollocé, con la voz quebrada por el terror—, pero no le hagas da
Elijan MorganLa rabia me consumía mientras buscaba desesperadamente algún rastro de Alexa. No podía entender cómo alguien podía desaparecer sin dejar rastro, y mucho menos ella. Mis contactos me decían que no sabían nada, que estaban investigando, pero para mí, eso no era suficiente. La incertidumbre y la frustración me hervían en las venas. Después de horas de buscar y presionar a los informantes, finalmente recibí una pista. Un lugar apartado, en las afueras de la ciudad, uno de esos sitios donde nadie se atreve a entrar sin razón. Apreté los dientes, sin dejarme llevar por la duda, y conduje hasta allí con una velocidad que hacía rechinar los neumáticos. Al llegar, el silencio era inquietante. Me adentré en la oscura edificación, siguiendo el único rastro que había encontrado. Finalmente, al abrir una puerta entreabierta, me encontré con la figura diminuta de Remo, acostado en una camilla, conectado a varias máquinas. Su pequeño cuerpo parecía frágil, cubierto por una manta, y
Me acerqué a ver a Remo y lo abracé con todas mis fuerzas. Él ya estaba despierto, sus bellos ojos azules intensos y su cabello oscuro desordenado me llenaron de alivio. Deje varios besos en su carita, haciéndolo reír. —Mami, ya... —se queja, con una sonrisa. —Mi amor, te extrañé tanto —le respondí, sintiendo el nudo en mi garganta. —Mami, te vi ayer... —me dice él, con su inocencia brillando. —¿Qué es lo último que recuerdas, cariño? —le pregunté, preocupada por cualquier indicio de lo que había pasado. —Que me diste muchos besos y me dijiste que vendrías mañana —responde, su expresión relajada. Una mezcla de tristeza y alegría invadió mi corazón. Quería protegerlo de todo lo que había ocurrido, de la oscuridad que lo rodeaba. —Eso es verdad, mi amor —le dije, acariciando su cabello—. Siempre estaré aquí para ti. —¿Vas a quedarte? —me pregunta, sus ojos llenos de esperanza. —Claro que sí. No te dejaré solo nunca más —le aseguro, aunque sabía que la amenaza del pasad
—Elijan, yo seguiré viviendo con Regina... —afirmé, tratando de mantener la calma—. Ella pronto me vendera el departamento. Ya hemos llegado a un acuerdo. —No digas tonterías —me interrumpió, su mirada fija en mí—. Tú eres mía, mi mujer, y tu lugar es en mi cama. Su tono era autoritario, y una oleada de enojo y confusión recorrió mi cuerpo. Intenté mantenerme firme. —Ve a buscar tus pertenencias y las de los niños. Paso por ti a las ocho —sentenció, como si tuviera el control total de la situación. —No me has escuchado, Elijan. Te dije que no volveré contigo... —replicqué, sintiendo la necesidad de defenderme—. No quiero seguir siendo tu amante. Te pagaré todo el dinero que gastaste en el juicio. De todas formas, ya no vale la pena; mis hijos son solo míos y la custodia es mía. Elijan frunció el ceño, su rostro tornándose serio, casi amenazante.— Paso por ti a las ocho, Alexa. Cuando le dieron el alta a Remo, me dirigí de inmediato al departamento de Regina. Al abrir la pu
Elijan Morgan Me dediqué a jugar con esos pequeños demonios, haciéndole cosquillas a Rubí, que se retorcía de la risa en mis brazos. Su risa era contagiosa, clara y cristalina, y ver su rostro iluminado me llenaba de una alegría que rara vez sentía. Besé sus mejillas una y otra vez, hasta que me rogó entre risas que me detuviera. Remo observaba desde la cama, aún algo débil, pero con una sonrisa suave en sus labios. No quería hacerlo reír demasiado fuerte, así que me acerqué a él y le revolví el cabello con cariño. —¿Así que tú eres el valiente, eh? —le dije, guiñándole un ojo. Rubí, recuperando el aliento, se acomodó en mi regazo y me miró con curiosidad. Luego, como si estuviera pensando en algo muy serio, me soltó de repente: —¿Tienes hijos, Elijan? Su pregunta me sorprendió. Me quedé mirándola, sin saber exactamente qué responder, y terminé sonriendo. —No, princesa. Ustedes son lo más parecido que tengo. Rubí me abrazó con fuerza y apoyó su cabecita en mi pecho, com