La mente de Gabriel era un caos, ¿Por qué mentía? Sabia la respuesta, no queria perder de vista a esa mujer, ¿Por qué no podía perderla de vista? Eso era lo que no comprendía, tal vez el golpe si había afectado su cabeza, ¿Por qué otro motivo le entregaría la llaves de su automóvil? Algo grande se estaba gestando en su interior, una locura, una gran locura y eso que Gabriel había cometido muchas en su vida, aun así, esta prometía ser la mejor de todas, porque no tenía otra forma para explicar lo que Cielo le hacía sentir en solo minutos, apenas una hora, en la que Gabriel se había olvidado de quien era, de donde venia y para donde se dirigía, si tenía que ser honesto, se estaba moldeando a todo lo que ella decía o suponía.
— ¿Qué clase de doctor tiene un automóvil como este? — el toro insignia de aquel vehículo le dejaba en claro que era de alta gama, aunque Cielo no supiera mucho de vehículos, podía saber aquello, aun así, sin demostrar miedo, tomo las llaves que Gabriel le tendía, pues supuestamente él estaba muy mareado como para conducir y ella le creía.
— No es mío, es de mi hermano. — se apresuró a decir subiendo en el asiento del acompañante, seguía mintiendo, ¿Qué tenia de malo decirle que era el CEO de la empresa? A si, se había hecho pasar por doctor, aunque si lo meditaba con tranquilidad, fue ella la que llego a esa conclusión, claro que él no la corrigió ¿y como hacerlo? Si gracias a eso había podido masajear esas piernas regordetas tan suaves, aunque le molesto ver esa faja apretando su vientre, escondiendo su ser ante los demás, como el escondía de su familia el vacío que sentía tras sonrisas y un “Estoy estupendamente bien”.
— ¿Debo llevarte a algún hospital en especial o al más cercano? — por un segundo el tatuado sintió pena por ella, y su preocupación por él, pero no podía dar marcha atrás ¿o sí?
— Al hospital Bach, por favor. — Cielo elevo una ceja, ese lugar era privado, pura y exclusivamente un lugar para la familia más rica y poderosa del continente, si incluso llevaba su apellido, y las dudas tomaron su mente una vez más. — Mi tío está casado con una Bach. — se explicó rápidamente Gabriel, no mentía, al menos no en eso.
— Tu hermano tiene un automóvil caro, tu tío es esposo de una Bach y tu solo eres doctor. — dijo con voz neutra la joven, ingresando en las calles sin temor a no saber manejar semejante vehículo, mientras que, en menos de una hora de conocerla, Gabriel ya había aprendido a leer su cuerpo, y como no, si no le había sacado la vista de encima, pero ese no era el caso, el problema era que la ceja en alto de Cielo le dejaba en claro que no le creía nada, lo había atrapado y decidió tratar de ser franco.
— ¿Crees en el amor a primera vista? — pregunto casi con temor, sintiéndose estúpido de decir aquello con 30 años a una jovencita de no más de 20, no tenía sentido lo que decía ¿amor? ¿No pensó una vez estar enamorado de una mujer que ni siquiera era lo que él pensaba que era? ¿no había pasado toda su vida tratando de comprender que era el amor y porque sus hermanos y primos se volvían idiotas cuando lo encontraban, pero, allí estaba sintiendo cosas que jamás pensó sentir por nadie.
— ¿Qué? — la pregunta de Cielo fue acompañada con una frenada que hizo chillar los neumáticos y ocasiono que los vehículos de atrás le tocaran el claxon, pero poco le importo a la joven.
— Creo que me enamore de ti. — murmuro el hombre, incluso extrañado de lo que de su boca salía, por primera vez en la vida, Gabriel Ángel no manejaba o pensaba lo que de sus labios salía.
— Oh, eso es tan… maravilloso. — Cielo sonreía, pero sus ojos mostraban cierta oscuridad. — Gabriel Ángel, este cielo es todo tuyo. — declaro casi chillando y se arrojó a los brazos del empresario, tomándolo desprevenido, más aun cuando lo beso, un beso casi obsceno que a Gabriel le hizo temblar el alma, el corazón le palpitaba casi con miedo de estar soñando, e incluso sus manos temblaban tanto que no se atrevió a abrazarla como lo deseaba, por temor a quedar expuesto.
— Cielo… — murmuro casi como un adolescente que acaba de ser besado por primera vez por la reina del instituto, pero entonces, Cielo sonrió y con un hábil movimiento, metió su mano en el pequeño bolso que llevaba.
— Maldito idiota. — exclamo la morena y de pronto Gabriel estaba siendo electrocutado por las decenas de volteos de la picana eléctrica que Cielo llevaba consigo. — Ahora si tendrás algo que contar de la gorda de la que te quisiste burlar.
Cielo había dicho que ser baja y gorda tenía sus pros y sus contras, bien, en contra tenía el no confiar en los hombres, más si son apuestos y coquetean con ella, y sus pros, bueno, a pesar de ser de piernas cortas, pudo salir sin demora o problema alguno del vehículo de Gabriel, y gracias a la ternura que causaba, se montó a un taxi mucho antes que el empresario lograra recuperar el aliento, perdiéndose entre los cientos de taxis de Nueva York, y dejando a Gabriel Ángel con mil y un emociones mezclándose, cocinándose dentro suyo a fuego lento y una promesa susurrada.
— Te encontrare, no podrás escapar de mi.
A Cielo el corazón le trabajaba a doble turno, no era la carrera al subir al taxi, era por el beso, uno candente que la tendría acalorada por varias horas, definitivamente ella no había malinterpretado nada, Gabriel le coqueteo, Gabriel se quiso burlar de ella, y parecía que la historia de su vida seria siempre la misma, ser el morbo de algunos hombres, algún tipo de lista loca que seguro cargaba todo caballero adinerado, esas cosas frikis, que uno hace a lo largo de la vida, como las listas que las mujeres hacen de donde y como tener sexo a lo largo de su vida, esas que fantasean con el baño de un avión, la parte trasera de un auto, cosas raras o no tan raras, al parecer los hombres también tenían una lista, pero en ellas seguro estaba el follar a una gorda, a una flaca, rubia y pelirroja, estaba segura, podria apostar el sueldo que no tenía a ello.
Al fin llego al suburbio donde vivía y al descender el vehículo amarillo, Cielo insulto mentalmente a ese doctor, los pocos dólares que tenia se fueron con el pago del taxi, aun así, no entraría en pánico, aun le quedaba el empleo en la cafetería, pero sentía la frustración crecer en ella, hacia solo un par de semanas que había recibido su diploma, ¿de qué le sirvió tanto esfuerzo? Si no podía conseguir trabajo.
— ¡Mami ya regreso! — la pequeña regordeta se aferró a sus piernas y casi la hizo caer.
— ¿Pamela? — pregunto con preocupación. — ¿Qué haces aquí? — bajo para observar a la pequeña de cuatro años.
— Tío Sergio fue por mí al kínder. — Cielo elevo su mirada y allí, en uno de los tres escalones de la entrada de su pequeña casa, estaba Sergio.
— Sabía que este día no mejoraría para nada. — murmuro con dientes apretados.
— Al menos finge que te agrada mi visita frente a Pam. — regaño con una sonrisa de lado y bajando con calma los escalones.
— No metas mi hija en nuestras cosas, y no vuelvas a sacarla del kínder o… — se arrepentía tanto de haber puesto a su hermano como tutor de la pequeña, fue una mala idea, pero solo eran ellos dos, nadie más podria hacerse responsable de Pamela si algo le sucedía o si ella no llegaba a tiempo al horario de salida.
— ¿O?
— Me mudare y ya no podrás vernos. — aseguro sin duda alguna.
— Por favor, Cielo, sabes que te encontrare como siempre. — rebatió con una sonrisa el moreno.